Capítulo: La Noche de Rhaela y el despecho punzante
133 d.C
Las sombras de la noche se cernían sobre Desembarco del Rey, y la ciudad vibraba con la energía oculta y peligrosa que solo se manifestaba después del ocaso. Rhaela, con la mente nublada por la bebida, se tambaleaba por las calles adoquinadas, su figura apenas reconocible bajo la capa con capucha que la cubría. Los ojos morados, típicos de su linaje Targaryen, brillaban con una mezcla de determinación y desesperación.
Había dejado la Fortaleza Roja en un estado de confusión emocional, el dolor y la humillación de su último encuentro con Aemond ardiendo en su pecho. Necesitaba escapar, aunque solo fuera por una noche. La botella de vino que había estado bebiendo con avidez durante el trayecto la había dejado mareada, pero también le había dado el valor para buscar algo que la apartara de su sufrimiento.
Sus pasos la llevaron a una parte de la ciudad conocida por sus burdeles y tabernas. Los edificios, estrechos y oscuros, estaban llenos de la música y los murmullos de aquellos que buscaban consuelo en la compañía de otros. Rhaela se detuvo frente a un burdel cuyas luces cálidas y tentadoras brillaban a través de las ventanas. Sin pensarlo dos veces, empujó la puerta y entró.
El interior del burdel era un contraste sorprendente con el frío exterior. Las luces suaves y el olor a incienso llenaban el aire, y las risas y voces de hombres y mujeres se mezclaban en una sinfonía decadente. Rhaela se tambaleó hacia el bar, sus ojos buscando a alguien que pudiera ayudarla a olvidar.
Una mujer alta y esbelta, con una sonrisa acogedora, se acercó a Rhaela. Su cabello negro caía en ondas sobre sus hombros y sus ojos verdes chispeaban con una inteligencia astuta.
—¿Buscas algo en particular, mi señora? —preguntó la mujer, su voz suave y seductora.
Rhaela levantó la vista, tratando de enfocar sus pensamientos borrachos.
—Quiero... olvidar —murmuró, su voz apenas audible.
La mujer asintió con comprensión y tomó la mano de Rhaela, guiándola a una habitación más privada. Al entrar, Rhaela vio que no estaban solas. Otras dos mujeres ya estaban allí, esperando con miradas curiosas y acogedoras.
La líder del trío, aún sosteniendo la mano de Rhaela, le ofreció una sonrisa tranquilizadora.
—Estamos aquí para ayudarte, mi señora. Puedes quedarte el tiempo que desees.
Rhaela, sintiendo el peso de la soledad y el dolor en su corazón, permitió que las mujeres la guiaran hacia la cama. Las luces suaves y el ambiente íntimo del cuarto crearon una burbuja de irrealidad, un espacio donde el tiempo y el sufrimiento parecían no existir.
Las manos suaves y expertas de las mujeres comenzaron a despojar a Rhaela de sus ropas, susurrando palabras de consuelo y deseo. Rhaela se dejó llevar, sus pensamientos disipándose en la neblina del placer y el alcohol.
Las horas pasaron en una mezcla de caricias, besos y murmullos. Rhaela, perdida en el momento, se entregó completamente a la experiencia. Cada toque y susurro era un bálsamo para su alma herida, una forma de escapar de la realidad cruel que la esperaba fuera de las paredes del burdel.
Finalmente, exhausta y emocionalmente drenada, Rhaela se dejó caer en la cama, sus ojos cerrándose lentamente mientras el mundo se desvanecía a su alrededor. Las mujeres se retiraron en silencio, dejándola descansar en la serenidad temporal que habían creado para ella.
Rhaela se quedó dormida, su mente y cuerpo finalmente encontrando un respiro en la oscuridad de la noche. Aunque sabía que sus problemas no habían desaparecido, esa noche había encontrado un momento de paz, una pausa en la tormenta que asolaba su vida.
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El último dragón: La casa del dragón
Novela JuvenilEl último dragón: La Saga Targaryen ofrece una mirada profunda a las complejidades de la política familiar, el amor y el poder en la casa Targaryen. A través de los ojos de Rhaena, la novela explora la tensión entre el deber y el deseo, la lealtad y...