Capítulo: El Hijo y la Madre
Daeron Targaryen caminaba por los pasillos de la Fortaleza Roja con una indiferencia casi perturbadora. Sus pasos eran firmes, y su rostro mantenía una expresión de serena arrogancia. El tiempo había pasado desde la muerte de Alia, y la tragedia que había envuelto a su familia parecía no haberle afectado en lo más mínimo. De hecho, aquellos que le conocían bien, o lo intentaban, sabían que era como si la pérdida le hubiese dado una liberación perversa.
Finalmente, llegó a los aposentos de su madre, Alicent Hightower. La antigua reina consorte, ahora en su retiro, había sucumbido más profundamente a la locura que la había estado consumiendo lentamente con los años. Sus ojos, antaño llenos de determinación y astucia, ahora estaban nublados por la confusión y la tristeza.
Daeron entró en la habitación, observando a su madre con una mezcla de indiferencia y ligera curiosidad.
Madre, he venido a verte - dijo Daeron con una sonrisa fría.
Alicent levantó la mirada lentamente, sus ojos intentando enfocar en el rostro de su hijo.
Daeron... hijo mío, has venido... - murmuró ella, su voz temblorosa. - ¿Qué noticias tienes? ¿Sabemos algo sobre quién mató a tu esposa, a mi nieta?
La pregunta quedó en el aire, cargada de dolor y desesperación. Daeron se rió suavemente, una risa que carecía de verdadera alegría.
Oh, madre, no hay mucho que contar. Alia fue una mujer desafortunada, eso es todo. A veces, las desgracias ocurren y no hay necesidad de buscar culpables.
Alicent frunció el ceño, su mente luchando por comprender la respuesta de su hijo.
Pero... alguien debe pagar por lo que hicieron... Alia... mi pobre Alia...
Daeron se encogió de hombros, su sonrisa volviéndose aún más cruel.
La vida sigue, madre. No tiene sentido llorar sobre lo que no puede cambiarse. Alia está muerta y nada la traerá de vuelta.
En ese momento, una doncella entró en la habitación, llevando en brazos a un niño pequeño. El niño, Viserys II, hijo de Daeron y la fallecida Alia, era un recordatorio viviente de la tragedia reciente. Su cabello oscuro y sus ojos marrones eran un contraste evidente con los rasgos típicos de los Targaryen.
Aquí está tu nieto, madre - dijo Daeron, mirando al niño con una mezcla de desprecio y desinterés. - Viserys II, en honor a mi padre, tu difunto esposo.
Alicent extendió los brazos temblorosos hacia el niño, su expresión suavizándose por un momento mientras tomaba al pequeño en sus brazos.
Mi pequeño Viserys... - susurró, una lágrima rodando por su mejilla. - ¿Sabes, Daeron? Este niño... es todo lo que nos queda de Alia.
Daeron soltó otra risa, esta vez más amarga.
No nos queda nada de Alia, madre. Este niño no es más que un bastardo. Un recordatorio constante de la traición y el engaño. Detesto a Alia por lo que hizo, y detesto lo que este niño representa.
Alicent miró a su hijo con un dolor palpable, su mente luchando por procesar la crueldad en sus palabras.
¿Cómo puedes hablar así, Daeron? Es tu hijo... nuestro nieto...
Daeron se inclinó hacia su madre, su voz baja y peligrosa.
No, madre. No es mi hijo. Alia me engañó y este niño es el fruto de su infidelidad. Yo soy libre de cualquier conexión con ella o con él. Y sería mejor que tú también lo entendieras.
Alicent miró a su hijo con una mezcla de horror y tristeza, su mente cada vez más perdida en la neblina de su locura. Daeron se enderezó, volviendo a adoptar su postura de fría indiferencia.
Cuida bien de tu nieto, madre. Puede que sea lo único que te quede.
Con esas palabras, Daeron se dio la vuelta y salió de la habitación, dejando a Alicent en un mar de confusión y dolor, sosteniendo al pequeño Viserys II, el inocente heredero de un legado de traición y oscuridad.
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El último dragón: La casa del dragón
Teen FictionEl último dragón: La Saga Targaryen ofrece una mirada profunda a las complejidades de la política familiar, el amor y el poder en la casa Targaryen. A través de los ojos de Rhaena, la novela explora la tensión entre el deber y el deseo, la lealtad y...