III.
El estudio de la capilla era una cámara oblonga y fría, las sillas fueron despejadas y una mesa central era coronada con la figura azogada y temerosa de Raquel: pálida y deshidrata. La Comunidad Católica se reunió para exorcizar el espíritu que poseía a la joven...
Salvador dibujó un circulo de sal consagrada con agua bendita alrededor del poseso.
—La Ley Universal de Yave oprime a los espíritus inmundos—Trina Rocca era una mujer entrada en años, sumamente delgada y de rostro pecoso. Llevaba un largo vestido floreado ceñido con un fajín de piel en la estrecha cintura, y adornada con pulseras de plata y zarcillos estrafalarios. Los gruesos lentes culo de botella le daban un candor severo a sus ojos aguamarina—. Esta muchacha fue hechizada por un conjuro de magia negra muy poderoso... Es objeto de una posesión que la convierte en un lobo monstruoso. Solo los demonios más antiguos son capaces de tales contravenciones naturales.
Raquel se abrazaba las rodillas despellejadas, temblando y sudando, a pesar de estar abrigada en una suntuosa manta de lana. Según ella, su cuerpo desnudo y febril era cortado por latigazos de hielo... y la acrocianosis teñía sus apéndices de un azur violáceo. Sam escuchaba su corazón latir con una pesadumbre enfermiza, y sus pulmones rígidos se estremecían como bolsas constipadas...
El presbítero Boris volvió a entrar en el salón cerrado con una pesada biblia en los brazos rechonchos. Su rostro afable y lampiño se nubló de preocupación... La túnica franciscana que vestía estaba arrugada y el nudo, mal atado. Era desapercibido, pero sus rodillas temblaban y sus labios dudaban. Finchester sentado detrás de él, apagó rápidamente el cigarrillo con su zapato y se tragó el humo... Nelson y Andrés extendieron las velas alrededor del Círculo de Protección, y Jericó las fue encendiendo con un yesquero.
—Las Blanco encendieron velas a Santa Bárbara para pedir por la liberación de la muchacha—dijo Nelson, como vigilante de la puerta del salón—. Realizar un exorcismo sin autorización del obispo o el cardenal sería...
—¡Raquel se está muriendo! —Sollozó Ana, lacrimosa—. ¡Perdí a Soledad, y no quiero volver a perder otra amiga!
Bianca lloraba junto a ella, ambas chicas eran vecinas de Raquel y presenciaron a Sam llevando a cuestas a la chica malherida creyendo que había sido víctima de violación. Antes de precipitarse a llamar a la policía, Finchester y Nelson las encerraron en la Iglesia Maldita de San Lucas. Andrés no tardó en llegar con su tía, y Salvador instó al Padre Boris de llevar a cabo la lucha espiritual. El Presbítero y la Bruja Blanca eran los líderes de la Comunidad Católica, y no podían limitarse a las autorizaciones del Cardenal en Nueva Bolívar o al Obispo de la región.
—¡Los Brujos de la Montaña tienen potestad para expulsar espíritus! —Proclamó Trina—. ¡Sectas Cristianas como la Asamblea de Dios y Luz del Mundo pueden realizar exorcismos sin permiso!
Boris sudaba, con la Biblia abierta en las manos mientras rebuscaba versículos y exégesis. La cinta roja del separador se estremecía como un péndulo... El círculo de velas le daba a la joven un aspecto atemorizante.
—Raquel—dijo el Padre con voz bonachona—. Mi niña... ¿quién te hizo esto?
La morena temblaba, con los labios agrietados y los ojos vidriosos. Bajó la mirada, y levantó una mano de dedos mugrosos para señalar a Nelson Arciniega. Finchester se giró al moreno achaparrado.
—¿Tú?
—¡¿Tú?! —Espetaron Bianca y Ana al unísono...
—¿Yo? —Nelson frunció sus espesas cejas y palideció—. No sabía que la maldición de los Arciniega podía contagiarse...
—Los descendientes de Clara Arciniega poseen los genes de licantropía—Trina asintió—. Pero, la leyenda de la mujer cuenta que fue hechizada por una bruja que aterrorizó Chivacoa hasta que el sacerdocio controló su transformación...
—¡La bruja! —Raquel negó frenéticamente con la cabeza—. ¡La bruja demonio! ¡Me quiere llevar con ella el diablo! ¡Se ha sodomizado con los perros del infierno!
La chica torció los ojos, y pareció perder la conciencia en un arrebato de temblores. Se desparramó sobre la mesa como un cuerpo agonizante, y la espuma brotó de su boca... Las venas de su cuello se tensaron en una mueca famélica. Parecía una serpiente decapitada que se retorcía ante los embates de le muerte... Salvador saltó a sostenerla mientras se deshacía en convulsiones.
—¡Salvador! —Gritó Samuel...
Las llamas de las velas se encendieron un torrentes de combustión, y los charcos de cera derretida se extendieron como grasa. Salvador había entrado al círculo de sal para asistir la convulsión. El cuello de Raquel crujió cuando los colmillos brotaron de su boca, y la pelambre grisácea la envolvió con chasquidos y la dentellada se cerró en el hombro del joven... Sam respondió a su vez extendiendo su mano y el pecho de Salvador se encogió con un destello plateado de vibración pulsante. La camisa de tela se desgarró y el joven cayó de espaldas tras recibir de lleno la embestida del pulso... que lo proyectó hasta la pared más cercana.
Sam se petrificó con la piel congelada por el nerviosismo. Andrés, Trina, Bianca y Ana corrieron a enderezar a un Salvador inconsciente con la camisa desgarrada y un hilo de sangre corriendo por su frente... Las manos le temblaron, por el susto no consiguió medir la fuerza de repulsión emitida.
—¡Samuel! —Finchester le tomó del brazo y lo apartó del circulo de sal, al que se había acercado inconscientemente...
La mesa se descompuso bajo el peso de la loba descomunal de espejo pelaje grisáceo y hocico alargado... Sus ojos eran dos esferas ardientes y el lomo erizado denotaba su estado encabritado. Se estremecía y daba vueltas, la peluda cola encrespada temblaba, y sus fauces babeaban... La sal quemaba sus patas y la reducía.
—Líbrame de mis enemigos, Dios mío—citó Boris en medio del pandemonio, con el libro firmemente apretado en sus manos rollizas—. Ponme a salvo de los que contra mí se levantan—leía un salmo, dudoso. Pero, a medida que iba pronunciado cada oración... su voz adquiría un ímpetu impropio—. ¡Líbrame de los que hacen iniquidad, y sálvame de hombres sanguinarios! ¡Porque, he aquí, han puesto acechanza contra mi vida! ¡Se han juntado contra mí poderosos, no por transgresión mía ni por pecado mío, Jehová!
La bestia endemoniada rugió, y su aliento fétido estremeció el cabello fino y el rostro del Padre. A Samuel le temblaban las manos... y afuera, un temporal se levantó para arremeter contra la fachada de la capilla sobre la colina. Los truenos resonaban en la distancia como las pezuñas de un diablo titánico... La loba se enfurecía y daba vueltas como una maraña desatada y rabiosa, intentando morder el vacío e intimidar al benévolo Boris.
—¡Jehová, Dios de los ejércitos, Dios de Israel... despierta para castigar a todas las naciones! —Boris levantó su voz como un trueno, y las ventanas de la capilla se estremecieron con un resplandor. La loba se estremeció con un chillido indescriptible, y su pelaje descubrió un hedor a pelo chamuscado y azufre—. ¡No tengas misericordia de todos los que se rebelan con iniquidad! —El regordete sacerdote clavó sus ojos oscuros en la biblia—. ¡Volverán al atardecer, ladrarán como perros y rodearán la ciudad!
La loba rugió como un león demencial, y las bisagras de la puerta se estremecieron. Aquella boca negra se extendió como la de una vipera, como una abertura a fosas execrables que llenaron su corazón de temor... El Padre Boris enmudeció por un momento, y los truenos resonaron muy cerca de la colina donde se alzaba la capilla. Un viento feérico y desconocido sopló dentro de la cámara hermética...
—¡He aquí proferirán con su boca; espadas hay en sus labios, porque dicen: ¿Quién oye?! —Boris perseveró en su empresa—. ¡Más tú, Jehová, te reirás de ellos; te burlarás de todas las naciones! ¡A causa de su fuerza esperaré yo en ti, porque Dios es mi defensa!
Las luces del salón estallaron con chispazos ante un trueno lejano y una espesa penumbra cayó ante ellos como un telón cegador. Las débiles llamas ondularon alrededor del círculo, y un grito aterrador llenó de terror el silencio angustiante bajo la pesada lluvia que se precipitaba sobre Montenegro. Los ojos brillantes de la bestia refulgían como portales ignominiosos...
—¡Mi Dios, en su misericordia, irá delante de mí! —Gritó Boris a los cuatro vientos, y un trueno lo precedió—. ¡Dios me hará ver a mis enemigos! ¡No los mates, para que mi pueblo no olvide; hazlos vagar con tu poder y abátelos! ¡Oh Señor, escudo nuestro!
La loba se levantó en las patas traseras y dejó escapar un alarido inhumano y silbante, mostrando sus colmillos sangrantes... Se retorció, rompiendo los tendones de sus patas caninas para formar manos grotescas y peludas. La sangre manó en borbotones por la mandíbula resquebrajada y las parodias de manos que aquella figura antropomorfa y desfigurada exhibía... Parecía sonreír grotescamente, y salpicar gotas rojas.
Boris se espabiló ante esta imagen macabra e indescriptible de supremo horror.
—¡No se detenga, Padre! —Gritó Nelson, con la espalda pegada a la puerta—. ¡El círculo de sal se está disolviendo!
El hedor a almizcle azufrado le irritó la nariz, y Sam retrocedió con el empujón de manos invisibles. Un arañazo frío en su espalda le calentó la piel de la espalda, y una presencia mórbida pesó en la sala. La pestilencia del ser inmundo era insoportable, cadavérica e indescriptible... Boris acarició la cruz del rosario en su pecho, y notó que el sudor manchaba su túnica café.
—Por el pecado de su boca, por la palabra de sus labios—el sudor caía por su mentón rechoncho a las páginas benditas—... Sean ellos presos en su soberbia, y por la maldición y... mentira que profieren.
La bestia rugió y las velas se avivaron con magias desconocidas... La energía negativa en la habitación era palpable: un cúmulo negro y electrizante que erizaba la piel y causaba malestar anímico. Los pensamientos cáusticos lo atravesaban en oleadas, puesto que su manifestación en el plano físico era de profuso desasosiego. La sal silbó en chisporroteos mefíticos, y se de un resoplido en tentáculos de niebla vaporosa y violácea... La loba demoníaca dio un par de pasos y extendió sus patas delanteras en una postura tortuosa que quebró sus costillas... El lomo ensangrentado crujía con el andar desgarbado y bípedo de la criatura. La mandíbula se distendió con infamia en una mascarada que evocaba rostros demoníacos.
Boris abrió su boca, pero no le salió palabra alguna... pues el terror retuvo su aliento en su laringe. La bestia, a un palmo, el doble de alto que el sacerdote, abrió su inmenso morro... y Andrés la embistió de costado con todo su peso. Ambos cayeron...
—¡Siga, Padre! —Gritó Finch con el rostro lechoso en la penumbra...
—Acábalos con furor—gimoteó Boris, azogado—. Acábalos para que no existan más y... sepan que Dios gobierna en Jacob..., hasta los confines de la tierra.
Un trueno cayó muy cerca, y todo desapareció en un destello blanquecino por un segundo. Las sombras retrocedieron a las paredes, y sus formas fueron horripilantes e indescriptibles... La Loba se irguió con un aullido, despidiendo vapores apestosos.
—¡Vuelvan, pues... al atardecer, y ladren como perros y rodeen la ciudad! —Dictó Boris con el pecho inflamado por la angustia—. ¡Anden ellos errantes para buscar qué comer; y si no se sacian... murmuran!
La Loba rugió, y la techumbre del salón se estremeció. Andrés consiguió levantarse, y cuando la bestia se giró para atacarlo... Nelson saltó sobre ella, convertido en una masa de pelaje pardo y ojos amarillos. Ambas bestias chocaron y se embistieron mutuamente, lanzando dentelladas y zarpazos...
—¡Pero yo cantaré de tu poder, y alabaré de mañana tu misericordia! —Anunció el Padre con la biblia en alto—. ¡Porque has sido mi amparo y refugio en el día de mi angustia! —La Loba se pasmó con el lomo erizado, se llevó las manos a la cabeza y se arrancó las orejas con un grito ahogado—. ¡Oh fortaleza mía, a ti cantaré alabanzas... porque eres, Dios! ¡Mi amparo, mi Dios de misericordia!
La loba se retorció de dolor ante la culminación de la oración, y el lobisón pardo saltó, y la empujó con las patas delanteras. La bestia cayó de costado, y Trina Rocca le vació un frasco de agua bendita... Un trueno ensordecedor le sacudió los tímpanos. La sombra escarlata que cruzó la habitación cuando terminó la oración lo atravesó, pasando sobre él, y desapareciendo como un espectro por el suelo. Aquel pelaje grisáceo teñido de sangre se deshizo en cenizas ardientes con un aullido indescriptible, y la carne se derritió para mostrar el cuerpo desnudo y moreno de Raquel. La joven permanecía inconsciente... y su piel destilaba un perfume divino.
—Hemos roto la maldición—replicó Trina con el pelo desordenado—. Pero, aquel demonio invocado, para temor nuestro, es Biltz... Un espíritu antiguo que atormentaba a los nativos, poseyendo sus cuerpos y devorando carne humana. Solo existe una bruja capaz de invocar un demonio maligno de esa magnitud... y lo único que la puede derrotar es un Brujo de sangre pura.
—¡¿Salvador?! —Gimoteó Andrés con el rostro congestionado—. ¡¿Dónde está Salvador?!
—¡El Demonio se lo llevó! —Gritó Ana con el rostro ceniciento—. ¡Una sombra negra brotó de las paredes y arrebató a Salvador con su garras a la esquina del salón!
—¡Desaparecieron! —Replicó Bianca, desde el suelo. Se había desmayado ante la visión del horror inenarrable que pasó junto suyo—. ¡Tomó a Salvador por el pescuezo y cruzó la habitación en un parpadeo! ¡Lo juro! ¡Un relámpago atravesó las paredes y esa... criatura negra desapareció!

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Sol de Medianoche
Genç Kurgu«En Montenegro hierve un caldero de oscuridad, es un pueblo gobernado por la superstición y la incertidumbre... Se situa al pie de una montaña embrujada, y por el corren ríos de magia, de historias, de bestias salvajes que se esconden entre los homb...