Capítulo 13: El Vínculo de los Dragones

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Capítulo: El Vínculo de los Dragones

Año 130 d.C.

En la Fortaleza Roja, la luz del amanecer iluminaba las paredes de piedra, proyectando sombras largas y suaves sobre los pasillos silenciosos. En uno de los salones más privados, Rhaela Targaryen estaba sentada junto a una cuna adornada con motivos dorados y dragones tallados. Dentro, sus dos hijos, gemelos de apenas unos meses, dormían plácidamente. Sus respiraciones suaves y sincronizadas llenaban de paz el corazón de su madre.

A su lado, Aemond Targaryen, el rey regente, observaba a su familia con una mirada que, por un breve momento, se suavizaba, dejando ver al hombre detrás del título y las responsabilidades. Se acercó a Rhaela y rodeó sus hombros con un brazo, atrayéndola hacia él en un gesto de cercanía y ternura. Ella respondió apoyando su cabeza en su pecho, disfrutando del raro momento de tranquilidad en medio del caos que los rodeaba.

—Nuestros hijos son fuertes, como sus padres —murmuró Aemond, su voz baja y cálida.

Rhaela sonrió, sus dedos acariciando suavemente la mano de su esposo.

—Sí, lo son. Y debemos asegurarnos de que crezcan en un mundo donde puedan prosperar.

Aemond asintió, sus ojos brillando con determinación. Sin embargo, la sombra de las preocupaciones y las responsabilidades volvía a asentarse en sus rasgos. Quería un respiro, un momento de libertad lejos de las intrigas y tensiones de la corte.

—Rhaela, necesito volar. Necesito sentir el viento en mi rostro y dejar todo esto atrás, aunque sea por un rato. ¿Volarías conmigo? —pidió, su tono revelando un anhelo sincero.

Rhaela lo miró, comprendiendo su necesidad. Ella también anhelaba esos momentos de libertad, donde podían ser simplemente ellos mismos, sin las cargas que la guerra y la política les imponían.

—Por supuesto, Aemond. Vamos a volar —respondió, sus ojos llenos de comprensión y afecto.

Se dirigieron hacia los establos de dragones, donde Vhagar e Ignis descansaban. Los enormes dragones levantaron sus cabezas al ver a sus jinetes, reconociendo de inmediato a las figuras familiares. Aemond se acercó a Vhagar, acariciando su escamosa cabeza con cariño antes de montar en su lomo. Rhaela hizo lo mismo con Ignis, sintiendo la conexión profunda entre ella y su dragón.

El vuelo sobre Desembarco del Rey y los campos circundantes era una experiencia liberadora. El viento rugía en sus oídos, llevándose consigo las preocupaciones y el estrés acumulado. Desde lo alto, las cosas parecían más simples, más manejables. Los dragones surcaban los cielos con elegancia y poder, y por un momento, Aemond y Rhaela se sintieron invencibles.

Aterizaron cerca de un lago tranquilo, sus aguas reflejando el cielo despejado y el sol brillante. Los dragones se quedaron cerca, vigilantes pero tranquilos, mientras sus jinetes se alejaban para encontrar un lugar más privado. Aemond y Rhaela se miraron, sus miradas llenas de deseo y una necesidad urgente de reconectar.

Se besaron con pasión, sus cuerpos respondiendo al calor de la proximidad. Aemond desabrochó suavemente el vestido de Rhaela, sus dedos moviéndose con una mezcla de urgencia y ternura. La piel de Rhaela se erizó al contacto, sus manos explorando el cuerpo de su esposo con la misma devoción.

El mundo a su alrededor desapareció, dejándolos a ellos dos en un momento de pura intimidad. Sus respiraciones se entrelazaron, sus cuerpos moviéndose al unísono. A la orilla del lago, encontraron una libertad que rara vez podían permitirse, entregándose el uno al otro con una pasión que sólo los dragones podían igualar.

Después, se quedaron tendidos juntos, observando el cielo mientras recuperaban el aliento. Aemond abrazó a Rhaela, sus cuerpos aún entrelazados, disfrutando del calor de la tarde y el sonido calmante del agua.

—Te amo, Rhaela —murmuró Aemond, su voz suave y sincera.

—Y yo a ti, Aemond —respondió ella, sus ojos brillando con amor y devoción.

En ese momento, lejos de la corte y sus intrigas, se prometieron mutuamente protegerse y luchar por un futuro mejor para ellos y sus hijos. Aunque la guerra continuaba y las traiciones acechaban en cada esquina, sabían que mientras estuvieran juntos, podían enfrentar cualquier desafío.

[...]

Capítulo tranquilo, cercano y familiar para calmar las aguas.

El último dragón: La casa del dragónWhere stories live. Discover now