XXXV

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Semanas después

Después de semanas en Barcelona, sintiéndome gradualmente más en casa y tratando de recuperar mi equilibrio, el dolor persistente de la separación y la incertidumbre de la vida pasada seguían pesando sobre mí. Había optado por no decirle a Alexia que estaba de vuelta; quería que todo fuese una sorpresa para ella.

La noticia de que el equipo olímpico había perdido el partido en el que podían haber ganado el bronce me había llegado a través de las noticias. Sentí un nudo en el estómago al pensar en lo devastador que debía ser para Alexia. Las olimpiadas eran una gran oportunidad para ella, y el peso de la derrota debía ser inmenso. La tristeza en su corazón resonaba en mi propia tristeza, y su dolor se sentía como una llamada a la acción para mí.

El timbre de mi teléfono me sacó de mis pensamientos. Era un mensaje de la madre de Alexia. Leí el texto con rapidez y me temblaron las manos al darme cuenta de que Alexia había regresado a casa. Mi corazón se aceleró mientras leía las palabras que confirmaban que, en este preciso momento, Alexia estaba en su casa, lidiando con la derrota y el desánimo.

No perdí tiempo. Me vestí rápidamente con la ropa más cómoda y me dirigí a la dirección de Alexia. La casa estaba cerca, y aunque el trayecto en bus me pareció interminable, mi mente estaba fija en la idea de estar allí para ella. Quería ser un consuelo, una presencia que pudiera ofrecerle algo de alivio en medio de su dolor.

Llegué a la puerta de su casa, el corazón latiéndome en la garganta. Mi mano temblaba mientras buscaba el timbre. Pensé en cómo había decidido no contactarla antes, en cómo había estado esperando el momento adecuado para presentarme nuevamente. Y aquí estaba, parada frente a la puerta de la casa de Alexia, con el impulso de estar a su lado y ofrecerle el apoyo que necesitaba.

Toqué el timbre y esperé, cada segundo parecía una eternidad. Finalmente, escuché el sonido de pasos que se acercaban a la puerta. La vi abrirla, y el shock en su rostro fue inmediato. Sus ojos se agrandaron al verme, y por un momento, el silencio llenó el espacio entre nosotros.

Alexia estaba visiblemente cansada y abatida. Su expresión era una mezcla de agotamiento y tristeza, y el dolor en sus ojos era palpable. Me miró fijamente, sin poder articular una palabra al principio. Estaba claro que no se esperaba verme allí.

—Laia... —dijo finalmente, su voz apenas un susurro.

No podía esperar más. El impulso de estar cerca de ella y ofrecerle el consuelo que necesitaba era demasiado fuerte. Me adelanté y, sin pensarlo, la envolví en un abrazo profundo y cálido. La reacción de Alexia fue instantánea. Cerró los ojos con fuerza, y sus brazos se rodearon de inmediato alrededor de mi cuerpo, aferrándose a mí con una necesidad desesperada.

Podía sentir cómo su cuerpo temblaba ligeramente mientras susurraba en mi oído. Las lágrimas comenzaron a caer, mojando mi hombro. La intensidad de su dolor era palpable, y sentí cómo su tristeza se transmitía a través de nuestro abrazo.

—Me siento inútil...—dijo Alexia entre sollozos—...le he fallado a todo el mundo.

Su voz estaba rota por la angustia, y las palabras parecían una liberación de la tensión acumulada durante el torneo. La intensidad del abrazo era todo lo que necesitaba para sentirme de nuevo conectada con ella, para ofrecerle un refugio seguro donde pudiera desahogar sus sentimientos.

—Shh, está bien —susurré, acariciando su espalda con suavidad—fallar un penalti no va a hacer que dejes de ser la mejor jugadora del mundo Alexia, has pasado por cosas peores y has levantado cabeza, lo que ha pasado es parte del fútbol, es normal, los mejores también fallan, Cristiano Ronaldo falló un penalti que podía darle el pase a semis a su selección en esta Eurocopa, a Messi le pasó lo mismo en la copa América, son cosas que pasan y no te tienes que martirizar por ello.

Mientras la abrazaba, sentí el peso de sus lágrimas y el calor de su cuerpo contra el mío. La sensación de su dolor era un recordatorio tangible de cuánto significaba para ella, y el consuelo que le ofrecía era mi forma de decirle que, a pesar de todo, estaba allí para ella.

El abrazo continuó mientras su llanto se calmaba poco a poco. Me esforzaba por mantenerme fuerte para ella, sabiendo que en momentos como estos, ser su apoyo era lo más importante. La casa estaba en silencio, salvo por el sonido de nuestras respiraciones entrecortadas y los ocasionales sollozos de Alexia.

Finalmente, Alexia se separó ligeramente, y la tristeza en sus ojos era ahora acompañada por una mezcla de sorpresa y gratitud. Me miró con una expresión que transmitía tanto alivio como vulnerabilidad.

—No sé cómo darte las gracias —dijo con voz temblorosa—. No esperaba verte aquí, pero tenerte a mi lado significa más de lo que puedo decir.

—No tienes que darme las gracias—respondí, limpiando las lágrimas de su rostro con el pulgar—. Estar aquí contigo es todo lo que quiero.

Las palabras nos ayudaron a reconectar, a recordar lo profundo de nuestra relación y la forma en que siempre habíamos sido capaces de encontrar consuelo y fortaleza en el otro. Aunque la derrota y la tristeza eran abrumadoras, el hecho de estar juntas de nuevo ofrecía una luz en medio de la oscuridad.

Alexia me condujo dentro de la casa, y mientras pasábamos por el vestíbulo, el ambiente parecía reflejar la tristeza de la situación. La casa estaba en silencio, como si el dolor de la derrota se hubiera asentado en cada rincón.

Nos sentamos en el sofá de la sala de estar, y Alexia se acurrucó a mi lado. Me tomó de la mano, buscando la presencia reconfortante que le ofrecía.

—Gracias por venir —dijo en un murmullo—. No sé cómo lo hubiera manejado sin ti.

—Siempre estaré aquí para ti —respondí—. No importa lo que pase, siempre podrás contar conmigo.

Nos quedamos allí, en silencio, encontrando consuelo en la presencia del otro. Las palabras eran innecesarias en ese momento; el simple hecho de estar juntas y compartir el dolor hacía que la carga fuera un poco más ligera.

La tarde se desvaneció en la noche mientras continuábamos sentadas allí, la conexión entre nosotros reconstruyéndose lentamente. 

Me quedé todo el día junto a ella, mientras nos preparábamos para dormir, Alexia y yo nos abrazamos una vez más, el consuelo y la compañía que compartíamos proporcionando un respiro en medio del dolor. La sensación de estar de nuevo juntas, de ofrecer y recibir apoyo, era un recordatorio poderoso de la fuerza de nuestra conexión y del amor que nos unía.

Y mientras la noche caía y el sueño comenzaba a reclamarme, me sentí agradecida por el reencuentro y por la oportunidad de estar a su lado en este momento tan crucial. Sabía que había muchos desafíos por delante, pero con Alexia a mi lado y con la fuerza de nuestro vínculo, me sentía lista para enfrentar lo que viniera.

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He adelantado bastante para cuidar mi salud mental y la de todas😋

¿El Barça habrá mirado el curriculum de Laia?

𝐁𝐀𝐂𝐊 𝐓𝐎 𝐘𝐎𝐔-𝐀𝐥𝐞𝐱𝐢𝐚 𝐏𝐮𝐭𝐞𝐥𝐥𝐚𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora