Capítulo 42: La Caída del Dragón

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Capítulo: La Caída del Dragón

137 d.C

El sonido del mar golpeando contra las rocas era el único testigo del doloroso arrastrar de Aemond Targaryen. Había logrado llegar a Marcaderiva, pero Vhagar, su poderoso dragón, yacía muerto a unos metros de distancia, su cuerpo inmenso inerte sobre la playa. Aemond, herido y ensangrentado, usó las pocas fuerzas que le quedaban para arrastrarse hacia una cueva cercana, buscando refugio y ocultarse de cualquier mirada curiosa.

Las horas pasaron lentamente. La respiración de Aemond era pesada y forzada, cada movimiento enviaba oleadas de dolor a través de su cuerpo. Dentro de la cueva, el aire frío le mordía la piel, pero al menos estaba a salvo, por el momento. Sabía que su tiempo era limitado, las heridas eran graves y la pérdida de sangre, considerable.

Con el primer rayo de luz del amanecer, los rumores comenzaron a extenderse por Marcaderiva. La noticia del cadáver de Vhagar, el dragón legendario, atrajo a muchos curiosos y aldeanos, ansiosos por ver al gigante caído. Pronto, la playa se llenó de gente, susurros y gritos de sorpresa resonando en el aire.

Entre la multitud, se destacaba una figura imponente, Corlys Velaryon, el Señor de las Mareas. Con su cabello plateado ondeando al viento y una expresión de asombro y tristeza en su rostro, Corlys se acercó al dragón muerto. Tocó suavemente las escamas de Vhagar, sintiendo la fría realidad de la pérdida.

—Nunca pensé que viviría para ver esto —murmuró Corlys, más para sí mismo que para los demás.

Los aldeanos comenzaron a murmurar entre ellos, sus ojos llenos de preguntas y temores. ¿Dónde estaba el jinete de Vhagar? ¿Qué había sucedido realmente en la batalla?

Mientras tanto, en la cueva, Aemond escuchaba el creciente bullicio. Sabía que su tiempo de ocultamiento se agotaba. Necesitaba un plan, algo para asegurarse de que no lo encontraran en ese estado vulnerable. Su mente trabajaba con dificultad, luchando contra el dolor y la fatiga.

Las horas continuaron avanzando, y la multitud en la playa creció. La noticia del dragón muerto se había esparcido rápidamente, atrayendo a más y más personas. Algunos buscaban respuestas, otros simplemente querían ser testigos de un momento histórico.

Finalmente, el sonido de los cascos de los caballos y las voces de los soldados rompieron el aire. La guardia de Marcaderiva había llegado, liderada por Corlys. Ordenaron a la multitud retroceder y comenzaron a inspeccionar el área, buscando cualquier señal de lo que había sucedido.

Dentro de la cueva, Aemond se preparó para lo peor. Cada sonido era un recordatorio de su fragilidad actual. Necesitaba curarse, recuperarse, y sobre todo, necesitaba un aliado. Pero en ese momento, todo lo que podía hacer era esperar, oculto en la oscuridad, esperando que la marea de curiosidad pasara y le diera una oportunidad de escapar, de vivir un día más y planear su próxima movida en el Juego de Tronos.

El cielo nocturno sobre Desembarco del Rey estaba despejado, permitiendo que la luz de la luna iluminara las calles y los techos de la ciudad. Rhaela, con su mirada fija en el horizonte, recibió la noticia que tanto temía. Un mensajero llegó agotado, su rostro pálido y ansioso, informándole del hallazgo en Marcaderiva: el cuerpo de Vhagar, el dragón de Aemond, muerto en la playa, y sin señales de su jinete.

Sin perder un segundo, Rhaela se dirigió a los establos donde descansaba Ignis, su majestuoso dragón dorado. Su corazón latía con fuerza, la incertidumbre y el miedo a lo desconocido empujándola a actuar. Ignis, percibiendo la urgencia de su jinete, soltó un rugido poderoso mientras extendía sus alas.

Bajo la protección de la oscuridad, Rhaela montó a Ignis y, con un solo comando, el dragón despegó hacia los cielos. El viento frío de la noche le azotaba el rostro, pero su determinación era inquebrantable. Sabía que tenía que encontrar a Aemond, y que debía hacerlo sin llamar la atención.

El último dragón: La casa del dragónWhere stories live. Discover now