IV.

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IV.
—Abraxas fue inmortalizado como un ser con cabeza de gallo y dos víboras como piernas, portando un látigo y un escudo de bronce—expuso Ritchie con los ojos entrecerrados por la embriaguez—. Su adoración fue transcendental para la humanidad: se encuentra tallado en piedras como talismanes por los gnósticos. Esta deidad aparece en sinnúmero de grimorios y sellos templarios, plasmados por los Sabios del Conocimiento Esotérico que buscaron la sinarquía universal.
Finchester dejó caer la ficha y ganó la partida de dominó con un golpetazo en la mesa.
—¡Fuera! —Rugió con una sonrisa flemática—. ¡No nos moverán!
Nelson y Salvador se levantaron de las sillas adyacentes, cediendo el puesto a Jonás y Lucía. A Samuel le tocó menear las piedras para la siguiente ronda, y sintió los dedos cálidos de Donna estrujarse contra sus hombros. Pudo atisbar el almizcle perfumado de su piel sudorosa como un nácar, y la fragancia de su loción... Olía a flores silvestres y primavera eterna. Donna Blanco lo abrazo por detrás y le plantó un beso en el cuello con un cosquilleo.
—¿Quieres ir a bailar?
Sam arrugó la nariz.
—Estoy de racha—giró la cabeza, y Finch le dedicó un movimiento de cejas—. La partida está buena.
—Hace tiempo que no salíamos—la chica le acarició las orejas—. Te la pasas con tus amigos o con esa gente de la iglesia. ¿Para qué me pediste que fuera tu novia si no quieres pasar tiempo conmigo?
—Me duele la espalda—suspiró, cansado—. Ve con Ana y Bianca... Ire contigo dentro de un rato.
Donna exhaló exageradamente, y se marchó echa una fiera. Finchester se sirvió un trago de ron caramelizado y se lo zampó seco...
—¿Todo bien? —Carraspeó...
—Las mujeres son divinas—Sam sonrió, revolviendo las fichas al trazar círculos concéntricos con las palmas—. La quiero, ¿sabes? Pero, hay momentos en que no la soporto...
Finchester cogió sus fichas y encendió un cigarrillo.
—Algún día ambos se romperán el corazón—caló, y exhaló un vaho de humo grisáceo. Sam arrugó la nariz, y Lucía y Jonás tosieron mientras juzgaban sus fichas—. Entonces, se extrañarán y pensaran que no podrán existir el uno sin el otro. Aunque... siempre es bueno saber que puedes vivir sin esa persona que creías que era todo para ti. Algún día te lamentarás de no haber pasado más tiempo junto a ella, Wesen—puso la primera ficha—. Nunca son suficientes abrazos o besos... Al final solo son recuerdos perdidos en la marea del tiempo.
El juego se desenvolvió rápidamente, y Sam no tardó en predecir las fichas ausentes de sus contrincantesa. Ritchie discutía con Salvador sobre la precedencia del Dios Hebreo en la Tierra, y sus contrapartes... La partida se inclinaba a favor de ambos, y Finchester trancó la jugada haciéndoles ganar muchos puntos en la primera ronda.
—Tienes que dejar de asistir a esos seminarios gnósticos—Salvador negó con la cabeza—. Te van a deconstruir el cerebro.
—Tú tienes que abandonar esa enraizada necesidad de creer en el Dios que te inculcaron—el moreno Ritchie sonrió, y se llevó un trago de licor a los labios oscuros—. Llamas lavado de cerebro a charlas filosóficas donde se expone la verdadera ciencia... y te aferras a una doctrina moribunda, que fue malversada por centurias para favorecer a los poderosos. Cada uno de nosotros asegura tener razón, y que el otro se equivoca... Lo que ocurre es que ahora no puedes quemarme en una hoguera para silenciar mi voz.
—No sabes lo que dices...
—Nuestro Maestro leyó el Sagrado Libro del Gran Espíritu Invisible este viernes—Ritchie levantó la botella—. El Abrasax se describe como un eón que habita en la luz de la luminaria Eleleth—el moreno se mordió los labios adormecidos—. Es el primero de los trescientos sesenta y cinco arcontes. Quien encuentra la oscuridad y se ve implicado en la cadena de sucesos que lleva al gobierno de este mundo por el Demiurgo, y la frontera exterior del Pleroma que enfrenta la ignorancia de la materialidad.
Salvador puso los ojos en blanco con una mueca de frustración.
—¡Así hablan los brujos ignorantes que suben la montaña!
—¡No me confundas con el vulgo de pusilánimes! —Los ojos de Ritchie enrojecieron—. Los Dioses Gnósticos representan los Deidades Máximas de las Luces Espirituales y el Corazón Ardiente de la Brujería. Los Orishas de los Yoruba son turbas en comparación a las Potencias de Tertuliano. ¡Tenemos el mismo mesías! ¡Aquel fundador del Culto de Essenes no es otro que Jesús el Cristo!
El monaguillo se cruzó de brazos. Andrés se sentó junto a él con los ojos cansados, y el rostro pálido...
—Creo que volveré a vomitar...
—Su nombre era Jeshua o Issa, pero es más conocido por su nombre griego de Jesús—Ritchie se expresaba con magistral devoción. La magia gnóstica lo había cautivado y no se perdía un seminario del bulevar—. Fue marcado desde temprana edad por las profecías hebreas que rodean su nacimiento. Primero, huyó de Herodes con sus padres a Alejandría, Egipto... donde estuvo expuesto a la sabiduría egipcia desde infante. Entonces, cuando tenía unos ocho años... regresó a Galilea para estudiar con los Essenos Esotéricos antes de la fundación. Hubo una escuela Essene en el Monte Carmelo... que estaba lejos de los fariseos, saduceos y de toda la gente loca en Judea.
»En Judea y Jerusalén había mucha política, codicia y poder—se tapó la boca para eructar—. Pero... eso no es de lo que se trataban los Essenes en absoluto. Fueron una verdadera escuela de Misterio Esotérico, haciendo todo lo posible para enseñar a la Conciencia Superior. Jesús sobresalió en estas enseñanzas y obtuvo su Bar Mitzvah de los Essenes cuando tenía doce años.
—¡Fuera! —Finchester golpeó la mesa con la ficha al momento de la victoria y Sam rompió en carcajadas—. ¡Imbatibles!
Andrés y Nelson reemplazaron a Lucía y a Jonás para enfrentarse contra los invictos. La música de los cajones reverberaba estruendosamente mientras Ritchie se paseaba como un fantasma en los diversos grupos que confluían en su departamento: las chicas ocupaban el sofá central y conversaban mientras los chicos jugaban dominó y barajas.
—¿Creen que esté bien? —Nelson levantó sus ojos castaños.
Su prima Lucía Arciniega estaba detrás suyo, y contemplaba el juego impasible.
—¿Quién?
—Ritchie.
Sam se encogió de hombros.
—Terco como de costumbre.
—Su madre tiene cáncer—Finch apagó el cigarrillo con el deshielo de su trago—. Está muy grave, y casi toda su familia está en Nueva Bolívar con ella.
Lucía arqueó las cejas.
—¿Y por qué él no fue?
Andrés y Finchester se encogieron de hombros, despectivos.
—Me preocupa—Salvador apretó su mandíbula—. Va de aquí para allá metiéndose en esa secta de judíos.
—Él podría estar deprimido—el pálido Finch sonrió, malévolo y chasqueó la lengua—. Cada quien tiene que lidiar con una mierda diferente... y a su manera, intentamos que parezca que no duele, incluso... si nos mentimos a nosotros mismos.
La música resonó y un barullo de aplausos rompió la mascarada del escándalo cuando los cajones vomitaron una balada rockera. Sam escuchó a Nelson tararear la letra e imitar el redoble de los tambores...

Sol de MedianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora