132 d.C
Aemond había escuchado rumores sobre Alys Rivers, una mujer enigmática conocida por sus habilidades de curación y su belleza inigualable. Durante sus viajes y batallas, su nombre había surgido repetidamente, susurrado en tonos tanto de admiración como de miedo. A medida que los conflictos se intensificaban, Aemond decidió buscarla, no solo por sus habilidades, sino también por la curiosidad que la rodeaba.
Llegó a Harrenhal al atardecer, el cielo teñido de tonos rojos y anaranjados. La fortaleza, imponente y antigua, parecía estar envuelta en un aura de misterio y poder. Fue conducido a los aposentos de Alys, donde la encontró esperándolo con una mirada penetrante y una sonrisa enigmática.
—Príncipe Aemond —dijo Alys, su voz suave y seductora—. He oído mucho sobre usted.
Aemond, a pesar de su determinación, no pudo evitar sentirse intrigado por la mujer frente a él. Con su cabello oscuro y sus ojos brillantes, Alys poseía una belleza casi sobrenatural.
—Y yo sobre ti, Alys Rivers —respondió Aemond, tratando de mantener su compostura—. He venido en busca de tus habilidades de curación.
Alys se acercó, sus movimientos gráciles y seguros.
—Las heridas del cuerpo son fáciles de sanar. Las del alma, en cambio, requieren algo más... profundo.
Aemond sintió un escalofrío recorrer su espalda mientras las palabras de Alys resonaban en la habitación. Había algo en su tono, una promesa velada que lo atraía más de lo que quería admitir.
—Estoy dispuesto a lo que sea necesario —dijo, tratando de ignorar el creciente deseo dentro de él.
Alys sonrió, un gesto lleno de promesas y secretos. Lo guió hacia un rincón de la habitación, donde una mesa estaba dispuesta con frascos de pociones y hierbas. Comenzó a preparar una mezcla, sus movimientos precisos y elegantes.
—Bebe esto —dijo, ofreciéndole un cuenco—. Te ayudará a relajarte y a abrir tu mente a nuevas posibilidades.
Aemond tomó el cuenco y bebió el contenido sin vacilar. El líquido tenía un sabor extraño, pero no desagradable. Sintió una calidez extenderse por su cuerpo, relajando sus músculos y nublando ligeramente sus pensamientos.
Alys se acercó más, sus manos recorriendo suavemente su pecho y hombros.
—Las guerras dejan cicatrices profundas, Aemond. Pero hay maneras de encontrar consuelo, incluso en medio del caos.
Antes de que pudiera responder, Alys lo besó, un gesto suave pero lleno de pasión. Aemond respondió, sintiendo cómo la tensión y la dureza que lo habían acompañado durante tanto tiempo comenzaban a desvanecerse. Sus manos exploraron el cuerpo de Alys, descubriendo cada curva y cada secreto.
La noche avanzó en un torbellino de deseo y pasión. Alys lo llevó a su cama, sus movimientos llenos de una gracia y confianza que lo fascinaban. En la oscuridad de la habitación, se entregaron el uno al otro, sus cuerpos unidos en un baile de placer y conexión.
Aemond perdió la noción del tiempo, cada momento con Alys era un descubrimiento, una exploración de sensaciones y emociones que nunca había experimentado. Sentía una mezcla de alivio y éxtasis, como si finalmente hubiera encontrado un lugar donde podía ser él mismo, libre de las cargas y responsabilidades que lo perseguían.
Cuando la madrugada comenzó a teñir el cielo de un azul pálido, Aemond y Alys yacían juntos, sus cuerpos entrelazados y sus respiraciones sincronizadas. Aemond no podía recordar la última vez que se había sentido tan en paz, tan completo.
—Alys —murmuró, acariciando suavemente su cabello—. Esta noche ha sido...
—El comienzo de algo más grande —terminó Alys, su voz llena de promesas—. Príncipe, juntos podemos encontrar un nuevo camino, uno que trascienda las sombras de la guerra.
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El último dragón: La casa del dragón
Novela JuvenilEl último dragón: La Saga Targaryen ofrece una mirada profunda a las complejidades de la política familiar, el amor y el poder en la casa Targaryen. A través de los ojos de Rhaena, la novela explora la tensión entre el deber y el deseo, la lealtad y...