III.

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III.
—Tu tía Dolores le arrancó la cabeza a un policía—Sam arrojó el periódico enrollado a la mesa central del cuarto—. La patrulla se dirigía a los Arrabales por frecuentes llamadas que reportaban violencia y escándalos de las comunidades vecinas. Pobres hombres... su patrulla manejaba al anochecer por aquel lúgubre barrio de calles descuidadas y mansiones deshuesadas. Uno de ellos enloqueció, y no deja de delirar con los sedantes... el otro es menos que un cadáver descuartizado.
El pequeño Luis palideció, azogado por un malestar febril. Sus réplicas terminaban en llanto y repetitivos derroteros... Salvador entró al salón comunal de reuniones eclesiásticas vistiendo un atuendo anglicano con un rosario al cuello. El sacristán era joven y de cabello castaño... y se movía con inquietud.
—El Padre Boris ha comunicado a los fieles sobre el terror que acecha los Arrabales al anochecer—repasó a Sam con la mirada—. Las advertencias se han esparcido, pero la Prefectura Policial ha llamado a la iglesia...
—Tú eres Samuel Wesen—inquirió el niño con una sonrisa complaciente—. Eres un mago tan increíble como Nicolás Curbano... Tú y el Presidente de los Jinetes vencieron al Culto del Meridiano, y salvaste a Montenegro durante el Octubre Rojo. Los cultos negros del Taita han dejado de congregarse en la Montaña del Sorte. El espíritu de María Lionza te protege...
—¡No existe grandeza en este camino! —Sam apretó las muelas, tenso—. Solo son chismorreos de viejas fumetas... Si no dejas de estar fastidiando, traerás más problemas.
El niño se calló, herido. Sam detestaba que lo vieran con heroísmo... desde el Octubre Rojo, sentía que cargaba una escafandra de plomo muy pesada. Llevaba consigo todas esas cicatrices... La responsabilidad lo convertía en un autómata controvertido. Aún no se había quitado el uniforme beige del cuarto año de colegiatura cuando atendió la llamada del Padre Boris.
—Esto no es un maldito juego—regañó—. Vete... y deja de jugar con porquerías que no conoces.
Luis se limpió las lágrimas, con el orgullo echo trizas... Se levantó y salió del salón sin mirar atrás. Salvador le dirigió una mirada extraña y negó con la cabeza.
—Eso fue muy insensible.
—Es enfermizo escucharlo hablar sobre brujos famosos—Sam frunció el ceño—. Los niños que crecen idolatrando a estas figuras se convierten en los magos negros que sacrifican personas por mórbido placer.
—Podrías corregirlos...
—Eso no es mi maldito problema—se encogió de hombros, despectivo—. Solo dime qué es lo que tengo que matar para que pueda irme a trabajar...
—Esa arrogancia te está restando amigos, Samuel.
—No necesito más amigos—se metió las manos en los bolsillos del pantalón de tela—. Las personas son muy falsas... ¿Qué has averiguado de nuestra chupasangre? ¿Se cogió a un demonio?
—He investigado a María Dolores—Salvador echó a andar, jugando con el rosario en su cuello—. Se congregaba en un círculo de brujos de los años sesenta que ingerían veneno de serpiente. Este culto de magos dispersos era frecuentado por los ricachones del país, incluso tuvieron reuniones en la Finca del Chaure para realizar ritos. Durante sus años mozos, esta mujer se obsesionó con la belleza... provenía de una familia pobre de Ciudad Zamora, así que quiso asegurarse la vida con matrimonios por conveniencia.
»Envenenó a su primer marido, posiblemente con arsénico u otra sustancia de lenta degradación. Lo cierto es... que aquel hombre déspota desapareció ante los ojos de los médicos en cuestión de semanas. Dolores se inmiscuye más profundamente en las religiones negras que pululan esta región tras su mudanza al floreciente barrio de ricachones, donde confabularon círculos herméticos y cultos ignotos, como en los días anteriores a la Revolución Boliviana y el mandato del caudillo Enrique Palacios; epoca fidedigna para el auge de una sociedad regida por la superstición y los ritos paganos.
»Revisando los registros de la alcaldía encontré periódicos donde se menciona a un controvertido Culto del Valle del Silencio, la mítica ciudad al norte de Venezuela donde se reúnen personas con conocimientos mágicos. Puede que Dolores haya participado en los viajes a esta ciudad secreta, y que en cuerpo y alma se haya entregado a las artes negras. Mismo sitio, donde se cuenta que el Presidente Rómulo viaja una vez al año para celebrar oraciones junto a una cohorte espiritista. María Dolores debió congregarse bajo el orisha de María Lionza para preservar su belleza, y viajó a los rincones más apartados de la nación con el ansia de la eterna juventud que los cultos Yoruba y los alquimistas han perseguido por centurias.
»Debo seguir investigando, pues los registros de la alcaldía se detienen en lagunas que parten desde su acta de matrimonio hasta los noticieros de la Matanza de los Alvarez. Andrés está investigando entre los descendientes de los brujos que habitaron los Arrabales, y puede que estemos ante una puerta desconocida que esconde abominaciones. Estoy seguro que María Dolores pactó con una entidad horrorosa, puede que... en el Valle del Silencio se haya encontrado con el mismísimo Pajarón y su séquito de magos negros capaces de doblegar entidades.
Sam asintió, trémulo y abandonó la Iglesia Maldita de San Lucas para descender por la colina a la escarpada avenida que conducía a la Calle San Gregorio, que atravesaba el centro de Montenegro hasta el Malecón del Río al norte, y se curvaba en la carretera silenciosa que bordeaba el Bosquecillo Encantado, atravesaba el Barrio Porvenir y recorría, serpenteando, las nubladas lomas hasta llegar al poblado de Chivacoa; al otro lado de las cadenas montañosas que escondían miles de secretos en su foresta indómita. Las controversias difundidas con el pasar de las décadas convirtieron a Montenegro en un foco de relatos y leyendas sobre hechicería negra y apariciones... Las peregrinaciones a la Montaña del Sorte durante festividades paganas por los movimientos de santería y los círculos de Ocultistas; convergían en una mezcolanza de razas, religiones y tradiciones.
El interior de la tienda estaba ventilado, y las vitrinas a rebosar con cartas Yoruba y fetiches mágicos de diversa índole... ligeramente empañado. Las repisas de libros esotéricos relucían bajo los atrapasueños y las cabezas momificadas, el suelo de tablas estaba encerado y los marcos de los óleos que describían paisajes escabrosos fueron pulidos. Las chucherías del mostrador exhibían pulseras, rosarios, inciensos, velas aromáticas y amuletos. Melissa estaba detrás del mostrador, jugando con un mechón de su larga cabellera negra y mandando textos con su celular. La simbología arcana en la tienda esotérica exhibía un paisaje fantástico y surrealista de runas y jeroglíficos cosmopolitas...
El cuadro de María Lionza en medio de dos estantes de ébano pintaba a una mujer desnuda y rolliza de frondosa cabellera, montando un capibara sobre un fondo vetusto y rural de árboles encrespados y montañas escabrosas. Las repisas a su vez mostraban la más esplendorosa hechicería: cartomancia, manipulación psíquica y metafísica.
—Un hombre preguntó por ti hace unas horas—Melissa levantó sus ojos oscuros y se apartó un mechón intruso del rostro—. Se lo veía angustiado... ¿En qué estás metido?
—¿Cómo era?
—Negro—sonrió la chica, lacónica—. Pequeñito, y de rostro curioso. Vestía de negro, llevaba un arete en el lóbulo con una cruz y un rosario sobre un collar de piedras de río. Parecía uno de esos brujos que hablan con los muertos y suben la montaña... ¿A qué viene?
Sam negó, confundido.
—No lo conozco.
—No me gustó su mirada. Había un velo siniestro bajo sus ojos. Creo que... se parecía a Andrea y al Taumaturgo Saúl Túnez.
Apretó los puños y sus sentidos se desbocaron en una catarata de emociones. Las contuvo como pudo, y se irguió...
—¿Y tú qué sabes de ellos dos? —Las palabras le salieron equivocadamente impetuosas...
—¡Caramba! —La chica frunció el ceño y lo fulminó con su mirada de pedernal—. ¡Por si no lo recuerdas! ¡Andrea era mi prima hermana y Saúl fue como un tío para nosotras!
Sam apretó los dientes, quería replicar... Pero la sombra que bajó por la escalera los calló a ambos, como al pulsar un interruptor que destruía cualquier sonido existente. El hombre pálido de cabellera rojiza y canosa bajó lentamente, como un heraldo infernal, y la gabardina negra ondeó a su merced. Los ojos escarlata de su padre esgrimieron ascuas de gas interestelar: dos estrellas rojas que se estremecían ante la Inminencia de una muerte divina. Freduar Wesen se movía como envuelto en telares místicos, entretejidos con hilares de plata y nebulosas...
—Me iré por un tiempo—les dedicó una mirada extraña—. Hay problemas en la frontera con—se mordió el labio—. Melissa quedará a cargo...
Sam se cruzó de brazos.
—¿Vas a regresar en una caja?
—¡Samuel! —Melissa lo fulminó.
—Cuando regrese—Fred recortó la distancia rápidamente hasta la puerta de cristal... Pasó junto a Samuel, regando su esencia de polvo de mármol y rosas chamuscadas—. Te contaré la verdad de los Sonetistas de la Isla Esperanza...

Sol de MedianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora