XIII

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El ambiente en la habitación se había calmado tras el torrente de emociones que había compartido con Laia. La luz tenue y cálida de la lámpara proyectaba sombras suaves en las paredes, mientras el silencio entre nosotras se cargaba de una tensión palpable. Laia, con el rostro aún pálido por el llanto y la angustia, se levantó lentamente del borde de la cama. Sus movimientos eran lentos y cargados de una tristeza profunda, como si cada paso que daba fuera una carga emocional en sí misma.

—Alexia... —su voz temblaba, casi inaudible—. Creo que debería irme ahora. No quiero molestarte más. Te he puesto en una situación difícil, y no quiero que sigas sufriendo por mi culpa.

Su intento de irse me golpeó con una fuerza inesperada. Mi corazón se encogió al ver la determinación en su rostro para salir de ese lugar. Sabía que lo hacía por respeto y porque no quería ser una carga, pero no podía permitir que se fuera así, especialmente no después de todo lo que había pasado. Los recuerdos de la última vez que nos vimos, cuando mi inmadurez y mi orgullo habían causado que se marchara de mi vida durante años, me llenaron de una mezcla de culpa y determinación.

La última vez que había visto a Laia, recuerdo perfectamente el dolor que sentí cuando la eché de mi casa. Fue una decisión impulsiva, un acto de desesperación que nunca debí haber tomado. Mi actitud egoísta y la incapacidad de enfrentar nuestros problemas juntos habían causado que se fuera, y esos años de separación habían sido una tormenta constante en mi corazón. Ahora, al verla de nuevo, no podía permitir que la historia se repitiera de la misma manera.

—No, Laia, no te vas a ir —dije con una firmeza que no me había dado cuenta de que tenía en ese momento. Me levanté de la silla, mi mente girando en torno a la promesa no cumplida de protegerla y cuidar de ella—. No voy a dejarte volver a ese lugar con Alexis. No te lo voy a permitir.

La sorpresa en sus ojos fue evidente. No esperó una reacción tan intensa de mi parte, y vi cómo sus hombros se tensaban mientras procesaba mis palabras. La determinación que sentía ahora era una respuesta directa a la culpa que había llevado conmigo durante todos estos años. Cada palabra, cada gesto, estaba impregnado de la resolución de no repetir los errores del pasado.

—Sé que es tu marido —continué, mi voz temblando ligeramente con la emoción—. Pero eso no cambia lo que te ha hecho ni el daño que podría causarte de nuevo. No puedo quedarme de brazos cruzados mientras vuelves a enfrentar algo tan doloroso. No después de lo que sucedió la última vez.

Laia intentó hablar, pero la interrumpí al acercarme a ella, tomando sus manos en las mías. Sentía el frío de su piel, el temblor de su cuerpo, y me di cuenta de cuánto necesitaba estar a salvo, tanto física como emocionalmente. Era crucial que entendiera que, en este momento, su bienestar era mi prioridad absoluta.

—No puedo... —empezó a decir, pero mis palabras fueron más rápidas.

—La última vez que nos vimos, cometí un error terrible. Te eché de mi casa sin pensar en las consecuencias. No me di cuenta de cuánto dolor estaba causando, ni de cómo esa decisión afectaría nuestras vidas. Durante todos estos años, he vivido con la culpa de no haber estado allí para ti. No voy a dejar que eso vuelva a suceder. No ahora, no después de todo lo que hemos pasado para llegar aquí-Dije soltando toda la culpa que sentía.

Laia me miró con una mezcla de sorpresa y aceptación. Sus ojos reflejaban la tormenta interna que estaba atravesando, y pude ver cómo luchaba con sus propios sentimientos y decisiones. Sabía que mi decisión de no dejarla ir era dura y podía parecer insensible, pero estaba motivada por un deseo profundo de protegerla, de enmendar el daño que había causado en el pasado.

—Lo que necesitas ahora es seguridad y paz —le dije, con una determinación que brotaba de lo más profundo de mi ser—. Aquí estás a salvo. No tienes que preocuparte por Alexis ni por nada más. Puedes quedarte aquí conmigo esta noche y recuperarte. Lo mereces.

Laia parecía estar procesando mis palabras, y aunque su expresión estaba cargada de incertidumbre, comenzó a aceptar la realidad de su situación. Su cuerpo, que había estado tenso y nervioso, se relajó lentamente bajo el peso de la decisión. Aceptó el refugio que le ofrecía, y en ese momento, sentí una oleada de alivio.

Nos abrazamos con un sentimiento de comprensión profunda. La sensación de su cuerpo en mis brazos, la familiaridad de su piel contra la mía, era un consuelo en medio del caos emocional que habíamos enfrentado. La conexión que compartíamos, aunque marcada por el dolor del pasado, era una promesa de que íbamos a enfrentar juntas esta nueva etapa.

—Gracias, Alexia —dijo, su voz rota, pero llena de gratitud—. No sé cómo agradecerte esto. Solo necesitaba un lugar donde sentirme segura.

Le sonreí suavemente, mientras continuaba envolviéndola en un abrazo cálido. El silencio que siguió estaba lleno de una paz frágil pero reconfortante. La habitación, que había sido testigo de tanto dolor, ahora se convertía en un refugio de sanación.

Laia se sentó de nuevo en la cama, y mientras me acercaba a ella, sentí que el espacio se llenaba de una nueva determinación. Estaba decidida a protegerla y a ofrecerle el apoyo que necesitaba, sin importar lo que viniera. La promesa de no repetir los errores del pasado era ahora una realidad en nuestra relación, y el compromiso de cuidar de ella era una prioridad que no estaba dispuesta a comprometer.

El tiempo avanzó lentamente, pero cada momento compartido en ese refugio era un testimonio de nuestra conexión inquebrantable. Aunque la noche traería nuevos desafíos, al menos sabíamos que, por ahora, estábamos juntas, enfrentando el dolor y buscando un camino hacia la curación. Laia había encontrado un lugar seguro en mí, y mi determinación de protegerla y apoyarla era una promesa que iba más allá de cualquier conflicto o desafío.

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Vuelven a dormir en la misma habitación 😭(@apr1llxsno van a follar)

el poco tiempo que necesitan para estar cómodas la una con la otra refleja lo fuerte que es su amor

𝐁𝐀𝐂𝐊 𝐓𝐎 𝐘𝐎𝐔-𝐀𝐥𝐞𝐱𝐢𝐚 𝐏𝐮𝐭𝐞𝐥𝐥𝐚𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora