XXVII

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La noche estaba cargada de una intimidad que parecía conectar cada rincón de la habitación con el deseo y la emoción que compartíamos. Mientras Laia continuaba explorando mi piel con sus manos bajo mi camiseta, no podía evitar sentir que todo el tiempo que había pasado desde nuestro último encuentro íntimo se desvanecía. La familiaridad de sus caricias, la precisión con la que conocía mis puntos débiles, era un recordatorio poderoso de lo profundamente que nos conocíamos.

Cada toque de sus dedos parecía saber exactamente dónde ir, exactamente cómo tocarme para hacerme estremecer. La manera en que sus manos recorrían mi abdomen y se desplazaban hacia mi pecho era tan natural y perfecta que parecía como si esos cuatro años nunca hubieran pasado. La habilidad con la que Laia sabía cómo hacerme sentir era impresionante, y el hecho de que supiera exactamente qué hacer para llevarme al límite sólo aumentaba la intensidad del momento.

Nuestros cuerpos estaban sincronizados de una manera que parecía desafiar el paso del tiempo. Laia sabía, al igual que yo, qué puntos en mi cuerpo necesitaban más atención, cuáles eran los más sensibles, y cómo explorar cada rincón para maximizar el placer. La forma en que nos movíamos y nos tocábamos era un testimonio de nuestra conexión profunda y de la familiaridad que compartíamos.

Cuando nuestros labios se encontraron en ese beso ardiente, fue como si el tiempo se hubiera detenido. Cada beso, cada roce, parecía ser una continuación de lo que habíamos compartido antes, como si esos años de separación no hubieran hecho mella en la conexión que teníamos. Laia y yo nos entendíamos sin necesidad de palabras, cada gesto y cada toque eran una reafirmación de la pasión y el deseo que aún existían entre nosotras.

La manera en que Laia me tocaba era la de alguien que conocía mis respuestas corporales a la perfección. Sus manos sabían exactamente dónde presionar, dónde acariciar, y cómo moverse para hacerme sentir una explosión de sensaciones. La forma en que sus dedos se deslizaban sobre mi piel y la manera en que sus labios se movían sobre los míos reflejaban una comprensión tan profunda que hacía que todo el proceso fuera increíblemente íntimo y excitante.

El deseo compartido entre nosotras crecía con cada segundo, y la familiaridad de nuestros cuerpos combinada con la intensidad de nuestras emociones hacía que cada toque y cada beso fueran aún más significativos. La pasión con la que nos amábamos parecía ser una extensión natural de lo que habíamos compartido antes, como si hubiéramos estado esperando este momento durante todo el tiempo que estuvimos separadas.

Sus manos dejaron mi abdomen para ir a por la goma de mi pantalón, metió sus pulgares por debajo de esta acariciando mi piel y causandondome varios escalofríos.

-¿Puedo?-Dijo rompiendo el silencio.

-Demasiado estás tardando-Dije causando su risa.

Con cuidado y cariño bajó mi pantalones, yo ayudé un poco intentando sentirla de nuevo lo más pronto posible.

Cuando me quedé en ropa interior volvió a presionar su cuerpo contra el mío y ahora llevó sus labios a la parte de detrás de mí oreja, ella sabía que haciendo eso perdía todos los papeles.

Pasó varias veces su mano por encima de mí zona más sensible y yo temblaba casa vez que lo hacía.

-Lo hago solo si me lo pides-Dijo en un susurro demasiado cerca de mi oreja.

-Laia porfavor...-Dije con la respiración algo descontrolada.

No tardé en notar su mano haciéndose un hueco bajo mi ropa interior y segundos después sus dedos tocando mi centro, aquello me hizo gemir y su risa vibró contra mi cuello.

Sus movimientos eran delicados, y era increíble la práctica que tenía en sus manos, nada era mejor que hacerlo con una fisioterapeuta, Laia aparte de saber que puntos de mi cuerpo eran los más sensibles también sabía cómo presionar o tocar zonas que a otra persona nunca se le pasarían por la cabeza.

Noté como sus dedos se aproximaban a mí entrada y ahí me tensé un poco y ella me miró intentando descifrar que me pasaba.

-Ves con cuidado, hace mucho que no me acuesto con alguien-Dije vergonzosa y ella simplemente sonrió.

-¿Cuanto?-Pregunté curiosa y yo me puse algo roja.

-Unos cuatro años-Dije con más vergüenza todavía.

Ella volvió a sonreír dándome seguridad y acto seguido dejó un beso suave en mis labios.

-Iré con cuidado-Me aseguró mirándome fija.

Ver cómo su mirada estaba sobre la mía me ponía algo nerviosa, pero no por nada malo, siempre me había pasado, esos ojos tenían algo que me conmovía completamente.

Como había prometido introdujo un dedo en mí con cuidado y comenzó a moverlo con delicadeza para que me acostumbrase a su tacto, cuando lo hice introdujo el segundo y en ese momento yo ya no podía conmigo, nos dejaba de retorcerme de placer debajo de ella mientras me tocaba.

Finalmente, cuando el clímax de nuestra unión llegó, el momento fue una culminación perfecta de la intensidad que habíamos compartido. El placer era tan abrumador que parecía llenar cada rincón de la habitación, y el silencio que siguió fue un eco de la conexión profunda que habíamos redescubierto.
Laia volvió a mirarme, una mirada llena de cariño y confianza.

Laia y yo nos acurrucamos juntas en la cama, disfrutando de la tranquilidad que seguía a la tormenta de emociones.

Miré a Laia, y en sus ojazos azules vi el reflejo de lo que sentíamos: una conexión que, a pesar del tiempo pasado, era tan fuerte y tan vívida como siempre. La suavidad de las sábanas, el calor de nuestros cuerpos, y la sensación de haber compartido algo profundamente significativo llenaban el aire, creando un momento que ambos sabíamos que recordaríamos con cariño. La familiaridad y la pasión que habíamos experimentado no eran solo un recordatorio de lo que habíamos compartido en el pasado, sino también una celebración de la profundidad de nuestra conexión y del amor que aún existía entre nosotras.
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bueno bueno pero que ha pasado aquí😝

¿Demasiada felicidad no?, es broma no soy tan cabrona aunque vosotras lo penséis

𝐁𝐀𝐂𝐊 𝐓𝐎 𝐘𝐎𝐔-𝐀𝐥𝐞𝐱𝐢𝐚 𝐏𝐮𝐭𝐞𝐥𝐥𝐚𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora