El sol se ocultaba tras un manto de nubes, y la lluvia comenzó a caer suavemente sobre la ciudad. En una pequeña casa en las afueras, en una habitación que había visto mejores días, un joven Izuku Midoriya se encontraba sentado en el suelo, rodeado de papeles arrugados y libros abiertos. A pesar de la tormenta exterior, el ambiente dentro de la habitación era opresivo y cargado de tensión.
Izuku, con apenas diez años, era un niño pequeño de cabello verde rizado y ojos llenos de una intensidad que ya era inusual para su edad. Sus manos estaban manchadas de tinta, y frente a él, una pila de cartas sin enviar se apilaba junto a una vieja máquina de escribir. Las cartas estaban dirigidas a una persona que no había respondido ni una sola vez: su padre.
"¿Por qué no me escribes?" murmuraba Izuku, mirando con tristeza las cartas, como si esperar una respuesta pudiera hacer que apareciera mágicamente. "¿Por qué no estás aquí?"
Las paredes de la habitación estaban cubiertas con recortes de periódico y fotos en las que Izuku y su madre, Inko, aparecían felices. La mayoría de las imágenes eran de eventos familiares y vacaciones pasadas, pero un espacio vacío en la pared indicaba que había algo más. Un recorte de periódico, parcialmente despegado, mostraba un artículo sobre la separación de sus padres.
De repente, el sonido de un timbre de puerta rompió el silencio. Izuku se levantó rápidamente y corrió hacia la entrada, esperando ver a su padre, pero solo encontró a su madre, Inko, con una expresión agotada. Sus ojos estaban enrojecidos, y su rostro mostraba una preocupación constante.
"¿Mamá? ¿Papá no vino?" preguntó Izuku con voz temblorosa, sus esperanzas desmoronándose con cada palabra.
Inko se agachó para estar a la altura de Izuku y lo abrazó con fuerza. "Lo siento, Izuku," dijo, con voz rota. "No pudo venir. Está ocupado con su trabajo. Pero prometió que te llamaría pronto."
Izuku miró a su madre, sus ojos llenos de una mezcla de tristeza y esperanza. "¿Lo crees, mamá? ¿Crees que volverá a casa?"
Inko suspiró, acariciando el cabello de su hijo. "Lo espero. Pero por ahora, debemos ser fuertes y seguir adelante."
La conversación dejó una cicatriz profunda en el corazón de Izuku. A medida que pasaban los días, su obsesión por mantener a su padre en su vida se convirtió en el centro de su mundo. Las llamadas y cartas sin respuesta, las promesas incumplidas, y el constante sentimiento de abandono se mezclaron con un fervor que parecía crecer cada día más.
La escena en la pequeña casa cambió, y ahora Izuku era un adolescente de 15 años. La habitación había sido transformada en un espacio dedicado a su obsesión con el poder y el control. En el escritorio, había planos de estrategias, notas y fotografías de personas que él admiraba. La obsesión por ser lo suficientemente bueno, por ser alguien que no se iría como su padre, había tomado el control de su vida.
Izuku estaba en medio de un entrenamiento riguroso, entrenando sus habilidades con un enfoque implacable. Su cuerpo se movía con una precisión calculada, y cada movimiento estaba lleno de determinación. Pero detrás de su esfuerzo, había un motivo más oscuro: un deseo profundo de demostrar su valía, de proteger a aquellos que amaba, para que nunca sintieran el mismo dolor que él.
Su madre había pasado a ser una sombra de la persona que había sido antes, el peso de la separación y el estrés habían tomado su toll. Izuku sentía que tenía que protegerla, no solo del dolor emocional, sino también de cualquier cosa que pudiera dañarla. Esto lo llevó a desarrollar una obsesión patológica por el control, por asegurarse de que todo estuviera bajo su dominio.
La habitación estaba a oscuras, iluminada solo por la luz de la pantalla de la computadora. Izuku estaba absorto en la pantalla, revisando grabaciones de cámaras de seguridad que había instalado sin que su madre lo supiera. La computadora mostraba imágenes de ___, su objeto de obsesión, una presencia que parecía llenar un vacío que Izuku había estado tratando de llenar durante años.
Las imágenes de ___ pasaban por la pantalla, capturando cada detalle de su vida cotidiana. Izuku había estado siguiendo a ___ durante semanas, recopilando información y observando cada pequeño movimiento. Sentía una mezcla de euforia y ansiedad al ver a ___ en la pantalla. Su obsesión se había convertido en una forma de escape, una manera de llenar el vacío que su padre había dejado atrás.
"Si solo pudieras entender," susurraba Izuku a la pantalla, su voz cargada de una mezcla de desesperación y amor. "Si solo pudieras ver cuánto te necesito. No quiero que sientas el mismo dolor que yo."
El deseo de proteger a ___, de asegurarse de que nada le hiciera daño, se había convertido en una forma de superar su propio dolor. Para Izuku, el control era una forma de amor, una forma de evitar la sensación de abandono que había marcado su vida. Cada acción, cada gesto, estaba guiado por la necesidad de mantener a ___ cerca, de asegurarse de que nunca experimentara el dolor que él había sentido.
A medida que la noche avanzaba, Izuku se sumió en un silencio inquietante, contemplando la profundidad de su obsesión. Las lágrimas comenzaban a formar en sus ojos, no solo por el dolor que sentía, sino también por el temor de que todo lo que había construido se desmoronara. Su necesidad de controlar todo lo que rodeaba a ___ no era solo una manifestación de su amor, sino una forma de lidiar con un pasado lleno de abandono y decepción.
Cuando el amanecer comenzó a despuntar, Izuku dejó la computadora y se tumbó en la cama, exhausto. Los ecos de su pasado lo habían atrapado, y la obsesión por ___ era tanto un refugio como una prisión. Mientras cerraba los ojos, se dio cuenta de que su necesidad de control había crecido más allá de lo que había anticipado. Y con esa realización, una parte de él sabía que este ciclo no podía continuar para siempre.
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Tinte Verde Corazón Oscuro (Izuku Yandere X Malereader)
FanfictionLee la historia nomas