Capítulo: La Decisión de Rhaela
133 d.C
Tras la reunión del consejo, Aemond se quedó en la sala del trono, reflexionando sobre los acontecimientos. La decisión de Rhaela de ser la campeona de Alys le había dejado desconcertado. Sabía que su esposa era astuta y tenía sus propios planes, pero esta acción parecía fuera de lugar.
Decidido a obtener respuestas, Aemond ordenó que trajeran a Rhaela a sus aposentos privados. Cuando Rhaela entró, su mirada era serena pero desafiante. Aemond la observó con intensidad, buscando alguna pista en su expresión.
—Rhaela —comenzó Aemond, tratando de mantener su voz firme pero calmada—, necesito entender por qué has decidido ser la campeona de Alys. Este acto podría tener grandes repercusiones. ¿Por qué lo haces?
Rhaela lo miró directamente a los ojos, su silencio una respuesta en sí misma. No había necesidad de palabras cuando sus ojos hablaban volúmenes sobre la traición y el dolor que sentía. Aemond, impaciente por una explicación, se acercó un paso más.
—Rhaela, por favor, habla —insistió Aemond, su voz ahora teñida de preocupación—. No puedo protegerte ni entender tus motivos si no me lo explicas.
Rhaela mantuvo su silencio, su mirada fija en Aemond, quien comenzó a frustrarse por la falta de respuesta. Finalmente, Rhaela decidió romper su mutismo, pero no con una explicación directa. En cambio, eligió un acertijo, su manera de jugar al juego de tronos.
—En el juego de tronos, a veces una espada afilada es menos efectiva que una mente afilada. ¿Qué es más fuerte que el acero, pero invisible a los ojos? —preguntó Rhaela, su voz suave pero cargada de significado—. ¿Qué puede cambiar el curso de la historia sin derramar una sola gota de sangre?
Aemond frunció el ceño, tratando de descifrar el acertijo de Rhaela. Su mente se llenó de posibilidades, pero ninguna parecía encajar perfectamente. Observó a Rhaela, intentando leer más allá de sus palabras. Ella no le dio más pistas, simplemente lo miró con la misma intensidad con la que él la había observado.
La frustración de Aemond aumentaba, pero sabía que presionar a Rhaela no le daría las respuestas que buscaba. Decidió aceptar que, por ahora, su esposa mantenía sus razones ocultas tras ese enigma.
—Estás jugando a un juego peligroso, Rhaela —dijo Aemond en voz baja—. Espero que sepas lo que estás haciendo.
Rhaela asintió lentamente, sin decir una palabra más. Su silencio era su respuesta, y Aemond sabía que cualquier intento de sacar más información sería en vano. Aceptó sus palabras y la dejó retirarse de los aposentos, sumido en la confusión y el desconcierto.
Mientras Rhaela salía de la habitación, la corte ya estaba al tanto de su decisión, y el juicio por combate se acercaba rápidamente. La incertidumbre envolvía a Desembarco del Rey, y todos esperaban ver cómo se desarrollaría este nuevo capítulo en el juego de tronos.
Aemond, perdido en sus reflexiones, trató de descifrar el mensaje oculto de Rhaela. Sabía que su esposa era una jugadora astuta, y que cada movimiento tenía un propósito. Mientras meditaba sobre sus palabras, comenzó a entender que el verdadero objetivo de Rhaela podría no ser salvar a Alys, sino manipular las piezas del tablero para asegurar su propia posición y la de sus hijos.
En el juego de tronos, nada era lo que parecía, y Aemond se preparó para enfrentar las repercusiones de las decisiones que estaban por tomarse.
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El último dragón: La casa del dragón
Teen FictionEl último dragón: La Saga Targaryen ofrece una mirada profunda a las complejidades de la política familiar, el amor y el poder en la casa Targaryen. A través de los ojos de Rhaena, la novela explora la tensión entre el deber y el deseo, la lealtad y...