III

1K 80 10
                                    

2024

Alexia

El bullicio del complejo olímpico era palpable incluso dentro del tranquilo refugio del hotel donde me encontraba. Cada rincón del lugar vibraba con la energía de los atletas que se preparaban para competir en las distintas disciplinas. Me encontraba en el pasillo, decorado con banderas de todos los países, y el sonido lejano de voces y pasos llenaba el aire. Mi corazón latía con fuerza mientras me dirigía hacia mi habitación, un santuario en medio del torbellino olímpico.

Estaba emocionada, no solo porque finalmente estaba cumpliendo mi sueño de representar a mi país en los Juegos Olímpicos, sino también porque todo el esfuerzo y sacrificio de años estaban a punto de dar sus frutos. El sol estaba comenzando a ponerse, bañando el cielo con tonos cálidos y dorados, y decidí que necesitaba un momento para despejar mi mente.

Salí al pequeño balcón de mi habitación y me dejé envolver por la belleza del paisaje: el complejo olímpico y la ciudad que se extendía más allá, bajo el cielo tiñéndose de naranjas y rosas. El aire fresco y la brisa ligera eran un respiro bienvenido después de una jornada de entrenamientos intensivos.

Estaba sumida en mis pensamientos, repasando la estrategia para el partido de mañana, cuando el sonido de una conversación cercana me sacó de mi ensimismamiento. Decidí dar un paseo por el hotel para despejarme un poco más. Caminé por los pasillos, disfrutando de la vibrante atmósfera olímpica y observando a otros atletas que se cruzaban en mi camino.

A medida que me adentraba en un pasillo menos transitado del hotel olímpico, buscando un poco de tranquilidad para despejar la mente, algo me hizo detenerme en seco. Al principio, no podía identificar qué era lo que me había causado tal reacción, pero luego, al enfocar mi mirada, lo vi. Era un hombre mayor, de pie junto a una ventana. Su presencia era tan imponente que parecía llenar el espacio a su alrededor, incluso desde la distancia. Su traje oscuro y elegante parecía desentonar con la atmósfera relajada del hotel olímpico, como si estuviera fuera de lugar en medio de la excitación y el bullicio que caracterizaban el ambiente.

El corazón me dio un vuelco. A pesar de la distancia, no había dudas: ese hombre era el padre de Laia. No solo por la forma en que su porte dominante resonaba con el recuerdo que tenía de él, sino también por esos ojos. Sus ojos eran el rasgo más distintivo, los mismos ojos azul hielo que me habían causado escalofríos en el pasado. En ese momento, sentí que el tiempo se detuvo, y una ola de angustia me invadió con una intensidad que me hizo temblar.

Mi respiración se volvió errática. La imagen de Laia y su partida abrupta regresó a mi mente con una claridad dolorosa. Recordé sus palabras, nuestras discusiones, y el vacío que dejó en mi vida cuando decidió irse sin previo aviso. La tensión con su padre había sido un factor importante en nuestra relación. Su desaprobación había sido una constante sombra, un recordatorio constante de que había un obstáculo más grande que nuestras propias diferencias.

Me quedé paralizada en el pasillo, incapaz de moverme, como si el miedo me hubiera atrapado en una trampa invisible. La presencia de Ferran, su forma de estar allí, en ese momento y lugar, era como un golpe directo a un lugar vulnerable en mi corazón. Laia siempre había hablado de su padre con una mezcla de temor y resentimiento, pero nunca había imaginado que lo vería de nuevo, y mucho menos en una circunstancia tan inesperada.

Intenté recuperar la compostura, pero la angustia era abrumadora. La imagen del hombre que había sido una fuente constante de malestar en mi relación con Laia se erguía frente a mí, y me di cuenta de que no estaba preparada para enfrentar esa parte de mi pasado. Mi mente estaba llena de preguntas sin respuesta y recuerdos dolorosos, y el encuentro con Ferran parecía sacar a la luz todas las emociones que había tratado de enterrar.

𝐁𝐀𝐂𝐊 𝐓𝐎 𝐘𝐎𝐔-𝐀𝐥𝐞𝐱𝐢𝐚 𝐏𝐮𝐭𝐞𝐥𝐥𝐚𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora