XIV

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Laia

El mundo estaba envuelto en una suavidad etérea cuando comencé a despertar. Mi mente se arrastraba lentamente fuera del sueño, y la sensación de calma que me rodeaba era tan intensa que no podía decir si estaba soñando o si la realidad había asumido una forma más benévola de lo que había esperado. Los restos de la noche anterior se deslizaban en mi memoria, y el eco del dolor y la angustia aún parecía resonar en mi mente. Pero había algo diferente, algo que me hacía sentir que este despertar era distinto.

Abrí los ojos con lentitud, y lo primero que percibí fue el cálido resplandor de la luz del amanecer filtrándose a través de las cortinas. La habitación estaba bañada en una luz dorada que suavizaba los bordes del mundo y le daba un aire de serenidad. Mi cabeza descansaba sobre una almohada suave y cómoda, y el calor de las sábanas que me rodeaban me envolvía en una sensación de seguridad y protección. Sentí una presencia a mi lado, un contacto familiar que me hizo dudar de la realidad en la que me encontraba.

Me moví ligeramente, y al voltear mi cabeza, vi a Alexia sentada junto a mí. Sus ojos, aún cerrados en un sueño tranquilo, estaban a solo unos centímetros de distancia. Ella había caído en un sueño ligero, apoyada en el borde de la cama, su cuerpo en una posición protectora como si estuviera velando por mí. En un primer momento, la visión me pareció tan surrealista que me pregunté si estaba soñando, si esta paz y esta proximidad eran solo una ilusión de mi mente cansada.

El recuerdo de la noche anterior volvió con claridad mientras me esforzaba por recordar cada detalle. La angustia, el abrazo reconfortante, el consuelo que Alexia me había brindado, todo se desvanecía en el olvido de un sueño profundo. Pero ahora, al despertar, la realidad me golpeaba con la suavidad de su presencia.

Miré a Alexia con más detalle, observando la forma en que sus cabellos caían desordenadamente sobre su frente y cómo la luz matutina le daba un resplandor sereno. Sus labios estaban ligeramente entreabiertos en una expresión de paz, y vi que su respiración era tranquila y rítmica. La sensación de calidez y seguridad que emanaba de su presencia era reconfortante, una promesa de protección en medio del caos que había dejado atrás.

Me moví un poco más, y el contacto de la mano de Alexia en mi brazo me hizo darme cuenta de que todo era real. El calor de su piel, el suave roce de su mano contra la mía, era tangible y sólido. No estaba soñando, no era una ilusión; estaba realmente aquí, en este lugar seguro con Alexia a mi lado. El entendimiento de esta realidad me llenó de una mezcla de alivio y gratitud, una sensación profunda de que, a pesar de todo lo que había pasado, había encontrado un refugio genuino en ella.

Me senté despacio, sin querer despertar a Alexia de su sueño, pero incapaz de contener la necesidad de moverme y reconocer la realidad que me rodeaba. Cada movimiento era suave y cauteloso, como si intentara no perturbar la tranquilidad que habíamos creado en este espacio.

Cuando finalmente me senté, el movimiento de la cama hizo que Alexia abriera lentamente los ojos. Al verme, una sonrisa suave se dibujó en sus labios, y sus ojos se llenaron de una mezcla de sorpresa y ternura. La expresión en su rostro me hizo sentir aún más agradecida por el refugio que me había brindado, y vi en sus ojos una chispa de preocupación y afecto que me tocó profundamente.

—Buenos días —susurró Alexia, su voz aún cargada de la suavidad del sueño. Se estiró ligeramente y se incorporó, acomodando su posición para sentarse más cómodamente a mi lado—. ¿Cómo estás?

El tono de su voz, tan cálido y reconfortante, me hizo sentir un nudo en la garganta. Me di cuenta de lo mucho que había necesitado ese consuelo y de la magnitud del apoyo que ella me estaba ofreciendo. Era un recordatorio de que, a pesar de las dificultades y el dolor, había encontrado una fuente de apoyo y comprensión que me estaba ayudando a enfrentar lo que venía.

𝐁𝐀𝐂𝐊 𝐓𝐎 𝐘𝐎𝐔-𝐀𝐥𝐞𝐱𝐢𝐚 𝐏𝐮𝐭𝐞𝐥𝐥𝐚𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora