II.

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II.
—Ataca a los jóvenes que se pasean después del anochecer por los callejones solitarios—Melissa recortó las largas tiras de cordel para ensartar las cuentas agujereadas de piedras: jaspes, azabaches, turmalinas y cuarzos—. No ha habido víctimas, pero sí unos cuantos heridos que afirmaron ser acosados por una perra descomunal y rabiosa...
Sam comenzó a armar las pulseras de amuletos en la mesa de trabajo.
—¿Un nahual?
—No hay muchos en este país—la chica trabajó la artesanía con manos hábiles—. Mi abuela dice que los cristianos temen que se repita la tragedia de Clara Arciniega...
—El Presidente...
—Él ya no está, Samuel—los labios de Melissa Blanco formaron una mueca lastimera—. El vacío que dejaron los Protectores Espirituales con la insurrección del Culto del Meridiano... trajo como consecuencia el resurgir de la Comunidad Católica.
—Estoy seguro que él descubrió la verdad de Montenegro—Sam repasó las estanterías de la tienda esotérica—. Esa noche de Walpurgis, el Culto del Meridiano iba a catalizar la energía negativa del pueblo mediante un Ritual de Invocación... Pero, el Presidente se llevó a la tumba el secreto del origen. La razón de la Montaña del Sorte y...
—¿Qué tienes, Samuel?
—¿Qué?
—Te veo más apagado y callado que de costumbre—Melissa bajó el tono de voz—. ¿Pasó algo?
El timbrazo de la campana lo interrumpió. Un hombre diminuto y moreno como el carbón entró en la tienda, vestido completamente de negro y con el rostro nativo inmerso en una inescrutable paz. Llevaba el cabello corto, un rosario de piedras negras y una cruz oscura como un pendiente en su lóbulo. Reconoció aquella mirada avispada y la tez del café tostado...
—Samuel Wesen—se presentó Eduardo Túnez—. Mi hermano Saúl y mi sobrina Andrea desaparecieron en Montenegro el octubre pasado...
A Sam le zumbaron los oídos...
—No lo sé—titubeó—. Conocí a Andrea, y su padre era un Taumaturgo famoso en el pueblo...
Eduardo asintió, indeciso.
—Me he retirado de los llanos para saber qué ocurrió con mi familia. En el corazón del país se encuentran brujerías antiguas que transcienden los continentes... Encontraré a mi sobrina.
—Saúl enloqueció y mató a su hija—Melissa se cruzó de brazos, pálida. Sam pudo escuchar el temblor de sus piernas bajo la mesa—. La policía encontró medicamentos en su despacho, y tras su suicidio... no han podido encontrar el cadáver de Andrea.
Eduardo se cruzó de brazos con los ojos entornados.
—Mentira—se lamió los labios oscuros y carnosos—. Mi hermano amaba a su hija más que nada en el mundo...
—¿Entonces por qué la abandonaba en casa de los Blanco cada vez que podía?
—Era un hombre ocupado en sus expediciones. Se exponía a trabajos importantes y peligrosos con tal de terminar su investigación...
Sam rompió su silencio, con la mirada clavada en las cuentas de la mesa.
—¿Qué investigación?
—Era un mago reservado—el moreno frunció los labios—. Trabajó estrechamente por muchos años con los Masones de Ciudad Zamora y el Culto de Essenes... La Bruja Blanca Sohila Vaca, fue su confidente bajo pacto de Atadura. Magos de renombre como Zacarías Flores y Sabbatai Zevi, proclamaron su empresa vitalicia como el Opus Magnum de la magia cabalística. Pero, meses antes de su supuesto suicidio, los opúsculos que escribió con la recopilación de sus viajes... fueron robados.
—El Manicomio de Ciudad Zamora está a rebosar de lunáticos—replicó Melissa—. Aún seguimos llorando la perdida de Andrea, ojalá la hubiésemos protegido de ese loco. Se crió como una hermana pequeña en nuestra casa.
Eduardo asintió, y extrajo un cigarro de su bolsillo.
—El hubiera no existe—dio media vuelta y se marchó—. Se esconden secretos, los puedo leer en sus rostros...
Samuel se contorsionó, dio una vuelta con ímpetu, saltó y descargó una potente patada a la paleta que sostenía Jericó. La joven aulló cuando el aparato se le desprendió de los dedos.
—¡Que fuerza!
—Todo es técnica—estiró la pierna al aire—. Puliendo tu técnica y flexibilidad... mejorarás la potencia.
La pequeña morena bajó la mirada, era bastante enana para su edad. Salvador tampoco era muy alto, los García debían tener un defecto congénito en cuanto su altura. El Equipo de Artes Marciales del Colegio Bolivariano tenía en estima a Nelson desde que ganó el primer lugar juvenil en el Nacional celebrado en Chivacoa, Sam no consiguió participar por su permanencia en Montenegro durante las sucesivas desapariciones que tenían lugar cada noche hasta el apogeo del Octubre Rojo...
—¡Hernández! —El profesor Rafael se veía más envejecido y cascarrabias que desde su iniciación en el equipo su cabello canoso era cada día más pálido, y su rostro torcido escupía cuando gritaba—. ¡Párate, flojo! ¡Levanta esas nalgas!
Finchester se desperezó, desplomado en el suelo de goma del gimnasio.
—Profesor—hizo un puchero—. Sabe que mis pulmones fallan cuando corro más de un minuto...
Los entrenamientos de Rafael eran agotadores e insufribles. El año pasado se dedicó a pulir sus llaves y técnicas defensivas, ahora entrenaba para combatir y enseñar a los otros miembros de la Comunidad Católica. Salvador era rápido, pero se cansaba muy rápido por su naturaleza enfermizo; mejoraba bastante lento y no aguantaba el dolor. Podría decirse que su pequeña prima Jericó era más gracil y flexible, aunque su falta de potencia reducía sus victorias... Andrés ganó un par de combates en la competición, pero se concentraba mucho en lucirse ante las chicas.
—Esta raya en el diente—le contaba Andrés Rocca a Bianca, sonriendo en alarde—. Me la hizo el negro de dos metros de Ciudad Zamora... ¡Esquivé sus fintas, pero me alcanzó un golpe en el mentón! ¡Sentí que me movió los pensamientos! ¡Esa competición estaba amañada! ¡Él no tenía quince años! ¡Hubiera llegado a las semifinales!
Bianca y Ana eran las chicas más antiguas del equipo, y su participación en el Nacional no destacó por sus nervios. Al principio del año escolar el gimnasio era frecuentado, pero se necesitaba una mezcla de masoquismo y aptitud para continuar en el curso del exigente profesor Rafe; que sobreestima los esfuerzos humanos de los jóvenes. Jericó se iniciaba por responsabilidad, porque los líderes de la Comunidad Católica no podían depender de Samuel, Finchester y Nelson. Salvador sería algún día el presbítero de la parroquia...
Después del arduo acondicionamiento físico, y practicar la sucesión de patadas con los chalecos protectores... Sam cayó rendido junto a Finchester y Andrés. El único imperturbable era Nelson, que sudaba a raudales, pero le enseñaba las combinaciones de boxeo a unos jóvenes de primer año. Salvador le enseñaba las llaves de suelo a su prima. Finchester estaba fresco, pues solo asistía a las prácticas para verlos desfallecer y escuchar los gritos de Rafael.
—¿Quieren un cigarrito?
—Me voy a morir—Andrés estaba muy rojo—. Ya puedo ver a San Pedro...
—No creo que vayas al cielo—sonrió Finch, recostado de lado como un romano lascivo—. El último venezolano en entrar al Cielo fue mi tío...
—¿En serio eres familia del Santo?
—José Gregorio Hernández fue mi tío abuelo—se enorgulleció el pelinegro con una sonrisa cínica—. A mediados del año pasado el Vaticano envió sus emisarios para investigar respecto al Santo y sus Milagros médicos... Vinieron a mi casa y preguntaron por mi madre. Exhumaron su tumba, y vieron que el Médico de los Pobres seguía incorruptible... Se moriría de nuevo al saber que su sobrino se mete de todo. La Bruja Blanca de esta ciudad...
Andrés frunció sus cejas.
—¡No le digas así a mi tía!
—Bueno—se encogió de hombros—. Trina Rocca dijo que existe cierta conexión con los antepasados... Puede que mi tío también haya estado en contacto con el mundo espiritual. Recordemos que nuestros primeros médicos fueron chamanes y curanderos, que... con el pasar del tiempo fueron descubriendo el poder curativo de la Tierra y sus plantas, que hoy en día son sintetizados en pastillas. No había instrumento, ni términos científico... solo el poder del descubrimiento e intuición. Para mí... eso es magia. Todo ser vivo carece de dicha fuerza creadora, es algo que va más allá de lo natural. Un portal energético al mundo invisible del animismo al que muy pocos son capaces de acceder mediante un mecanismo secreto y hereditario...
—Suenas como Ritchie—replicó Andrés—. Desde que migraron a Montenegro los distintos círculos herméticos... todo el mundo perdió la cabeza. Esos Essenes le lavaron el cerebro a Ritchie, tanto así, que se afeitó su larga cabellera y me dijo que va a dejar la escuela para dedicarse a los Misterios Mayores y a las enseñanzas de la Conciencia Superior... Antes soñaba con emborracharse hasta perder el conocimiento y despertar rodeado de mujeres desnudas, ahora, lo único que añora es su Bar Mitzvah—bajó la mirada y suspiró—. El año pasado mi tío se consagró al Culto del Moloch y las ofrendas de fuego en Apure. Las sectas me están quitando a mis amigos...
—¿Tienes más amigos? —Finch reposó el mentón sobre su puño—. Recuerda que pertenecemos a la Comunidad Católica, pero somos laicos de corazón... ¿verdad, Samuel? —el delgaducho le palmeó la pierna—. ¿Samuel?
—¿Por qué ustedes no tienen novia?
—Porque somos unos raros.
—No puedo dejar de pensar en Donna...
Andrés carraspeó.
—Yo sí quiero una novia.
Finchester frunció sus labios y se dejó caer aún más en el suelo.
—Me di cuenta de lo desgastante que puedo ser, por eso... opté por alejarme, encargarme de mis problemas solo y no ser una carga para los demas. Tarde o temprano saldré de este hoyo—cuando se ponía nihilista, no había quien lo callase—. Soy una de esas personas rotas que prefiere alejarse... porque sabe que solo puede hacer daño.
—¿Creés que estoy roto?
—Todos tenemos cicatrices—Finch se pasó una mano por las muñecas repletas de largas y profundas marcas de cortes—. Las llevamos día a día, aprendiendo a vivir con ellas y dejándolas llorar de vez en cuando...
Después de la práctica, el grupo se diseminó a través de la Calle San Gregorio que discurría por todo el centro de Montenegro. Nelson debía tomar un atajo al Barrio Porvenir a través del Bosquecillo Encantado que bordeaba el bulevar, y Finchester lo acompañaba hasta la entrada de la foresta; ambos se sentarían a fumar y tomar refrescos hasta el anochecer. Andrés vivía en el sur, en Montessori, vecindario arracimado al pie de la colina donde se erguía la Iglesia Maldita de San Lucas; los García vivían contiguo en una casona. El grupo se fue desmembrando hasta que Samuel ascendió por la subida que conducía al norte, y centro, de un poblado que brotaba sobre la superficie montañosa como las setas tras la tempestad en un tocón podrido. Atardecía en Montenegro, y el cielo aurífero se deshacía en tonos purpúreos que derramaban fulgores ígneos sobre las fachadas de terracota y machimbrado que pululaban en el epicentro. Al noroeste se distinguía, sobre los tejados tostados, la mítica e inmemorial Montaña del Sorte, corazón de la Brujería Venezolana en conmemoración al espíritu de María Lionza y su panteón de tulpas. La montaña prominente y boscosa era presagio de hechizos pertinentes y ofrendas a los Oráculos y los Duendes. Durante décadas los Cultos del Valle del Silencio ejercían peregrinaciones, invocaban Orishas y consumaban sus ritos ceremoniales en los distintos niveles mágicos. Pero, hace tres centurias... sobre la cadena montañosa se irguieron monolitos de piedra negra, donde danzaron diablos en tronos herejes durante festines nativos de sacrificios humanos. Durante la Guerra de Independencia, el Libertador Simón Bolívar, masón de renombre, profanó las sepulturas y trasladó los pedruscos en embarcaciones que se hundieron en los abismos oceánicos... borrando aquellos palimpsestos sobre crónicas blasfemas.
Samuel descendió por una depresión abrupta en callejones que conducían a vecindarios herméticos. Al atardecer Montenegro caía en silencio, puesto que las fechas de jolgorio transcurrieron satisfactoriamente el mes pasado... Las personas se preparaban para la Semana Santa con cruces de palma en sacra comunión.
Una luna translúcida se dejaba ver en un firmamento agonizante... y las nubes rosáceas acontecían a un sol fundido en el horizonte montañoso. La oscuridad pesaba en tentáculos fantasmales... y las casas apretujadas en las calles estrechas daban paso a acechanzas. Sam espabiló ante un gruñido espectral, y miró una gruta entre dos edificios que atajaba a un vecindario encerrado en una calle ciega.
Le pareció percibir un destello nacarado y el rumor de un pelaje zarrapastroso. Aquella bestia lobuna se desdibujó en la sombra de la gruta como un fantasma cuadrúpedo... mostró los dientes amarillentos con una mueca indescriptible. Dio un par de pasos atrás con la boca reseca, e intentó percibir la humedad del ambiente: seco y mustio.
«Un anillo de arcilla verdosa me rodea—imaginó Samuel, con la mandíbula apretada—. Se levanta una polvareda, y el remolino envuelve mi cuerpo».
La loba prominente flexionó sus patas con el lomo erizado y los ojos castaños brillantes... Sus mucosas estaban ictericias. Sam se crispó, con los hombros tensos y los puños apretados.
«El viento se convierte en agua cristalina y turbulenta. —Ladró, y saltó en una embestida bestial... Sam sintió el aliento apestoso de la loba golpear su rostro—. El líquido se torna bituminoso como el aceite antes de estallar en llamas rojizas».
Los colmillos de la loba grisácea impactaron contra el Reflejo de los Cuatro Elementos que Samuel extendió ante sí. La bestia lanzó dentelladas y zarpazos al muro invisible que los separaba con vibraciones que deformaban la luz en mareas surrealistas. No perdió la concentración, aunque el ímpetu del animal era de temer... Su pierna aún seguía entumecida y no podía realizar esfuerzos físicos tremendos. Estiró una mano de dedos extendidos a la fiera: una maraña de pelambre y espumarajos.
Pensó en su Imagen Elemental idónea: un paisaje montañoso de espesa foresta, con un firmamento oscuro moteado de estrellas y una gigantesca luna azul.
Un latigazo de calor recorrió su brazo, y salió de su cuerpo con un escalofrío... El chisporroteo de partículas ionizadas bañó a la loba en un destello de chispas carmesíes... La lluvia de quintaesencia roció el espeso pelaje como una llamarada, y no tardó en reducir el pelo harapiento a piel chamuscada y tiras de músculo. El anímalo chilló en un gemido grotesco, y se redujo a una montaña de cenizas sangrantes... En aquel cúmulo ardiente se retorció una jovencita de piel ambarina y ojos castaños. Era Raquel...
—¡Ayúdame, Samuel! —Suplicó, desnuda, ensangrentada y bañada en cenizas. Parecía envuelta en un vestido escotado de plumas negras—. ¡Me estoy quemando! ¡El Diablo se está llevando mi alma! ¡Ella quiere que le lleve jóvenes para conjurar un hechizo horroroso y... arrastrarlos al infierno!

Sol de MedianocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora