XXXI

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Alexia

El sol de la mañana entraba por las ventanas de la habitación, bañando la estancia con una luz cálida que parecía contrastar con la tormenta emocional que sentía. La noticia del correo del Comité Olímpico había hecho que el día comenzara con un sentimiento pesado, y ahora, mientras preparaba todo para la partida de Laia, no podía evitar la sensación de que el tiempo se estaba desmoronando a nuestro alrededor.

Laia se encontraba en el sofá de la habitación, con un semblante preocupado mientras observaba cómo me movía por el lugar. Sabía que no podía hacer mucho para aliviar la tristeza que sentía, pero al menos podía ayudar en la parte logística de la situación. Habíamos decidido que lo mejor sería que yo fuera a recoger sus cosas de la habitación de Alexis, ya que Laia no quería enfrentarse a esa situación si podía evitarlo.

Tomé una respiración profunda y salí de nuestra habitación, con una determinación tensa. El pasillo del complejo olímpico estaba tranquilo, casi demasiado tranquilo, como si todo el mundo estuviera en una pausa mientras yo me dirigía a la habitación de Alexis. Cada paso que daba parecía resonar en el silencio, y la inquietud en mi pecho crecía con cada paso.

Al llegar a la puerta de la habitación de Alexis, me detuve un momento para recomponerme. No tenía idea de cómo encontraría a Alexis o cómo se comportaría. La situación entre nosotros no era la más cómoda, y la perspectiva de tener que tratar con él mientras recogía las cosas de Laia me ponía aún más nerviosa.

Con un último suspiro, abrí la puerta y entré en la habitación. Alexis estaba allí, sentado en una silla, mirando hacia la ventana. Al escuchar el sonido de la puerta, se giró lentamente, y sus ojos se encontraron con los míos. No dijo nada al principio, y yo tampoco. El ambiente entre nosotros era tenso, cargado de emociones no expresadas y resentimiento.

Me dirigí a las maletas de Laia que estaban esparcidas por la habitación. Con movimientos precisos y metódicos, comencé a empacar las pertenencias de Laia, tratando de ignorar la presencia de Alexis y concentrándome en la tarea en cuestión. Cada prenda que guardaba en las maletas me recordaba a Laia, a los momentos que habíamos compartido y a la tristeza que sentía al tener que separarnos.

El silencio en la habitación era opresivo. Alexis observaba en silencio, sin hacer un solo comentario mientras yo trabajaba. La atmósfera era densa, cargada de una tensión que hacía que cada segundo pareciera una eternidad. Mi mente estaba ocupada en evitar cualquier interacción innecesaria, centrada únicamente en completar la tarea lo más rápido posible.

Mientras recogía la última maleta, escuché un sonido detrás de mí. Me giré y vi a Alexis levantándose de su silla. Sus ojos me miraban con una mezcla de desdén y calma fría, y su presencia parecía intensificar la carga emocional que ya llevaba.

—Oye, Alexia —dijo Alexis con un tono que apenas contenía una nota de sarcasmo—dile a Laia que cuando yo llegue me espere con el conjunto de lencería roja.

Las palabras de Alexis fueron como un golpe en el estómago. La crueldad en su voz y la insinuación en sus palabras me llenaron de una rabia instantánea. Sentí el calor subir por mi cuello y la indignación nublar mi pensamiento. No podía quedarme callada.

—Eres un hijo de puta—exclamé, mi voz temblando con furia—. No tienes ni una pizca de decencia. ¿Cómo puedes hablar así de ella?

Alexis no pareció sorprendido por mi reacción. En lugar de enojarse, su expresión se mantuvo impasible, casi despectiva. Se acercó un paso, su presencia dominante intensificando aún más mi frustración.

—Puedes insultarme todo lo que quieras —dijo con una calma helada—. Pero eso no va a cambiar el hecho de que voy a seguir siendo el marido de Laia. No importa cuánto te enfades o cuánto intentes cambiar las cosas.

Sus palabras me hicieron sentir una mezcla de repulsión y desesperanza. Sentía que la situación se estaba volviendo cada vez más complicada, y la impotencia que experimentaba era difícil de soportar. Me resultaba difícil aceptar que, a pesar de mi rabia y mis esfuerzos por proteger a Laia, él seguía siendo una parte de su vida de una manera que no podía simplemente ignorar.

—No tienes idea de lo que Laia y yo hemos pasado—dije con voz temblorosa—. No tienes ni idea de cuánto significa para mí. No tienes derecho a tratarla así.

Alexis simplemente se encogió de hombros, como si mis palabras no le afectaran en absoluto. Su actitud era una mezcla de arrogancia y frialdad que me exasperaba aún más.

—Lo que sientas o digas no cambiará nada —dijo con un tono despectivo—. La realidad es que Laia está atrapada en una situación complicada, y tú no puedes hacer nada para cambiar el hecho de que soy su esposo.

Mi frustración llegó a un punto en el que sentí que iba a explotar. La impotencia y el dolor de la situación se mezclaban con mi rabia hacia él, y me costaba mantener el control.

—No puedo creer que estés dispuesto a hacerle esto —dije con una intensidad dolorosa—. Laia merece algo mejor que tu crueldad. No voy a permitir que la hagas sufrir más.

Con esas palabras, terminé de empacar las maletas y me preparé para salir de la habitación. La presencia de Alexis seguía siendo una sombra molesta en la habitación, pero ya no quería estar allí ni un minuto más. Laia necesitaba mi apoyo, y no podía permitirme dejar que la tensión con Alexis me distrajera más.

Mientras me dirigía hacia la puerta, Alexis me detuvo con una última frase, una especie de desafío final.

—Dile a Laia que, a pesar de todo, siempre será mi esposa. Y que nada de lo que digas o hagas cambiará eso.-Me giré hacia él con una mezcla de frustración y tristeza, pero no respondí. 

No había nada más que decir, y sabía que discutir con él no haría que la situación mejorara. Con un último suspiro, salí de la habitación y me dirigí de regreso a la nuestra, con las maletas de Laia en mano.

La situación era dolorosa y compleja, pero sabía que mi lugar estaba con Laia. Cuando llegué a nuestra habitación, la vi sentada en el borde de la cama, su expresión preocupada mientras observaba las maletas. Su mirada se encontró con la mía, y en ese momento, pude ver la ansiedad y la tristeza en sus ojos.

Me acerqué a ella y coloqué las maletas en el suelo. Mi mente seguía girando en torno a las palabras de Alexis, y la frustración de la confrontación aún pesaba en mi pecho. Sabía que no había solución fácil para nuestra situación, pero lo que más deseaba en ese momento era encontrar un pequeño consuelo para Laia, y para mí misma, en medio de todo este caos.

—Aquí están tus cosas —dije con voz cansada—. Lo siento, no pude evitar tener una pequeña discusión con Alexis.

Laia me miró con preocupación, y sus ojos reflejaban el dolor y la confusión que sentía. Me tomó de la mano y la miró con intensidad.

—¿Qué ha pasado? —preguntó con una voz suave pero preocupada—. ¿Estás bien?

La tristeza en sus ojos me hizo sentir aún más impotente. Me senté a su lado en la cama, y le expliqué lo que había sucedido en la habitación de Alexis, tratando de mantener la calma mientras compartía los detalles.

-Prefiero que no sepas lo que ha dicho-Dijo con sinceridad y ella asintió confiando en mí.

Laia me miró con una mezcla de dolor y comprensión, y pude ver cómo sus propios sentimientos se reflejaban en su expresión. Me abrazó con fuerza, buscando consuelo en nuestra conexión.

—Lo siento, Laia —dije con sinceridad—Me mata no poder hacer nada para parar esto.

Mientras nos abrazábamos, sentía la intensidad de la situación y la desesperación por encontrar una solución. La conexión que compartíamos seguía siendo nuestra fuente de fuerza, incluso en medio de la tristeza y la frustración. Sabía que enfrentaríamos lo que viniera juntas, y que, aunque el camino era incierto, nuestro amor y apoyo mutuo serían la base sobre la que construiríamos nuestro futuro.

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Qué asco de tío (lo he creado yo)

Amores necesito vuestra ayuda porque al final con el nombre me voy a volver loca, hay tres opciones

-Ana

-Gisela

-Carla

𝐁𝐀𝐂𝐊 𝐓𝐎 𝐘𝐎𝐔-𝐀𝐥𝐞𝐱𝐢𝐚 𝐏𝐮𝐭𝐞𝐥𝐥𝐚𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora