Capítulo 18: El Desgarrador Vacío

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Capítulo: El Desgarrador Vacío

Año 130 d.C.

La tormenta que se había desatado en el corazón de Aemond Targaryen no se comparaba con la furia de los cielos sobre Rocadragón. Después de semanas de inclementes lluvias y vientos, el tiempo parecía ser el reflejo de su propio estado emocional. El castillo, normalmente lleno de la vibrante actividad de los dragones y de la majestad de la Casa Targaryen, estaba sumido en un silencio opresivo. Aemond había regresado de su infructuosa búsqueda de ayuda en el Norte con una sensación de derrota que se reflejaba en cada rincón de la fortaleza.

El sol estaba bajo en el horizonte, lanzando rayos dorados a través de las ventanas de la cámara de Aemond. El rey, sentado en una de las sillas tapizadas con telas oscuras, estaba inmóvil, sumido en sus pensamientos. Su rostro, normalmente imperturbable y lleno de autoridad, ahora mostraba las marcas del cansancio y la desesperación. Las sombras de su habitación parecían elongarse, atrapando en sus pliegues la tristeza que Aemond trataba de ocultar.

Aemond se había enfurecido al descubrir la traición de Rhaela. La noticia de que ella había ido a Desembarco del Rey y se había alineado con su madre había encendido una llama de ira en él. Su decisión de movilizar un ejército aún mayor había sido una respuesta desesperada, un intento por recuperar lo que sentía que había perdido. Sin embargo, el rechazo de los Stark había sido un golpe adicional, uno que sólo profundizó su sensación de desamparo.

Se levantó, con pasos pesados, y se acercó a una mesa en la que descansaban varios papeles y cartas. Entre ellos, encontró una carta de Rhaela, escrita antes de su partida a Desembarco del Rey. La había recibido días antes, pero, cegado por la ira y el orgullo, no la había leído. Ahora, con una mezcla de curiosidad y desesperación, la tomó en sus manos y la desplegó:

Querido Aemond,

<<Espero que esta carta te encuentre en buen estado, aunque sé que los tiempos son inciertos y difíciles. Siento profundamente haber tomado la decisión de partir hacia Desembarco del Rey, pero créeme que no ha sido una acción motivada por deslealtad. Mi amor por ti y por nuestra familia sigue siendo tan fuerte como siempre.

La situación en el reino requiere de mi presencia unida para fortalecer la posición de mi madre y asegurar un reinado estable. Mi intención nunca ha sido traicionarte, sino contribuir a la estabilidad del reino que compartimos. Estoy aquí para proteger nuestro futuro, el de nuestros hijos y el de nuestra Casa.

El tiempo y las circunstancias pueden ser crueles, pero tengo la esperanza de que nuestra unidad y determinación prevalecerán sobre cualquier adversidad. Si alguna vez necesitas mi apoyo o deseas discutir cualquier aspecto de nuestra situación, estoy dispuesta a escucharte y a encontrar una solución juntos.

Espero que puedas encontrar en tu corazón el entendimiento necesario para superar esta prueba. Mi amor por ti no ha disminuido, y mi deseo de construir un futuro juntos sigue intacto.

Con todo mi cariño,

-Rhaela>>

Aemond leyó la carta una y otra vez, cada palabra resonando más fuerte con el eco de su dolor y arrepentimiento. La frialdad con la que había reaccionado a la partida de Rhaela le parecía ahora una ofensa a su propio corazón. Ella había actuado desde el deber y la esperanza, no desde la traición.

Se dejó caer en una silla, el papel en sus manos temblando. La carta de Rhaela parecía un reflejo de todo lo que había perdido. Sus palabras, llenas de amor y de un compromiso hacia el futuro, le recordaban la profunda conexión que una vez compartieron. El recuerdo de los días felices, las conversaciones llenas de promesas y el apoyo mutuo, ahora se sentían como fragmentos de un sueño lejano.

Con lágrimas en los ojos, Aemond se permitió sentir el peso de su decisión. Había permitido que la ira y el orgullo ahogaran su capacidad para entender y valorar el sacrificio y el amor de su esposa. En ese instante, se dio cuenta de la magnitud de su error y de la distancia que había creado entre ellos.

El silencio en la sala era abrumador, interrumpido solo por el sonido de la lluvia golpeando los cristales. Aemond se quedó allí, en el crepúsculo de su desesperación, deseando que el tiempo pudiera retroceder y ofrecerle una segunda oportunidad para enmendar sus errores. Pero en su estado actual, el tiempo avanzaba implacable, llevándose consigo las posibilidades de reconciliación y de recuperar lo que había perdido.

Así, en el rincón de una cámara fría y silenciosa, Aemond Targaryen enfrentó el dolor de la pérdida y la traición con un sentimiento de tristeza abrumadora. En su corazón, el eco de la ausencia de Rhaela resonaba más fuerte que cualquier grito de batalla, y el vacío que ella había dejado atrás parecía tan interminable como la tormenta que rugía fuera de las paredes del castillo.

El último dragón: La casa del dragónWhere stories live. Discover now