XXV

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Laia

Mientras estaba concentrada en aliviar la molestia en el hombro de Alexia, noté que su atención se desvió repentinamente. De pronto sentí unos brazos rodeándome por la espalda. La sorpresa me invadió, y mi corazón dio un salto al reconocer el toque familiar.

El abrazo fue inesperado, pero al mismo tiempo, el contacto fue un bálsamo reconfortante que inmediatamente me hizo sonreír.

Me giré con cuidado para mirarla, y allí estaba ella, con una sonrisa amplia y brillante que reflejaba exactamente cómo me sentía. La sorpresa y la alegría llenaban el aire, y aunque las palabras estaban ahí, en ese momento, el abrazo lo decía todo.

-¡Patri!-Exclamé, la emoción en mi voz palpable pero controlada.

Me sentía increíblemente contenta de verla de nuevo, Patri había sido una de mis mejores amigas durante años, y el reencuentro estaba lleno de una calidez que no podía describir con precisión. Aunque el tiempo había pasado, nuestra conexión parecía intacta. Era como si no hubiera transcurrido un solo día desde la última vez que nos vimos.

Patri se apartó un poco para mirarme a los ojos, y su expresión era de asombro y alegría genuina.

-¿Cómo no me has dicho que está aquí?-Le recriminó a Alexia mirándola mal en broma.

-Se me habrá pasado-Se defendió Alexia riendo.

El campo a nuestro alrededor parecía desdibujarse mientras nos poníamos al día. Hablamos de todo lo que había sucedido en nuestras vidas desde la última vez que nos vimos, compartiendo anécdotas y recuerdos con una facilidad que solo se encuentra en amistades profundas. El ambiente estaba cargado de una energía positiva que hacía que el tiempo se sintiera más ligero y alegre.

La risa brotaba de nosotras con naturalidad, como si nunca hubiéramos estado separadas. Patri y yo teníamos esa conexión especial que nos permitía comunicarnos sin necesidad de grandes palabras; solo un intercambio de miradas y sonrisas bastaba para saber lo que sentíamos. Era un recordatorio poderoso de que las verdaderas amistades pueden superar cualquier barrera, ya sea la distancia o el tiempo.

A pesar de la alegría del reencuentro, traté de mantener la compostura. No era un momento para lágrimas, sino para celebrar lo que teníamos. La risa y la conversación fluían, y sentí que el abrazo y el reencuentro con Patri me llenaban de una energía renovada.

Alexia, testigo de nuestra conexión y comprensión, observaba con una sonrisa. Ella sabía lo importante que era este momento para mí y lo que significaba para nuestra amistad. Su apoyo y su comprensión hicieron que el reencuentro fuera aún más significativo, ya que no solo compartía mi alegría, sino que también respetaba y apreciaba la profundidad de nuestra relación.

Finalmente, después de una conversación animada y llena de reminiscencias, nos despedimos con promesas de mantenernos en contacto. El reencuentro con Patri había sido una chispa de luz en un día que había estado lleno de responsabilidades. Aunque la despedida fue inevitable, el impacto del reencuentro fue duradero.

Me fui con una sensación de gratitud y felicidad, sabiendo que a pesar de las vicisitudes de la vida, las amistades verdaderas pueden resistir el paso del tiempo. El abrazo de Patri y el tiempo que pasamos juntas me recordaron la importancia de mantener y valorar esas conexiones especiales en nuestras vidas.

Cuando me fui me dirigí a la habitación de Alexia, sabía que en la mía estaba Alexis y no pensaba entrar ahí, Alexia me había dado una de las dos tarjetas que tenía para abrir la puerta de la habitación, al llegar me di una ducha rápida y me quedé en la cama mirando mi teléfono.

𝐁𝐀𝐂𝐊 𝐓𝐎 𝐘𝐎𝐔-𝐀𝐥𝐞𝐱𝐢𝐚 𝐏𝐮𝐭𝐞𝐥𝐥𝐚𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora