III.

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III.
—No solo fue un ladrillo lo que condenó al judío Lucas al Valle de Tinieblas—el presbítero Boris abrió la puerta del sótano con un crujido de la cerradura y el chirrido de los goznes oxidados. Un gas polvoriento los golpeó en los ojos—. ¡Que horror! ¡Esta puerta no se ha abierto en años! ¡Es un milagro que haya conseguido la llave!
El sótano de la capilla era un cuadrilátero alargado y vacío, cuya mampostería antigua asemejaba un ancestral nido de chamanes paganos. Las losas del suelo estaban sueltas, y las estatuillas de arcilla llenaban el espacio con siluetas antropomorfas y mefistofélicas. Artesanías de todos los tamaños y formas, desde cuencos con glifos hasta esculturas venusinas grotescas y figuras fálicas. La humedad había permanecido sellada por décadas, y respirar aquel aire viciado era insoportable.
—Como saben, Lucas construyó nuestra capilla en una sola noche. Pero, nunca tomó acción de deshacerse de los dioses paganos en su antiguo solariego, testigo de cientos de aquelarres malditos que llamaban fuerzas desconocidas. La Iglesia Católica envió obispos de alto nivel para exorcizar la Maldad de esta colina, y se llevaron consigo numerosos hallazgos y tratados. Los clérigos que han recibido el honor de residir en esta construcción, se encargaron de sepultar los secretos mágicos de tan infame figura, mucho antes de su canonización como Santo. San Lucas no es ni la sombra de la serpiente que fue...
Sam se adentró en aquella oscuridad polvorienta seguido de María, que miraba las esquinas como si el edificio fuese a contraerse y sepultarlos. Aquella era la intersección de numerosos túneles que conectan Montenegro, aprovechados por los colonizadores para escapar de los piratas y por los guerrilleros durante la sangrienta declaración de independencia. El alcantarillado cegaba algunas secciones con desechos sólidos, pero la mayor parte del laberinto pétreo era desconocido para los arquitectos del pueblo...
—Esa pared es falsa—señaló Sam—. La mampostería desprende un frío sepulcral, como si las hendijas no fuesen obstruidas por tierra.
Con esfuerzo, lograron desprender las rocas, que no estaban adheridas... y poco a poco abrieron una boca de lobo que se perdía en una gusanera ancha y abismal. Penetraron con cuidado, resguardados por la linterna y se adentraron en una fosa apestosa y húmeda. El sendero parecía lineal, pero a medida que se adentraban, describía una ligera curva en una bifurcación que iba más y más profundo al corazón de la colina. No había peligro de que el techo bajo del túnel colapsara, porque estaba firmemente tapiado con un material duro y reluciente como el pórfido. El tunel se ensanchó, y el Padre Boris regresó sobre sus pasos para llamar a Salvador...
En aquella cueva decrépita, de no más que unos metros de grosor, encontraron los resquicios de un posible agujero al infierno. El suelo terroso era tapizado con una alfombra de huesos pequeñitos y excrementos sulfurosos... Un camino recto se alzaba a un techo altivo que crecía con la abertura de unos escalones tallados en una especie de santuario oval en una colina hueca. Aquella cámara medía unos diez metros cúbicos, y se mantenía en por las uniones incólumes de bloques ciclópeos.
—¿Por qué Finchester?
—¿Finch? —María frunció el ceño—. No estamos en el mejor momento ni el lugar para hablar de eso.
—Es un idiota.
—Tú no lo conoces.
—Sí lo conozco, y es una mierda de persona.
—Lo juzgas sin saber cómo es él en verdad.
—Puede ser—Sam apretó los labios—. Pero tú eres una buena chica, y no puedo soportar que vayas por allí estando con...
—No soy una buena chica, Samuel—los dientes de María rechinaron en la oscuridad—. Y puedo hacer lo que quiera.
—¿Dónde has estado metida todas estas semanas?
—Ocupada.
—¿Ocupada? —Sam sintió sus orejas enrojecer—. Te han visto entrar y salir del Barrio Porvenir. Te juntas con los lunáticos del centro y haces preguntas indebidas sobre la Finca del Chaure y el culto que se congrega en esa hacienda.
—¿Me estás acosando?
—Me preocupo por ti.
María abrió los ojos como platos y palideció, por un instante creyó que el engendro iba a abalanzarse sobre sus cabezas.
—¿Estás enamorado de mí?
Sam enrojeció, y antes de poder voltear... sintió el revoloteo de un par de alas correosas agitando el aire sobre sus cabellos. Se agachó con un grito en los labios, y el chillido agudo le perforó los tímpanos. La cámara desapareció en una vorágine de gritos y un par de ojos refulgentes. María tiró de su brazo y echaron a correr, vislumbrando una masa de oscuridad y tentáculos que se retorcía, flotando, agitando sus apéndices y pregonando un chillido sobrenatural. Repentinamente, perdieron el sentido de la dirección y se escurrieron por un túnel estrecho mientras los perseguía el ser desconocido, hacía una gruta innombrable que descendía a un espacioso salón subterráneo. Cayeron rodando como dos plomos por una resbaladilla, y se encontraron en medio de una bóveda con canales en su parte superior y un pozo central de mampostería. Las formas que se desdibujaron en la absoluta ausencia de luz fueron grotescas y geométricas.
—No puedo ver nada—María estaba sobre él, aferrada a su pecho como un cervatillo herido.
Sam sintió la respiración caliente de la chica en su cuello y el vello se le erizó. María estaba postrada sobre él, en una postura lasciva con las piernas entrelazadas. Los dedos de la chica se cerraron sobre sus hombros. Sam se levantó con el rostro acalorado, y... por la respiración entrecortada de su compañera, notó que estaba acelerada.
—Quédate cerca de mí—exigió, nublado—. Es difuso, pero puedo distinguir las formas en la obscuridad.
María le rozó las mejillas con los dedos, y recorrió la superficie de sus cejas con inusitada incandescencia. La veía como una forma oval desdibujada por zarcillos negros. Sus ojos eran dos espectros oleaginosos en pozos hirvientes. Si pudiera describir las formas sinuosas que se recortaban en su visión, las asociaría con cuadros pictóricos y abstractos: en algunas ocasiones parecían las imágenes desfiguradas y antropomórficas abundantes en los esquemas de Picasso; otras veces, la abstracción artística de Van Gogh para proyectar remolinos cáusticos de nebulosas purpúreas.
Las superficies eran aterciopeladas por una sustancia densa y viscosa que permeaba las tinieblas como un hongo corrosivo. Los relieves toscos y erosionados de las paredes rocosas delataban la perenne acción de la humedad, socavando pronunciados agujeros en las esquinas de la caverna oblonga. El suelo desigual era atestado con excrementos apestosos... similares a plástico derretido.
María reprimió una arcada.
—¿Qué es ese olor?
—Parece... plástico digerido—soltó Sam, arrugando el entrecejo e intentando distinguir los olores mezclados en aquella sustancia grasienta que tapizada el suelo como una alfombra de desechos—. Huele a vómito... Parece como si una criatura intentase digerir el plástico con las enzimas de su estómago, y regurgitar el potaje para volverlo a ingerir. Y no es solo el suelo, dios... ¡Menos mal no puedes ver este horror! ¡Las paredes están cubiertas de este vidrioso vómito; adherido y repulsivo! ¡Parece una madriguera infernal construida por un...!
—¿Un qué?
—Es el pozo—Sam tomó la mano de María y se acercó a ciegas por ese agujero que conducía a un vacío de locura—. No deja de zumbar. Es molesto...
—Yo no puedo escuchar nada.
—La arquitectura de su construcción es muy antigua, y es revestido por una pátina verdosa—Sam sorbió por la nariz—. Es más antiguo que cualquier cosa construida por la humanidad. Lo sé... con solo contemplar la resonancia de su mampostería. No fue hecho por manos humanos, y que permanezca en el interior de esta colina hace eco sobre un pasado vestigial y desconocido... No es muy ancho, y temo que se haya secado hace millones de años cuando las venas de la tierra se pudrieron por los contaminantes. Creo que... estamos en el epicentro de la fuerza magnética ejercida sobre Montenegro.
»Una influencia emana del pozo como un miasma grasiento, e impregna el sistema del pueblo como una septicemia esparce sus pústulas en un cuerpo gangrenoso. Es horrible y febril, y... sea quién sea, respira y se retuerce en lo más profundo del canal. Las cadenas montañosas presionan esta piedra angular como las tenazas sobre una llaga infecta. Creo que... el engendro emergió de este pozo sulfuroso y...
Una música espantosa resonó hueca, y rebotó sobre las paredes plásticas despertando agudos chillidos. Los tintineos agudos lo estremecieron, y Sam extrajo el teléfono de su bolsillo. Lo estaba llamando Donna... y antes de poder cortar, una sombra escamosa se proyectó sobre ellos con las zarpas extendidas. María gritó en una caída, y Sam se sintió derrumbar bajo el pesado golpeteo de un batir de alas correosas. Lo que ante sus ojos se dibujaba con supremo horror e infinidad de formas grotescas, era la silueta antropomorfa de un murciélago abominable y demoníaco, de rostro ratonil y ojos abrasivos. Su morro era un bulto purulento y colmilludo, babeante de excrecencias blancuzcas y, de su vientre sobresalían los costillares cubiertos de pelaje hirsuto. Sus chillidos eran agudos e indescriptibles, como una cacofonía maldita de inmenso horror... Las alas draconianas se cerraron en torno a ellos como una manta de muerte, y los ojos refulgentes saltaron con estupor.
Ante sus ojos vio un arroyo turbulento, erosionando piedras con la fuerza del agua... Y, entornó los ojos para disipar aquella imagen.
Sam levantó una mano con los ojos cerrados, y sus dedos se cerraron sobre una superficie tosca, peluda y curtida con un relámpago de terror... Sintió un escalofrío salir de su brazo, y la cueva se redujo a un silbido vaporoso. El gemido de la criatura fue indescriptible, y pareció agonizar en una nube de vapor mefítico... Llorando y retorciéndose, batiendo sus alas y saltando con un reguero de sangre evaporada.

Sol de MedianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora