___ despertó esa mañana sintiendo el peso de la noche anterior aplastándole los hombros. Había dormido muy poco, atrapado en una espiral de pensamientos intrusivos y temores alimentados por la presencia dominante de Izuku en su vida. Cuando finalmente se levantó de la cama, miró su reflejo en el espejo del baño y apenas se reconoció: las ojeras marcadas bajo sus ojos, el cabello revuelto y sin brillo, y el rostro pálido y demacrado. Sabía que no podía seguir evitando el mundo exterior; necesitaba ir a la escuela, pero su corazón latía con fuerza ante la idea de enfrentarse a sus amigos.
En el camino a la escuela, se sintió como si sus pies pesaran toneladas. El aire fresco de la mañana apenas aliviaba su mente nublada. Su respiración era irregular, como si en cualquier momento pudiera colapsar por la presión acumulada. Se detuvo un segundo, tomando un respiro profundo, y trató de prepararse para lo inevitable.
Cuando llegó, sus amigos ya lo estaban esperando en el portón de entrada. Desde la distancia, vio a Haruto y Mei charlando animadamente, pero sus risas cesaron en cuanto lo vieron acercarse. El cambio fue inmediato; sus sonrisas se desvanecieron, sustituidas por miradas de preocupación. ___ intentó componer una sonrisa, pero era débil, más un gesto mecánico que una expresión genuina.
—___, ¿estás bien? —preguntó Haruto en cuanto estuvo lo suficientemente cerca, su tono cargado de inquietud. Mei, a su lado, lo observaba con una expresión que mezclaba preocupación y sorpresa.
—Sí, sí... estoy bien —respondió ___, su voz vacilante, sin la energía habitual que solía tener. Sabía que no los había convencido, y sentía el escrutinio de sus ojos sobre él como cuchillas.
Mei frunció el ceño, su mirada escaneando cada detalle del rostro de ___. —No te ves bien —insistió, con la voz baja pero firme—. ¿Qué pasó? Nunca te había visto tan... cansado.
___ se sintió atrapado. No quería hablar del encuentro con Izuku. No quería arrastrar a sus amigos a su infierno personal. —No dormí bien, eso es todo —mintió, esquivando sus miradas y fingiendo buscar algo en su mochila para evitar el contacto visual.
Haruto intercambió una mirada rápida con Mei, y luego se acercó un paso más. —Escucha, estamos aquí para ti, ¿sí? Si hay algo que quieras contar...
Antes de que pudiera terminar la frase, ___ levantó la mano para detenerlo. —Gracias, pero de verdad, no es nada. Solo estoy cansado.
A lo largo del día, ___ sintió las miradas preocupadas de sus amigos sobre él como un peso constante. En cada clase, Haruto y Mei intentaban llamar su atención, pasándole notas preguntando si estaba bien, si necesitaba hablar. ___ respondía con monosílabos o con sonrisas forzadas, sin querer profundizar. Pero la tensión seguía aumentando.
En el recreo, se reunieron en su lugar habitual, una esquina tranquila del patio. Sin embargo, esta vez el ambiente estaba cargado. Mei rompió el silencio finalmente.
—¿Sabes qué? Esto es una tontería —dijo, su voz temblando ligeramente de emoción contenida—. Sabemos que estás mintiendo, ___. No eres tú mismo.
Haruto asintió, apoyando a Mei. —Sí, somos tus amigos. Si algo te está molestando o si alguien te está causando problemas, necesitamos saberlo. No vamos a quedarnos de brazos cruzados mientras algo malo te pasa.
___ sintió un nudo en el estómago. Podía sentir la sinceridad en sus voces, y eso solo hacía que su dilema se volviera más agonizante. Quería confiar en ellos, contarles la verdad sobre Izuku y el terror que estaba sintiendo. Pero sabía lo que podría pasar si lo hacía; Izuku había sido claro. "Si hablas con alguien, lo lamentarás", esas palabras resonaban en su cabeza como un eco interminable.
—Es solo... —empezó, tratando de encontrar las palabras adecuadas—. Es algo complicado. No quiero que se preocupen.
Mei apretó los labios y extendió una mano hacia él, poniéndola suavemente en su hombro. —¿Por qué no nos dejas decidir si preocuparnos o no? Somos un equipo, ¿recuerdas?
___ la miró, sintiendo una punzada de culpa. Pero antes de que pudiera responder, su teléfono vibró en su bolsillo. Lo sacó y vio el mensaje: era de Izuku.
*“Espero que no estés contando nuestros secretos, ___. Sabes lo que pasará si lo haces.”*
Un frío espeso recorrió su espina dorsal. Guardó rápidamente el teléfono, su rostro palideciendo aún más. Mei notó el cambio inmediato.
—¿Quién era? —preguntó, acercándose más.
—Nadie —dijo rápidamente ___. Pero su voz traicionaba el miedo que sentía.
El día continuó con una sensación inquietante en el aire. ___ apenas podía concentrarse en las clases. Cada vez que sonaba su teléfono, saltaba de miedo. Mei y Haruto seguían preocupados, y aunque intentaban distraerlo con temas ligeros, la tensión nunca desaparecía del todo.
Al final del día, mientras se preparaban para irse a casa, Haruto lo tomó del brazo. —Vamos a acompañarte —declaró con determinación—. No vamos a dejar que te vayas solo.
___ no sabía qué decir. Por un lado, agradecía el apoyo de sus amigos, pero por otro, el miedo de lo que Izuku podría hacer lo paralizaba. —No es necesario...
—Es necesario —interrumpió Mei, su voz más firme que antes—. Vamos.
Los tres caminaron juntos, con Haruto y Mei intercambiando miradas preocupadas mientras intentaban mantener una conversación ligera. ___ sentía una mezcla de alivio y terror. Sabía que no podía proteger a sus amigos de Izuku si él decidía aparecer.
Cuando llegaron a la casa de ___, se despidieron con abrazos rápidos, pero Mei lo miró a los ojos antes de irse. —Si necesitas algo, llámame. A cualquier hora.
Él asintió y entró en su casa, cerrando la puerta detrás de él. La sensación de seguridad fue efímera. No podía sacudirse el sentimiento de que Izuku estaba observando, esperando, y listo para hacer su próximo movimiento.