La atmósfera alrededor del viejo gimnasio estaba cargada de tensión. La noche era densa, con el aire húmedo y pesado, envolviendo a Todoroki, Hana y ___ en una neblina casi palpable. Cada sonido se amplificaba: el crujir de las hojas bajo sus pies, el susurro del viento acariciando las paredes envejecidas del edificio, y, sobre todo, el latido de sus propios corazones, que resonaban como tambores en sus oídos.
El gimnasio abandonado, que una vez fue el epicentro de la actividad estudiantil, ahora parecía una bestia dormida, con la pintura despegándose de sus paredes y ventanas rotas que miraban como ojos oscuros y vacíos. Hana caminaba ligeramente detrás de Todoroki, quien iba al frente, con ___ entre ambos, protegiéndolo con una firme resolución.
—Manténganse juntos —murmuró Todoroki, su voz baja pero firme—. No sabemos qué podríamos encontrar aquí.
Hana asintió, con los ojos enfocados en cada rincón y sombra que podrían ocultar algo inesperado. ___, por su parte, tragó saliva, tratando de contener el nerviosismo. No quería parecer asustado, pero la verdad era que sentía un miedo paralizante. Este lugar, que solía conocer tan bien, ahora era territorio enemigo.
El trío finalmente llegó a la entrada principal. La puerta, aunque estaba cerrada, se balanceaba ligeramente con el viento, produciendo un chirrido agudo. Todoroki hizo una señal con la mano, indicando que debían estar en silencio, y lentamente la empujó para abrirla. La puerta se abrió con un lamento largo, dejando paso a una oscuridad que parecía tragárselos.
Dentro, el gimnasio era aún más inquietante. La penumbra distorsionaba las formas de los objetos, y el polvo flotaba en el aire, brillando en los pocos haces de luz que se colaban por las ventanas rotas. El silencio era casi absoluto, roto solo por el eco distante de sus pasos.
Hana llevó su mano a la linterna que había traído consigo y la encendió. La luz cortó la oscuridad como un cuchillo, revelando las gradas cubiertas de polvo, los aros de baloncesto oxidados y el viejo marcador que aún colgaba en la pared, con números casi borrados por el tiempo. ___ se movía con cuidado, tratando de recordar los días cuando este gimnasio era un lugar de juego y risas, pero esas memorias parecían ahora pertenecer a otra vida.
—Parece que no hay nada aquí... —susurró Hana, aunque algo en su voz denotaba duda.
—Izuku no es alguien que se deje descubrir tan fácilmente —respondió Todoroki, observando cada rincón con la intensidad de un halcón cazando su presa—. Hay que estar alerta. Él siempre ha sido inteligente y meticuloso.
Avanzaron lentamente por el gimnasio, recorriendo las áreas más oscuras. Fue Hana quien, tras iluminar una esquina particularmente sombría, encontró algo fuera de lugar: una serie de marcas en el suelo que parecían demasiado recientes para pertenecer al desgaste normal del gimnasio. Se acercó, agachándose para observar mejor.
—Todoroki, mira esto —dijo en voz baja.
Todoroki se acercó y examinó las marcas. Eran huellas, como si alguien hubiera estado de pie en ese lugar repetidamente, quizás observando, esperando. Las marcas eran poco profundas pero notoriamente frescas. Alguien había estado aquí, y no hacía mucho tiempo.
___, mirando desde detrás de Todoroki, comenzó a sentir un escalofrío recorrer su espina dorsal. Ese alguien solo podía ser una persona.
—¿Creen que fue Izuku? —preguntó, su voz apenas un susurro.
—Posiblemente —respondió Todoroki—. Pero necesitamos más pruebas antes de asumir cualquier cosa. Sin embargo, estas huellas nos dicen que definitivamente alguien ha estado aquí, observando... probablemente a ti, ___.
Mientras continuaban su exploración, los tres sintieron una inquietante sensación de que no estaban solos. Era como si alguien o algo los estuviera observando desde la penumbra. Hana apretó los dientes, sintiendo cómo el miedo comenzaba a apoderarse de ella. A pesar de eso, decidió permanecer firme, no solo por su propia seguridad sino también por la de ___.
—Izuku... ¿puedes oírnos? —llamó Todoroki de repente, con una voz clara que resonó por todo el gimnasio.
El eco de su voz se perdió en la oscuridad, pero nadie respondió. Sin embargo, algo cambió en la atmósfera. El aire se sintió más frío, más denso. La tensión era palpable. De repente, ___ sintió un escalofrío correr por su cuerpo, como si algo invisible hubiera pasado junto a él.
—No me gusta esto —murmuró Hana, sus ojos girando de un lado a otro, buscando algún movimiento en la penumbra.
—No hay tiempo para titubear —dijo Todoroki—. Si Izuku está aquí, está escondiéndose. Y eso significa que tiene miedo o está planeando algo.
Mientras avanzaban más profundamente en el gimnasio, ___ comenzó a recordar todos los encuentros anteriores con Izuku. Recordó la forma en que Izuku lo había mirado, los momentos en que había sentido su presencia como una sombra persistente detrás de él. A medida que estos pensamientos lo invadían, su respiración se hizo más rápida y superficial.
Hana, notando el cambio en ___, se acercó y le tocó el brazo suavemente. —Estamos aquí contigo, ___ —dijo con una voz tranquilizadora—. No dejaré que nada te pase.
El gesto de Hana fue reconfortante, pero también le recordó lo aterradora que era la situación. Se dio cuenta de que, a pesar de tener a Todoroki y Hana a su lado, el peligro que representaba Izuku seguía siendo real y presente.
De repente, un ruido agudo y metálico rasgó el silencio del gimnasio, seguido de un golpe seco. Todoroki, Hana, y ___ se giraron hacia la fuente del sonido. Uno de los viejos reflectores colgados del techo había caído, estrellándose contra el suelo. El corazón de ___ casi se le salió del pecho.
—¡Cuidado! —gritó Todoroki, moviéndose rápidamente frente a ___, mientras encendía su lado izquierdo, cubriéndolos con una ráfaga de hielo para crear una barrera.
Hana retrocedió unos pasos, tratando de iluminar la fuente del sonido con su linterna, pero la oscuridad parecía devorar la luz. —¿Qué fue eso? —preguntó, con el miedo reflejado en sus ojos.
Un susurro se deslizó en el aire, apenas audible pero lo suficientemente claro para que todos lo escucharan.
—___... ¿por qué te escondes de mí...? —la voz de Izuku flotaba en el aire, suave pero llena de un peligroso subtono de obsesión.
El cuerpo de ___ se tensó al escuchar esa voz. Todoroki y Hana se posicionaron a su lado, listos para cualquier cosa. Todoroki tomó una decisión rápida.
—Tenemos que salir de aquí —dijo con urgencia—. Ahora mismo.
Sin perder más tiempo, comenzaron a moverse hacia la salida del gimnasio. Todoroki iba al frente, usando su hielo para abrir camino, mientras Hana y ___ lo seguían de cerca. El sonido de sus pasos resonaba en el espacio vacío, mezclado con los ecos distorsionados de la voz de Izuku.
Pero justo cuando estaban a punto de salir, una figura apareció ante ellos, bloqueando la puerta. Izuku. Su expresión era casi irreconocible, con una mezcla de desesperación y determinación en sus ojos. Parecía un animal acorralado, dispuesto a hacer lo que fuera necesario.
—Izuku, esto tiene que parar —dijo Todoroki con firmeza, manteniendo su posición defensiva—. Estás cruzando límites que no puedes deshacer.
—¿Parar? —Izuku dejó escapar una risa suave, pero su tono era perturbadoramente calmado—. Todo lo que he hecho es por amor, por proteger lo que es mío. ¿Acaso no pueden ver eso?
Hana dio un paso adelante, su mirada fija en Izuku. —Esto no es amor, Izuku. Estás lastimando a ___ y a todos los que te rodean.
Pero Izuku no parecía escuchar. Sus ojos estaban clavados en , como si el resto del mundo no existiera. —, ven conmigo. Te prometo que todo estará bien. Nadie te entenderá como yo.
Todoroki no esperó más. —¡Corre! —gritó a Hana y ___, lanzando una ráfaga de hielo hacia Izuku, quien la esquivó ágilmente pero se vio obligado a retroceder. Aprovechando la distracción, Hana y ___ corrieron hacia la puerta, con Todoroki cubriéndolos.