LIV

397 45 5
                                    

Los días habían pasado rápidamente desde aquella noche en la discoteca. La emoción de mudarnos juntas había comenzado a materializarse, y ahora nos encontrábamos en el proceso de trasladar todas las pertenencias de Laia a la casa que compartiríamos.Mi se había transformado en el escenario de nuestro nuevo comienzo, y la tarea de llenar los espacios vacíos con nuestras cosas se sentía como una celebración de nuestra unión.

El sol brillaba con una luz cálida y reconfortante mientras hacíamos el último de los viajes entre el antiguo apartamento de Laia y mi casa. La mudanza había sido una experiencia agotadora pero emocionante, llena de momentos de risa, desafíos y colaboración. Habíamos cargado cajas, muebles y recuerdos con el entusiasmo de quienes estaban comenzando una nueva etapa en su vida.

El proceso no había sido sencillo, pero lo habíamos enfrentado juntas con una actitud positiva. Cada caja que colocábamos en la que ahora sería la cosa de ambas se sentía como una promesa de nuestro futuro compartido. La idea de que cada objeto y cada mueble estaba encontrando su nuevo lugar en nuestra casa nos llenaba de una profunda satisfacción.

Al llegar a casa, Laia y yo nos detuvimos por un momento en la entrada, observando el resultado de nuestro arduo trabajo. La casa, que había sido un lugar donde habíamos compartido tantos recuerdos ahora era un lienzo en blanco para dibujar más.

—Creo que hemos terminado con la mayoría de las cosas —dije, tratando de recuperar el aliento mientras miraba alrededor—. Solo falta desempacar y organizar todo.

Laia se rió suavemente, estirando sus músculos cansados. Habíamos pasado el día entero trasladando cosas, y nuestros cuerpos lo sentían. Sin embargo, el cansancio era contrarrestado por la emoción de ver nuestra casa en proceso de convertirse en un hogar compartido.

—Sí, parece que hemos hecho un buen trabajo —dijo Laia, mirando alrededor con una sonrisa de satisfacción—. Estoy emocionada por ver cómo queda todo cuando terminemos de organizar.

Nos dirigimos al sofá del salón, al sentarnos, el cojín suave y cómodo fue un alivio bienvenido para nuestras cansadas espaldas. La luz del sol se filtraba a través de las cortinas, creando un ambiente cálido y acogedor en el que nos sentíamos en paz.

Me incliné hacia Laia, apoyando mi cabeza en su hombro mientras ella pasaba un brazo alrededor de mi cintura. Sentí la calidez de su cuerpo y el latido de su corazón, y me sentí completamente tranquila. Había algo especial en este momento de calma después del ajetreo de la mudanza. Era un instante en el que podíamos simplemente estar juntas y disfrutar del logro de haber dado este importante paso en nuestra vida.

—Es increíble cómo ha cambiado todo —dije, con una sonrisa de satisfacción—. Parece que solo ayer estábamos hablando de mudarnos juntas, y ahora estamos aquí, haciendo que esta casa sea nuestra.

Laia sonrió, su rostro iluminado por una expresión de felicidad y ternura. Me miró con esos ojos que siempre parecían reflejar la profundidad de sus sentimientos.

—Sí, ha sido un viaje increíble —respondió, acariciando mi brazo suavemente—. Pero me siento tan contenta de estar aquí contigo. Esta casa ya siempre ha sido como un hogar, y eso es gracias a ti.

Sentí una ola de emoción al escuchar sus palabras. La idea de que este lugar, que durante cuatro años para mí había sido solo una casa vacía, ahora estaba comenzando a llenarse de recuerdos y significado, me hacía sentir profundamente feliz. La presencia de Laia, su apoyo y su amor, eran lo que realmente transformaba este lugar en nuestro hogar.

Nos quedamos en silencio durante unos momentos, disfrutando de la tranquilidad y la compañía mutua. La luz del sol se deslizaba suavemente sobre nosotras, creando un ambiente cálido que hacía que todo se sintiera perfecto. Mientras nos abrazábamos, sentía la conexión profunda que teníamos, una conexión que se había fortalecido a lo largo de los años y que ahora se manifestaba en cada rincón de nuestra nueva casa.

La conversación había disminuido a susurros suaves, y la atmósfera estaba cargada de una especie de paz serena. Me incliné hacia adelante para tomar la mano de Laia, entrelazando nuestros dedos en un gesto de ternura y complicidad.

—Me alegra que estemos haciendo esto juntas —dije, mirando nuestras manos entrelazadas—. No puedo imaginar hacerlo con nadie más.

Laia me miró con una sonrisa afectuosa, sus ojos llenos de amor y gratitud.

—Yo también me siento así —respondió—. Es maravilloso poder compartir este momento contigo. A veces, me detengo a pensar en todo lo que hemos vivido juntas, y me siento muy afortunada de tenerte a mi lado.

El silencio que siguió estaba lleno de una profunda satisfacción. Laia y yo compartíamos un momento de calma y conexión que había sido el broche de oro a un día agotador pero gratificante. Nos recostamos en el sofá, disfrutando del contacto cercano y de la tranquilidad de estar juntas en nuestra nueva casa.

Después de un rato, Laia rompió el silencio con una pregunta que me tomó por sorpresa. Su voz estaba cargada de nostalgia y ternura, y su mirada reflejaba una profunda reflexión.

—¿Te acuerdas de la primera vez que nos vimos? —preguntó, su tono lleno de un tipo especial de melancolía.

Laia me miraba con una mezcla de nostalgia y curiosidad, y su pregunta me hizo sonreír con ternura. Sabía que recordar nuestra primera reunión siempre traía consigo una oleada de emociones.

Me eché hacia atrás, recordando aquel primer encuentro. La primera vez que nos conocimos fue cuando éramos pequeñas. Nuestras madres, amigas desde hace mucho tiempo, decidieron presentarnos en un momento que se quedó grabado en mi memoria. Era un recuerdo de inocencia y primeras impresiones que había moldeado nuestra relación desde el principio.

—Sí, me acuerdo —dije, con una sonrisa—. Fue gracias a nuestras madres. Ellas eran amigas desde antes de que nacieramos, así que nos conocimos de pequeñas.

Laia sonrió, sus ojos brillando con la misma nostalgia que sentía. El recuerdo de nuestro primer encuentro, influenciado por nuestras madres, era un hermoso recordatorio de cómo había comenzado nuestra historia. Nos abrazamos más fuerte, sintiendo la conexión y el amor que había crecido desde esos primeros momentos.

La casa a nuestro alrededor estaba comenzando a ser nuestro hogar, y ese recuerdo compartido era una prueba de la profundidad de nuestra relación. Mientras el sol se ocultaba, nos acurrucamos en el sofá, disfrutando de la tranquilidad y del significado de todo lo que habíamos construido juntas.
____

El siguiente es el último, tengo una sorpresita, va a ser muy diferente comparado con los finales de las otras😁

Después de tanto ya viven juntas, cosa que para ellas es como estar casadas

𝐁𝐀𝐂𝐊 𝐓𝐎 𝐘𝐎𝐔-𝐀𝐥𝐞𝐱𝐢𝐚 𝐏𝐮𝐭𝐞𝐥𝐥𝐚𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora