XXXXIV

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El segundo día en Cadaqués amaneció con una suavidad especial. La luz del sol se filtraba a través de las cortinas de nuestra habitación, creando un patrón dorado sobre la cama. Desperté con la sensación de haber dormido profundamente y me encontré envuelta en los cálidos brazos de Alexia. Susurrándole al oído, le di un beso suave para despertarla.

—Buenos días, amor —dije con voz suave.

Alexia sonrió al abrir los ojos, y me besó en los labios, comenzando el día con una promesa de ternura. Nos estiramos juntos, disfrutando del momento de calma antes de levantarnos.

Después de un desayuno ligero en la terraza del apartamento, decidimos explorar un poco más de Cadaqués. Hoy, nos dirigimos a un sendero que llevaba a un pequeño faro en un acantilado cercano. La caminata prometía vistas impresionantes y una dosis extra de romance.

El sendero serpenteaba entre vegetación mediterránea, con el mar a un lado y la brisa fresca acariciándonos el rostro. Nos tomamos de la mano mientras caminábamos, sintiendo la conexión entre nosotras con cada paso. Alexia se adelantó un poco para recoger una flor silvestre, y me la entregó con una sonrisa radiante. Me inclinó para besarme y susurró:

—Para la mujer más hermosa del mundo-Dijo poniendo la flor en mi oreja.

El pequeño gesto me hizo sonreír y me recordó cuánto significaba este viaje para ambas. La flor, con su fragancia ligera, parecía capturar la esencia del momento.

Al llegar al faro, nos sorprendió la vista panorámica que se desplegaba ante nosotras. El mar, bajo la luz del sol, brillaba como un tapiz de gemas. Nos sentamos en el borde del acantilado, contemplando el horizonte. Alexia me rodeó con el brazo, y me recosté contra ella, sintiendo el latido de su corazón y la tranquilidad de la vista.

—¿Te imaginas vivir aquí? —preguntó Alexia con un tono soñador.

—Sería increíble —respondí, inclinándome para darle un beso en la mejilla. —Pero con el tiempo, siempre prefiero estar aquí contigo, no importa dónde estemos.

Nos besamos entonces, sintiendo cómo el mundo se reducía a solo nosotras dos en ese instante. El sol comenzó a declinar, tiñendo el cielo de tonos cálidos. Era el tipo de momento que se quedaría grabado en nuestra memoria para siempre.

De regreso a la playa, decidimos hacer una cena al atardecer. Preparamos un picnic con una selección de delicadezas que habíamos recogido en el mercado local: quesos artesanales, aceitunas, pan recién hecho y frutas frescas. Mientras el sol se ponía, extendimos nuestra toalla en un rincón tranquilo de la playa y nos sentamos a disfrutar de la comida.

Las luces del atardecer iluminaban la playa con una cálida luz dorada, creando un ambiente mágico. Nos alimentamos mutuamente con pequeños bocados y nos reímos, disfrutando de cada momento. Cada gesto, cada mirada, estaba cargado de cariño.

—Por nosotros y por este maravilloso lugar--dije, levantando una copa de champán para brindar.

—Por nosotras —respondió Alexia, chocando su copa con la mía y dándome un beso en los labios. La conexión entre nosotras era palpable, y me sentí completamente amada y apreciada.

Después de la cena, decidimos dar un paseo por la playa bajo la luz de la luna. La arena estaba fresca bajo nuestros pies, y el sonido de las olas rompía suavemente en la orilla. Caminamos juntas, nuestras manos entrelazadas, disfrutando de la serenidad de la noche.

En un momento, nos detuvimos cerca de una roca grande, que parecía el lugar perfecto para descansar. Nos sentamos juntas, y Alexia me rodeó con sus brazos, acurrucándonos bajo la luz de la luna. La noche estaba despejada y las estrellas brillaban intensamente, creando un manto celestial sobre nosotras.

𝐁𝐀𝐂𝐊 𝐓𝐎 𝐘𝐎𝐔-𝐀𝐥𝐞𝐱𝐢𝐚 𝐏𝐮𝐭𝐞𝐥𝐥𝐚𝐬Donde viven las historias. Descúbrelo ahora