V.
—Samuel Wesen—aquella voz de trueno le pareció familiar—. Tú, de todos...
Sam se deslizó por la casona de numerosas habitaciones y techo alto, del que colgaban espesas telarañas de luz. Las paredes forradas con pinturas horripilantes ofrecían un espectáculo sepulcral e innominable de ídolos morbosos. Aquel era el salón principal, amueblado con toscos sillares de cuero y mesas ornamentadas. La figura que lo esperaba, de pie, ante un altar de pórfido, vestía una sotana oscura ceñida con un fajín violeta, y llevaba un yelmo plateado sobre la cabeza, con la forma de un lobo sonriente y fantástico. Unos ojos misteriosos brillaban en los orificios de la máscara...
—Quizás la más grande y mejor lección de la historia es... que nadie aprendió las lecciones de la historia.
—¿Qué significa la Finca del Chaure?
El Lobo Sonriente levantó un dedo enguantado. No llevaba ningún adorno o parafernalia.
—Cada día nos aproximamos más a un colapso inminente. Los teóricos dicen que la humanidad ya ha alcanzado niveles tecnológicos avanzados en el pasado, pero... debido a algún evento, se produjo un colapso en la sociedad donde perdimos todo nuestro conocimiento. La dependencia a los combustibles fósiles y el cambio climático... están contribuyendo paulatinamente a este episodio de retroceso.
Sam dio un paso, indeciso.
—¿Y quieres comenzar una guerra para ejercer una tiranía?
El Lobo Sonriente negó, y su yelmo lanzó destellos plateados.
—Con humanidad y democracia nunca han sido liberados los pueblos—levantó sus manos envueltas en cuero negro—. No sabes nada, Samuel Wesen. Una élite ha sido consciente de este caos venidero, y está tomando medidas para protegerse a sí misma y a sus familias... mientras el resto de la humanidad será condenada a la destrucción. La sociedad no ve nada porque se mantiene en un estado de profunda hipnosis. ¿No entiendes? Nunca antes la gente había vagado en la oscuridad como ahora. A una persona no se le da la oportunidad de detenerse y comprender lo que está sucediendo. Las series interminables, una más tonta que la otra; el escenario vulgar, las películas lujuriosas o agresivas... influyen suavemente en el subconsciente, cultivan el espíritu del egoísmo y la violencia. Una persona corriente bajo esta influencia, en un corto período de tiempo... se convierte en un animal sin escrúpulos que lleva una vida sin sentido.
»Este grupo controla todo lo que sucede en nuestro planeta: desde los gobiernos y las finanzas, hasta los medios de comunicación y la tecnología; manipulando las mentes de las masas a través de la malversación de información y la creación de falsas narrativas mediante el entretenimiento. Es probable que nuestro sistema financiero haya sido diseñado para mantenernos atrapados en la deuda y la esclavitud moderna.
»Existen tecnologías avanzadas y descubrimientos científicos que se mantienen ocultos al público, para mantener el poder y control en manos de la élite global. Algunos teóricos dicen que hay vida extraterrestre que ha estado en contacto con nuestra raza durante años, pero... que se mantiene en secreto para evitar el pánico en la población. Vagando en las tinieblas, logré comprender la importancia del terror físico para con el individuo y las masas.
La sangre se le enfrió en las arterias del cuello, y llevaron un torrente frío a su cerebro. El Lobo Sonriente llevó las manos a los broches del yelmo...
—Una sociedad idiotizada que promueve el consumismo y la infantilización, estará destinada a la ruina por estancamiento e ignorancia.
—Me convencería de tus creencias—Sam apretó los puños—. Pero, creo que lo único que me queda es aferrarme a las propias... ¿Qué nos quedará además de la libertad?
—La libertad es una ilusión, el deseo de ser libre solo puede ser concebido cuando eres prisionero.
El Lobo Sonriente soltó los broches, y se quitó el yelmo de plata para revelar el rostro risueño y bien parecido del Presidente Gerardo. El cabello rubio refulgía con destellos auríferos... Sam no podía creer la identidad de aquel que mago negro que dirigía el Culto del Meridiano.
—Mañana muchos maldecirán mi nombre—dijo el Presidente, sus ojos dorados resplandecían—. No es mi ambición esto de estar en guerra, pero sí... derrocar la tiranía que lleva este mundo a la destrucción. Bajo nuestro mandato... la Estrella de Nueve Puntas se alineará con las estrellas. Azzaroth consumirá el Alimento Sagrado, y podremos infundir nuestra voluntad en los Gigantes de la Tierra. Acabaré con el egoísmo humano, y fundare un planeta que procuré engendrar individuos sanos. Modificaré a la humanidad para que solo puedan reproducirse los más aptos, comenzando el primer ciclo con diez años de esterilidad homogénea.
—Presidente—Sam negó con la cabeza—. Nadie es quien para decidir sobre las decisiones individuales.
Gerardo frunció el ceño.
—El hecho de que personas enfermas o incapaces pongan hijos en el mundo es una desgracia. En tanto, que el abstenerse de hacerlo es un acto honroso—señaló con su mano un imaginario mundo exterior—. Míralos, Samuel. ¿Crees que saben lo que hacen como sociedad? Son monos incapaces de mantenerse en unidad. La Corte de Magiares y la Cumbre Escarlata se han disputado la hegemonía de este mundo en guerras sangrientas y tragedias sin nombre. El egoísmo de los poderosos me hace desear la muerte para todos... El mundo es mucho más que esta telaraña de acero, y con el poder de los Tres Guardianes seré capaz de someter a este séquito de demonios que gobiernan las naciones. El hechizo de Algarrobo me entregará la voluntad del todopoderoso Ziz de los Cielos, del vagabundo Behemot de la Tierra, y del abominable Leviatán del Mar.
—Lo siento, Presidente—Sam apretó los dientes y dio un par de pasos, decidido—. Puede que yo sea el enloquecido, pero... masacrando y creando caos el mundo no va a mejorar.
—¿Alguna vez fue bueno? —Gerardo sonrió, trémulo—. Creí que lo entenderías, pero... olvidaba que perteneces a esa cúspide de la jerarquía plutócrata que lleva las riendas del mundo en su fuero de autocracia y nepotismo. Se han apoderado de los continentes sacrificando sus hijos a demonios, y consumando orgías de sangre para complacer el hambre de sus rituales.
—Entonces, usted no es diferente de ellos...
—¿En qué crees, Samuel Wesen?
—Creo que todo lo que necesitamos es amor.
Gerardo sonrió de forma sincera, y asintió con la cabeza antes de apretar los puños y cambiar su semblante a una mueca hostil. Sam se tensó como una cuerda cuando sintió aquellos ojos dorados clavados en los suyos. Había muerte en aquellas esferas de oro macizo, y... un profundo matiz de tristeza que no lograba descifrar.
Las luces perdieron intensidad, y Samuel se lanzó con una sucesión de patadas. Gerardo levantó las palmas para defenderse, y al contacto con sus manos... perdió toda potencia y velocidad en las piernas. Sam no dudo de su intención, parecía golpear en falso a un ser gelatinoso. Descargó otras cuatro patadas rápidas, girando para no perder inercia y equilibrio... pero el rubio ni se inmutó.
El pelirrojo saltó atrás, y embistió con un puño cerrado. Gerardo atrapó el puño con sus dedos, pero su cuerpo no sufrió ningún retroceso... Sam estaba seguro de haber asestado con bastante fuerza en la mano del joven, pero... ¿dónde fue toda esa potencia?
—¿Cuál es el principio de conservación de energía?
Sam arqueó las cejas en una mueca, y desde su puño prisionero, hasta las costillas y los dedos de los pies... fue embestido por una fuerza desconocida, que lo proyectó con toda la potencia acumulada en forma de energía cinética. Dio un par de vueltas en el aire y su cuerpo impactó contra una pared robusta...
—Es una mutación del Cometa de Sangre—Gerardo abrió y cerró los puños—. Mediante el tacto, puedo adsorber y controlar las distintas formas de energía. Mi cuerpo es un transformador viviente.
Sam tosió, y la boca le supo a herrumbre. Sentía el cuerpo molido, y las costillas adoloridas.
—Yo te admiraba, Presidente—consiguió ponerme de pie. Le dolían los moretones de las piernas, y sangraba por raspones en los codos—. Creí que luchabas por los jóvenes de Montenegro, pero ahora... veo que solo luchas por ti mismo. Eres un egoísta disfrazado de puritano.
—Voy a ser sincero contigo, Wesen—Gerardo se tronó el cuello, y flexionó los músculos de las piernas—. He visto cuán desagradable pueden ser la mayoría de las personas... He amado he sido objeto de burlas y me han destrozado el corazón. ¡Solo quiero destruir todo este manicomio!
Con energía impropia, Gerardo aceleró como un bólido... Sam dio una vuelta de carro, y evitó que el rubio lo estampé contra la pared, que se deshizo ante sus puños con un estallido de polvo. Sam dio un golpe, y se encontró con el codo de su contrincante... volvió a responder con una patada, y Gerardo la detuvo con un movimiento de su mano. Se sintió como golpear en malvavisco mullido. El rubio le puso una mano en el pecho, y Sam fue empujado por un torbellino violento... Se mantuvo de pie, arrastrado unos centímetros y...
Ante la electricidad que reverberó en sus entrañas, esgrimió una esfera de incandescencia carmesí... candente y condensada, y la lanzó, imaginando que el color rojo salía de su brazo con un escalofrío. Gerardo levantó una mano para adsorber aquella quintaesencia desconocida, el guante chisporroteo y se deshizo en jirones... pero consiguió drenar la incandescencia con sus vías energéticas. Los ojos del rubio destellaron con un fulgor amarillento...
—Los Sonetistas conducirán este mundo a la destrucción—anunció el Presidente. Su mano desnuda despedía vapor, y electrificación ionizada—. La Corte de Magiares se ha posicionado en la cúspide de cada esfera social, Wesen. Los demonios de la Isla Esperanza son más egoístas que yo: su agenda es la esclavitud y la sodomización de las sociedades. En cambio, mi plan es, inconscientemente, purgar a la humanidad para evitar su aniquilación... Tendré el poder y la responsabilidad de decidir sobre diez mil millones de vidas. Habrá caos, y la Cumbre Escarlata y la Corte de Magiares querrán derrocar mi tiranía... pero con los Titanes del Mundo doblegados bajo el Ojo de Meridiano, nunca podrán detenerme. Destruiré a los poderosos, y el mundo caótico será regido por reglas que lo lleven a la divina armonía. Mientras me quede un soplo de vida en los pulmones, intentaré hacer de este mundo un lugar mejor.
—¡Prefiero que los humanos destruyan el planeta bajo sus propias decisiones!
—No sabes lo que dices...
—¡Pienso que tienes una visión muy infantil de la humanidad!
—¡No entiendes, Samuel! —Gerardo lo señaló con su mano y despidió una telaraña de relámpagos cerúleos—. ¡Este mundo solo cuenta con la subsistencia prospera para tres mil millones de personas! ¡Y esa cifra se triplicó este año! ¡Una catástrofe sin precedentes acontecerá, porque los seres humanos son incapaces de colaborar para construir un mundo mejor!
Sam corrió, saltó y se escondió de aquella tempestad eléctrica que esparció la destrucción por el salón. Destrozando muebles, quemando pinturas y abriendo grietas en las paredes. La telaraña de rayos silbó como un incendio consumidor. El chorro de relámpagos galvanizadores se evaporó rápidamente, y Sam sintió su corazón dando un tumbos. Había corrido muy rápido, y tropezado con los obstáculos esparcidos. Intentó erguirse, y recibió una potente patada en el estómago que lo levantó un metro del suelo... Algo se rompió con un crujido, y quedó sin aliento, retorciéndose y sordo.
—El egoísmo y la estupidez humana no tienen límites—replicó Gerardo—. Cada ser vive aislado en la telaraña de acero que la Corte de Magiares creó para alienar sus mentes. Hace doscientos años que comenzaron con su dominancia mundial, pero... se les ha escapado de las manos... y pronto no habrá mundo que gobernar.
Sam se apretó las costillas adoloridas. La sangre caía en gotas hirvientes de su frente, evaporándose en niebla rojiza.
—¿Y qué hay de tus amigos?
Gerardo negó con la cabeza.
—Quiero... suicidarme sin arrepentimientos.
—¿Y el amor? —Sam se limpió la sangre del cuello, llenándose los dedos de líquido pegoteado—. ¿Qué hay de Mariann? La amabas... ¿dejarás que ese dolor te consuma?
El Presidente dudó, y Sam le lanzó la sangre... Los coágulos se endurecieron en agujas punzantes. Una se incrustó en el pecho de Gerardo, y otra en su muslo. Sam se lanzó nuevamente, y consiguió alcanzarle un golpe al rostro... Gerardo retrocedió con un hilo de sangre corriendo por su mejilla. El pelirrojo lo atacó, dando giros y patadas, sin aliento y cubierto de sudor hirviente. Las gotas de sangre caían al suelo, y ambos iban retrocediendo y avanzando respectivamente. Gerardo defendía los golpes con sus codos, y evitaba las patadas... Sam lo atacaba rápidamente, sin darle oportunidad para contraatacar. Hizo una finta, y le descargó una potente patada lateral al rostro seguido de una patada gancho con toda la inercia...
Gerardo se encogió con la nariz sangrante, y Sam sintió una palmada en la pierna que atacaba... seguido de un frenesí que lo arrebató a toda velocidad. Fue arrastrado por aquella energía cinética acumulada en una dirección, y se encontró con el primer muro en un doloroso choque. Quedó inmóvil, llorando y gimiendo de dolor ante el estallido de los huesos de su pierna. Estaba seguro que estaba rota, y que había impactado con gran parte de su cuerpo acelerado contra la pared.
—Se acabó, Samuel—Gerardo se limpió los coágulos de la nariz. Una de sus cejas estaba rota y manaba un hilo rojo. La mancha oscura en su pecho sangraba abundantemente, cubriendo su túnica con un líquido oscuro—. Pronto, el ritual habrá terminado... y el Ojo de Meridiano mirará a nuestro mundo.
Sam intentó arrastrarse, y gritó de dolor al no poder flexionar su pierna rígida... No podía moverse sin retorcerse de dolor por los huesos que sobresalían de su piel. Recostado de lado, cubierto de sudor y sangre... apoyó la espalda contra la pared y consiguió sentarse con un esfuerzo sobrehumano. Gerardo le dio la espalda, mientras se retiraba a los aposentos donde se llevaba a cabo el ritual de invocación. Samuel levantó una mano en dirección al rubio, con la vista nublada por la perdida de fluidos y el dolor, y... juntó todo su dominio para crear una flecha alargada con los líquidos que escapaban de su cuerpo. El sudor y la sangre formaron una línea escarlata...
Apuntó con el dedo, y tensó aquel arco imaginario con los brazos adoloridos. Todo se reducía a la forma negra que se alejaba, el resto de su mente se vació... La flecha de sangre se tensó, y salió disparada como un relámpago... atravesando la túnica, la carne y el hueso del Presidente por la espalda como un arpón. Escuchó un grito, y Gerardo se pasmó con aquella saeta sanguínea naciendo de su pecho. Dio media vuelta, y la sangre manó de su boca... cuando se asfixió.
—¡Samuel! —Se acercó, con aquel arpón endurecido dándole muerte—. ¡Ellos ya están aquí!
Dio un par de pasos a Samuel, que no pudo moverse... quedándose petrificado ante la imagen del Presidente ensangrentado. Gerardo se acercó lo más que pudo, hasta que sus piernas fallaron y cayó de rodillas... frente a él. Un semidiós arrodillado en un charco carmesí. Tosió, y un chorro de sangre brotó de su boca... El Presidente buscó un sobre en su túnica y le entregó una carta salpicada de rojo.
—No importa si duele...
—Lo siento...
Las lágrimas rodaron por los ojos de Gerardo. El brillo inusitado en sus iris cristalinas nunca le pareció tan bello y melancólico...
—Entregale esto a Mariann, por favor—le sonrió, con los ojos oscurecidos al pronunciar aquel nombre.
—Presidente...
—Prométeme.
—Sí...
—Cuando la veas, no le digas la verdad de mi muerte—Gerardo se lamió los labios amoratados—. Si no vuelve a verme, pensará que la abandoné, seguirá esperando mi regreso y... podrá llorarme.
Sam apretó la mandíbula.
—Eso es...
El Presidente sonrió, lastimero.
—¿Egoísta? —La flecha en su pecho perdió dureza y se disolvió en polvillo sangriento—. Sí, creo que fui muy egoísta... Traté mal a los que me quisieron.
Dos sombras altas y oscuras entraron al salón destrozado. Eran dos hombres de gabardina negra y sombreros de copa... Corrodo Gini y Freduar Wesen irrumpieron en el silencio con modelas irreales y disimulados. Los fantasmas oscuros resplandecían con extrañas presencias imponentes. Los ojos aguamarina de Gini lanzaron destellos cerúleos cuando sonrió... y miró a su padre como si viese un circo surrealista.
Sam sintió la boca llena de sangre.
—¿Papá?
—Hemos liberado a los prisioneros que iban a ser ofrecidos como Alimento Sagrado—dijo Fred, con los ojos rojos refulgentes—. Destruimos el altar... sellamos el círculo mágico y matamos a todos los ocultistas que seguían al Lobo Sonriente.
Gerardo bajó la mirada, con el rostro ceniciento y una sonrisa mórbida en los labios. Su expresión era inescrutable, y Sam sintió compasión por aquel joven delgaducho. Parecía un dios arrodillado dignamente ante su ejecución celestial.
—El líder del Culto de Meridiano era solo un niño—Gini se acercó con los zapatos lustrosos manchados de sangre—. Sin amores, ni rencores.
El mago levantó una mano, y sopló una ventisca feérica y silbante. Sam cerró los ojos ante el sonido blasfemo de cientos de cuchillas demoníacas, rebanando y cercenando la carne. Los invisibles sables del diablo convirtieron a Gerardo en una montaña de carne picada, con un estallido húmedo y rojo.
—El Culto de Meridiano ha sido clausurado.

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Sol de Medianoche
Dla nastolatków«En Montenegro hierve un caldero de oscuridad, es un pueblo gobernado por la superstición y la incertidumbre... Se situa al pie de una montaña embrujada, y por el corren ríos de magia, de historias, de bestias salvajes que se esconden entre los homb...