Capitulo 29

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En la base, el ambiente se sentía denso, cargado con la incertidumbre que acechaba a Jude. La decisión de matar a Ross pesaba en su conciencia como una sombra implacable.

Jude miraba su teléfono, indeciso. Finalmente, decidió marcar.

-Hola, Flynn... ¿Has visto a Ross? -preguntó con una voz cargada de tensión, aunque intentó disimularlo.

Fitzgerald, que estaba al otro lado de la línea, respondió con tono despreocupado:

-Bueno, me dijo que iba a tomarse un tiempo para recibir un poco de terapia. Dijo algo como "acomodar su mente" o algo así.

Jude apretó los labios. Algo en su interior se revolvía con preocupación.

-Bien... ¿Y con quién está? -preguntó mientras tomaba un trago de agua.

-Un psicólogo llamado... John Berneker.

La mención de ese nombre hizo que Jude se atragantara de inmediato. Dejó caer el vaso, con el agua aún corriendo por su garganta.

-¿Pasa algo? -inquirió Fitzgerald, extrañado por el silencio.

-¿Qué? No, no... solo recordé algo... -intentó calmarse, aunque en su mente un grito de alarma retumbaba con fuerza: ¡John..... Solo espero que funcione!

En la terapia de Ross

Ross estaba sentado frente a John , que tenía un aspecto tranquilo pero con una presencia inquietante. Había algo en él que no terminaba de encajar.

-Escuche... señor Berneker... -empezó a decir Ross, con cierto titubeo.

-Por favor, dime John -interrumpió el terapeuta, esbozando una ligera sonrisa-. ¿Qué es lo que te acompleja, Ross?

Ross respiró hondo, sintiendo el peso de sus pensamientos.

-Bueno... no sé si debería comentarle esto...

-Antony, puedes confiar en mí. Nada de lo que digas aquí saldrá de estas paredes.

Después de una pausa, Ross decidió hablar.

-Estoy trabajando en el caso KIRA.

John lo miró con una mezcla de interés y sorpresa fingida.

-¿En serio? Bueno, parece un caso importante... Pero puedo notar que eso no es lo que realmente te atormenta.

Ross bajó la mirada, sintiendo que estaba siendo desnudado por las palabras del psicólogo.

-Digamos que KIRA sabe quién soy. Y tengo miedo de que algo le suceda a mi familia...

John lo observó durante unos segundos antes de responder, como si sus palabras hubieran despertado algo en él.

-Supongo que ese KIRA se cree más de lo que debería... ¿No es así?

-Creo que sí -respondió Ross, pensativo.

John se inclinó hacia adelante, su mirada más intensa.

-Quiero intentar algo, Antony.

-¿Qué cosa? -preguntó Ross, confundido.

-Hagamos un ejercicio de roles. Yo seré KIRA y tú serás tú mismo. Supongamos que tienes a KIRA frente a ti... ¿qué le dirías o harías?

Ross se removió en su asiento, incómodo. Pero al final, aceptó el reto.

-Bueno... en ese caso le preguntaría: ¿Por qué haces esto? ¿Por qué matas a personas?

John cambió de expresión, adoptando una postura más fría.

-Criminales.

-¿Qué? -preguntó Ross, sorprendido.

-Recuerda, Antony, yo estoy interpretando a KIRA. Y para hacerlo más realista, debo actuar como lo haría él. No quiero que me golpees.

Ross suspiró, tratando de mantener la calma.

-Bien... ¿Qué criminales?

John sonrió, esa sonrisa fría que lo hacía aún más perturbador.

-Eso es lo que eran... solo criminales. Personas que decidieron hacerle daño al mundo porque podían.

-¡Pero son vidas! -exclamó Ross, con un brillo de ira en los ojos.

-Vidas detestables -respondió John, con una sonrisa que ahora era casi burlona-. Gente que decidió hacer el mal por placer.

Ross apretó los puños, sintiendo que su ira crecía.

-Entonces, respóndeme una pregunta -dijo finalmente, con la voz cargada de furia contenida.

-¿Cuál sería? -preguntó John, su voz aún calmada.

-¿Por qué yo? ¿Qué es lo que quieres de mí?

John lo miró fijamente antes de contestar, su voz ahora teñida de burla.

-No lo sé... tal vez solo quiero atormentarte... o quizás... me divierta... o tal vez solo te use...

-¿Usarme? ¿Para qué? -Ross estaba perdiendo el control de su paciencia.

John se inclinó hacia él, susurrando con una sonrisa maliciosa.

-No lo sé... ¿Diversión?

Esa fue la gota que colmó el vaso. Ross se levantó de su asiento y, sin pensarlo dos veces, le dio un golpe a John, enviándolo al suelo.

-¡Perdón, John! ¡Lo siento mucho! -exclamó Ross, dándose cuenta de lo que había hecho.

John se levantó, con la mano en la mandíbula, pero aún con la misma sonrisa fría en el rostro.

-No hay problema -respondió tranquilamente, como si nada hubiera pasado.

-Ya es tarde... creo que debo irme a casa -dijo Ross, intentando escapar de la tensión-. Y por favor, John... no le digas a nadie que estuve aquí.

-No te preocupes, Antony. Pero... una última cosa -dijo John, mientras Ross se dirigía hacia la puerta.

-¿Qué es? -preguntó Ross, volviendo la cabeza.

-¿Sabes qué hora es? -preguntó John, su tono sombrío.

Ross miró su reloj.

-Son las ocho y veintitrés.

John sonrió de nuevo, esa sonrisa que ahora le helaba la sangre a Ross.

-Dos minutos para las ocho veinticinco... Será mejor que vayas a casa. O... no lo sé... tal vez a la calle.

Ross sintió un escalofrío recorrer su espalda mientras salía de la oficina.

De vuelta al presente

Ross conducía hacia el hospital, con el corazón en la garganta. Su teléfono vibró, interrumpiendo sus pensamientos.

-¿Sí? -contestó, su voz temblorosa.

En el hospital

Ross corría por los pasillos, buscando desesperadamente.

-¡Antony! -gritó Fitzgerald cuando lo vio.

-¡Flynn! ¡Dime qué pasó! ¡Dime qué pasó!

Fitzgerald lo miró con los ojos llenos de dolor.

-Lo siento, amigo...

Ross sintió que el mundo se desmoronaba a su alrededor. Salió corriendo del hospital, incapaz de aceptar lo que acababa de escuchar.

-¡No, no, no!

El recuerdo de la conversación con John lo invadió nuevamente.

-¿Sabes qué hora es?
-Son las ocho y veintitrés.
-Dos minutos para las ocho veinticinco... Será mejor que vayas a casa. O... no lo sé... tal vez a la calle.

En el presente

Ross detuvo en la orilla de la vereda del hospital, respirando con dificultad.

-John... John... ¡KIRA!

Continuará...

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