Capítulo 1: El Funeral y la Alianza

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Capítulo 1: El Funeral y la Alianza

Año 120 d.C. (Después de la Conquista)

El luto envolvía el Valle de los Dragones, y el cielo gris se reflejaba en la superficie del río que serpenteaba alrededor del castillo de los Targaryen. La pequeña cumbre en la que se había erigido un altar improvisado para el funeral de Laena Velaryon estaba decorada con draperías negras y estandartes de la Casa Targaryen. El ambiente estaba cargado de tristeza y silencio, un manto sombrío que se extendía por el lugar mientras los presentes se congregaban en torno al féretro de la fallecida.

Aemond Targaryen, de diez años, se mantenía apartado de la ceremonia. Su postura erguida y la mirada fría contrastaban con la desolación general. Era un joven que ya mostraba la fuerza y astucia que le prometían un futuro complejo. Su madre, Alicent, estaba a su lado, sus ojos vacíos de emoción, fijados en el ataúd que contenía los restos de Laena, esposa de Daemon Targaryen.

Laena había sido una mujer apreciada, madre devota y reina que había traído alegría a los dragones con su presencia. Su muerte había sido un golpe devastador, y el dolor era evidente en el rostro de su esposo, Daemon, quien se mantenía firme con el corazón roto, pero su expresión implacable. Sus hijas, Baela y Rhaena, estaban a su lado, el dolor visible en sus jóvenes rostros.

Entre los asistentes se encontraba Rhaela, la hija menor de Rhaenyra y Daemon. A pesar de sus siete años, tenía una presencia magnética. Aunque el dolor del funeral la afectaba, su mirada tenía una chispa de curiosidad. Sus seis dragones, uno dorado, otro morado, uno azul zafiro, un dragón negro, uno azul agrisado y uno blanco como la nieve, estaban acurrucados cerca del altar, su sola presencia añadía un matiz singular al duelo. El dragón dorado, Ignis, el más grande y majestuoso de todos, reposaba cerca de ella, sus escamas brillando incluso bajo la luz tenue del día.

A medida que la ceremonia avanzaba, Aemond, en busca de un lugar más apartado, se encontró cerca de donde Rhaela se había refugiado. La joven Targaryen estaba acariciando el hocico de Ignis, su favorito, con una ternura que contrastaba con el solemne ambiente. Aemond la observó durante unos momentos antes de dar un paso hacia ella.

—No te gusta el luto, ¿verdad? —preguntó Aemond, su voz fría pero sin malicia.

Rhaela levantó la vista, sus ojos grandes y de un azul profundo se encontraron con los de Aemond. Un leve atisbo de sorpresa cruzó su rostro antes de que esbozara una pequeña sonrisa.

—No mucho. Prefiero a los dragones a los funerales —respondió ella, acariciando a Ignis con una suavidad reverencial—. Ellos no entienden el dolor. Solo saben volar.

Aemond observó a Ignis con interés. Era evidente que Rhaela tenía una conexión especial con sus dragones, y su conversación había capturado su atención.

—Siempre he querido ver un dragón dorado de cerca. Los dragones son fascinantes, aunque no tengo uno propio —admitió Aemond.

Rhaela se inclinó hacia Ignis, su voz bajando a un susurro reverencial.

—Este es Ignis. Es el más brillante de todos. Me hace sentir como si el sol estuviera siempre cerca.

Aemond se sorprendió por la amabilidad en la voz de la pequeña princesa. A pesar de su tendencia a mantener la distancia, algo en la conversación le resultaba reconfortante.

—Nunca he tenido la oportunidad de estar cerca de un dragón dorado. Los dragones tienen un poder y una majestuosidad que me fascinan.

Rhaela asintió, sus ojos brillando con un nuevo propósito.

—Quizás podamos hablar más sobre ellos. Cada uno de mis dragones tiene una historia, y Ignis... Ignis tiene la historia más mágica.

Aemond, aunque aún reservando su carácter frío, sintió una chispa de interés genuino. Este encuentro inesperado había sido un respiro en medio del dolor, una pequeña chispa de luz en un día sombrío. La ceremonia continuaba con solemnidad, pero el rincón apartado donde Aemond y Rhaela conversaban ofrecía un respiro en medio del duelo. Los dragones, observando desde su lugar, parecían tranquilos, como si comprendieran la importancia de ese momento para los jóvenes Targaryen.

El último dragón: La casa del dragónWhere stories live. Discover now