VI

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Alexia

La última pitada del silbato resonó en mis oídos como un eco victorioso mientras el pitido se desvanecía en el rugido del público. El campo seguía llena de emoción y las risas y gritos de júbilo de mi equipo parecían casi irrealmente altos. No podía creer que habíamos ganado el primer partido de las olimpiadas. Sentía la euforia de la victoria inundando cada fibra de mi ser, pero también estaba exhausta.

Entré al vestuario con el corazón aún acelerado. Las compañeras de equipo se abrazaban, se reían y compartían bromas, mientras la adrenalina seguía fluyendo. Me dirigí a mi taquilla, deshaciéndome de la camiseta empapada en sudor y tirándola en una esquina. Miré alrededor y vi a Ona, que se estaba despojando de la equipación con rapidez, claramente entusiasmada con la idea de celebrar.

-Voy a pasarme por la sala de fisios, ¿Viene alguien más?-anunció Ona, y yo asentí con interés.

La idea de la sala de fisios me pareció perfecta. Había dado todo en en el campo y sentía que mis músculos necesitaban una revisión. Me estiré un poco y miré mis piernas, notando la tensión que empezaba a instalarse en ellos.

-Yo me apunto-dije, sin poder ocultar mi entusiasmo. Estaba ansiosa por sentir un poco de alivio en esos músculos adoloridos.

Ona asintió y empezó a recoger sus cosas. Yo hice lo mismo pero antes de que pudiera dar un paso más, Jenni que estaba cerca de la puerta del vestuario, se acercó con una expresión preocupada.

-Alexia, ¿puedes esperar un momento?-dijo, poniendo una mano en mi brazo con una presión inesperada.

Me giré hacia ella, notando la seriedad en su rostro. Aunque intentaba mantener un tono casual, sus ojos traicionaban una preocupación que no lograba esconder del todo.

-¿Qué pasa?-pregunté, tratando de sonar tranquila aunque sentía que algo no estaba bien.

Jenni vaciló, sus ojos evadiendo mi mirada.

-Es que... no sé si deberías ir ahora. Quizás es mejor que descanses un poco antes de pasar por la fisio. -Su respuesta no hizo sentido inmediato para mí.

La sala de fisios siempre estaba abierta después de los partidos, y me parecía el lugar ideal para recibir ese alivio que necesitaba.

-Pero si me siento bien para ir, ¿por qué no? -pregunté, tratando de entender el motivo de su insistencia en que no fuera.

Jenni evitó mi mirada y se pasó una mano por el cabello. Su incomodidad era palpable, y eso me puso aún más nerviosa.

-Es solo que…-Jenni empezó, pero no terminó la frase. Finalmente, se encogió de hombros- La fisio puede esperar. ¿Qué tal si celebramos primero y luego vamos?

Yo estaba confundida. Sabía que Jenni solía ser sincera y directa, y este desvío en su comportamiento me hizo preguntarme qué podía estar ocurriendo.

-No entiendo, Jenni-dije, tratando de no sonar demasiado insistentemente- ¿Qué tiene de malo ir ahora?

Jenni me miró con una mezcla de preocupación y evasión, como si no quisiera decirme algo que sabía que no quería oír.

-Solo creo que te vendría bien un poco de descanso. Vamos, disfruta del momento primero, pasa un rato con tu madre en el hotel, es otra manera de despejarte-El tono de Jenni me hizo sentir incómoda. Había algo en su actitud que me hacía pensar que había más detrás de su advertencia.

Sin embargo, no quería presionar más en un momento tan cargado de emociones. Acepté su sugerencia, aunque con una creciente sensación de inquietud.

-Está bien-dije finalmente, aunque mi mente no dejaba de preguntarse qué podría estar ocultando Jenni.

Subí al bus aún confusa por la actitud de mi amiga, la llegar al hotel en recepción me esperaban mi madre y Sandra, aunque Sandra fuese la madre de mi ex era como familia para mí, ya que ella y mi madre eran como hermanas, y también al igual que yo llevaba cuatro años sin saber nada de su hija.

El sol se había comenzado a poner sobre el Hotel Olímpico, proyectando largas sombras en el elegante vestíbulo. Mientras mi madre, Sandra y yo charlábamos, el bullicio de la tarde se disipaba, dando paso a una atmósfera más tranquila. Estábamos en medio de una conversación animada sobre tiempos pasados y anécdotas compartidas cuando una figura familiar cruzó la entrada del hotel.

La figura era elegante y se movía con una gracia que inmediatamente captó nuestra atención. Aunque no podíamos ver su rostro, el contorno de su cabello ondulado y su porte nos era inconfundible. Laia. Laia había estado ausente durante cuatro largos años, y el impacto de su presencia era como un golpe frío en el estómago.

Sentí un nudo en la garganta mientras mi corazón se aceleraba. Mi madre y Sandra también se habían dado cuenta de la figura y sus expresiones pasaron de la sorpresa a una mezcla de angustia y ansiedad. El ambiente se cargó de una tensión palpable. Nos quedamos en silencio, observando a Laia avanzar por el vestíbulo, intentando asimilar lo que estábamos viendo.

Laia se movió lentamente hacia la recepción, con un aire que parecía distante, como si estuviera perdida en sus pensamientos. De repente, una voz desde el otro lado del vestíbulo rompió el silencio, llamándola por su nombre. Era un empleado del hotel, que había reconocido a Laia desde lejos.

-¡Laia! ¡Te están esperando en la sala de fisios!-Dijo aquel chico llamando la atención de Laia.

Laia se detuvo en seco, su cuerpo tenso ante el llamado. Con un movimiento lento y deliberado, giró la cabeza hacia la fuente de la llamada. En ese instante, el tiempo pareció detenerse. Mi respiración se quedó atrapada en mi pecho mientras el rostro de Laia se volvía hacia nosotros.

Cuando finalmente giró la cabeza, sus ojos azules hielo se encontraron con los míos. Era como si el tiempo hubiera retrocedido, como si esos mismos ojos que habían sido tan significativos en mi vida aparecieran de nuevo, invocando recuerdos que había intentado enterrar. El impacto fue abrumador.

Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. Sentí que el aire se volvía más frío, como si un viento helado hubiera pasado por el vestíbulo. La intensidad de su mirada, tan familiar y tan distante, me golpeó con fuerza. Había pasado tanto tiempo desde que los había visto, y ahora, al mirarlos nuevamente, sentí que las viejas heridas se abrían de nuevo.

Los ojos de Laia, tan claros y fríos como el hielo, eran un recordatorio implacable de la conexión que habíamos tenido y de lo que había cambiado desde entonces. Intenté recuperar la compostura, pero el peso de la emoción era casi insoportable. Las lágrimas amenazaban con escapar, y me costó trabajo respirar normalmente.

Mi madre y Sandra también parecían afectadas. Sandra observaba a Laia con una expresión de mezcla de sorpresa y dolor, mientras que mi madre se mantenía al borde de la comprensión, claramente abrumada por la intensidad del momento. Laia, sin embargo, parecía ser consciente de la magnitud del encuentro, pero su expresión se mantenía controlada y distante.

La conversación del hotel se reanudó en un murmullo distante, pero para nosotras, el mundo exterior había desaparecido. Todo se centraba en Laia, en la intensidad de su mirada y en el choque emocional que sentía. Aunque Laia volvió a girar para dirigirse a la sala de conferencias, su presencia había dejado una marca profunda en nuestro pequeño rincón del vestíbulo.

El eco de su nombre resonó en mi mente mientras intentaba reunir mis pensamientos. Sentí que el tiempo se había estirado y que, por un breve momento, todo había cambiado. Laia había regresado, y con ella, había traído un torrente de emociones y recuerdos que estaban listos para ser enfrentados.

Nos quedamos allí, inmóviles, mientras Laia se alejaba. El silencio era abrumador, pero en su quietud, había una sensación de reconocimiento profundo y doloroso. La presencia de Laia había abierto una puerta que había permanecido cerrada durante años, y ahora, enfrentábamos las consecuencias de ese reencuentro inesperado.

Cuando Laia se perdió de vista, el vestíbulo recuperó lentamente su calma. El bullicio y el murmullo del hotel regresaron, pero para nosotras, el impacto del encuentro seguía resonando. No había palabras que pudieran capturar la complejidad de lo que estábamos sintiendo, solo un vacío profundo y una conexión emocional que, aunque interrumpida, seguía siendo muy real.
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Opaaa

Jenni intentando evitar lo inevitable

𝐁𝐀𝐂𝐊 𝐓𝐎 𝐘𝐎𝐔-𝐀𝐥𝐞𝐱𝐢𝐚 𝐏𝐮𝐭𝐞𝐥𝐥𝐚𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora