Capítulo: "El Desprecio de la Corona"
El día se alzaba gris y frío sobre Desembarco del Rey, como si la ciudad misma hubiera sentido el peso de la humillación y la desesperación que se gestaba en sus calles y palacios. La atmósfera estaba cargada de murmullos de descontento, pero la voluntad de Aemond no se había doblegado.
Aemond Targaryen, el Rey que una vez fue temido y respetado, había decidido hacer una declaración de poder con una frialdad calculadora. Jahera, su nueva amante, se convirtió en el centro de atención. La corte y el pueblo fueron testigos del despliegue de Aemond para con ella, mientras su esposa, Rhaela, y sus hijos, eran relegados a un segundo plano. El propósito de Aemond era claro: demostrar que él y Jahera eran los nuevos soberanos de la ciudad, ignorando el legado y la dignidad de su esposa.
La primera muestra de esta transformación fue el banquete. Aemond había llenado la mesa de lujosas decoraciones y manjares que reflejaban su nuevo poder. Jahera fue adornada con joyas espléndidas, el tipo de adornos que alguna vez le habrían correspondido a Rhaela. En la cena, ella fue colocada a la cabecera de la mesa, ocupando el lugar que pertenecía a la reina. Rhaela, forzada a ocupar un lugar apartado y menos prominente, observaba con un dolor silencioso y creciente.
La presentación de Jahera no se limitó al ámbito privado del palacio. Aemond hizo un acto público, presentando a Jahera como la nueva reina ante la corte y el pueblo. Su declaración fue una bofetada abierta a Rhaela, quien se había convertido en un símbolo de rechazo y desprecio para Aemond. Las calles estaban llenas de murmullos hostiles, y los ciudadanos se preguntaban cómo el rey podía tratar a la verdadera reina con tanta crueldad.
Esa noche, mientras el palacio se sumía en una atmósfera de celebración falsa y desdén palpable, Rhaela fue obligada a observar el espectáculo más humillante de su vida. En una sala privada, Aemond y Jahera se entregaron a su intimidad con una desvergüenza que no conocía límites. Rhaela, encadenada a una silla y forzada a mirar, era una espectadora involuntaria de la traición y la humillación.
Aemond, con una sonrisa cruel en los labios, disfrutaba con cada minuto del sufrimiento de su esposa. El tormento se hizo aún más cruel cuando Rhaela comenzó a sentir los primeros síntomas del parto. Su cuerpo estaba cediendo a los dolores, y el agua comenzó a romperse en un flujo implacable.
"Empuja, Rhaela. O no lo hagas," dijo Aemond con un tono que mezclaba burla y frialdad. La crueldad de sus palabras era palpable, un contraste aterrador con la situación desesperada de Rhaela.
Rhaela, exhausta y al borde del desmayo, luchaba contra los impulsos naturales de su cuerpo mientras su esposo disfrutaba del espectáculo. Cada contracción era una ola de dolor, y ella sentía como si la vida misma estuviera escapándose de ella. El sufrimiento era una tormenta en su cuerpo y su mente, pero Aemond no mostraba piedad. Su indiferencia era una herida abierta para Rhaela, y cada segundo parecía una eternidad de agonía.
El drama culminó cuando Maegor, el hijo de Rhaela y Aemond, sintió la perturbación en el vínculo con sus dragones. Sintiendo que algo terrible estaba ocurriendo, se apresuró hacia el palacio. La ansiedad y el miedo eran evidentes en su rostro mientras buscaba a su madre.
Con una determinación feroz, Maegor irrumpió en la sala donde Aemond y Jahera estaban en su momento de intimidad. La visión de su madre sufriendo, encadenada y desamparada, lo impulsó a actuar con una furia que solo el amor puede inspirar. Armado con una espada, Maegor cargó contra Aemond, sus ojos llenos de una mezcla de furia y desesperación.
Rhaela fue levantada en brazos por su hijo, su cuerpo debilitado y tembloroso. Maegor la llevó con rapidez a sus aposentos, donde el maestre estaba esperando para brindarle la ayuda que necesitaba desesperadamente.
El eco de la batalla no se desvanecería rápidamente. La noche en Desembarco del Rey era ahora un campo de batalla de emociones, traiciones y luchas internas. El rey había perdido su humanidad y la reina había demostrado ser una figura de resistencia y fortaleza, incluso cuando la vida la había llevado al borde de la desesperación.
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El último dragón: La casa del dragón
Подростковая литератураEl último dragón: La Saga Targaryen ofrece una mirada profunda a las complejidades de la política familiar, el amor y el poder en la casa Targaryen. A través de los ojos de Rhaena, la novela explora la tensión entre el deber y el deseo, la lealtad y...