Capitulo 63

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En el Mundo Shinigami: Un Vistazo al Comienzo.

El Rey, contemplando el vacío mundo que había creado,observaba con seriedad a sus creaciones. Los shinigamis se encontraban reunidos ante él, aguardando en silencio las palabras de su maestro. Con una voz firme y autoritaria, el Rey comenzó a hablar:

-Los shinigamis son mis creaciones -declaró con un tono que resonaba en todo el salón.

Los shinigamis, atentos a cada palabra, sabían que lo que venía a continuación definiría sus existencias.

-Y como mi creación, deberán seguir las reglas -continuó el Rey, sin dejar espacio a dudas en sus palabras.

La atmósfera en la sala se volvía cada vez más pesada a medida que el Rey exponía las normas que regirían el destino de los shinigamis.

-El shinigami que ayude a un humano de forma directa o indirecta está prohibido -dijo con severidad-. De lo contrario, simbolizará el fin del shinigami.

Un silencio inquietante se extendió entre los presentes. Las reglas no solo eran claras, sino inquebrantables. Ningún shinigami debía intervenir en el mundo humano.

-Los shinigamis no pueden intervenir en las acciones de los humanos -continuó el Rey, marcando cada palabra con precisión-. Los shinigamis tienen prohibido decir a algún humano su tiempo restante de vida, así como el de otro humano-Cualquier shinigami que sepa que otro ha roto alguna de estas reglas deberá intervenir, interrumpiendo cualquier acción del infractor, ya sea saboteando sus planes o acciones.

El Rey hizo una pausa, permitiendo que la gravedad de sus palabras calara profundamente en todos los presentes. Luego, con un tono más neutral, agregó:

-Esas serán las reglas por ahora, pero no puedo decir que no voy a añadir más en un futuro.

La mirada del Rey recorrió a los shinigamis. Sabían que su poder era absoluto, y que cualquier nueva regla sería impuesta sin previo aviso. Con esas palabras, el futuro de los shinigamis estaba sellado, al menos por el momento.

A la mañana siguiente, el amanecer apenas se asomaba y una ligera neblina cubría el horizonte. Stephanie se encontraba tumbada en la cama junto a John, quien aún dormía profundamente. Sin embargo, el sueño no había sido su aliado; su mente seguía atrapada en una espiral de dudas. Sentía que el tiempo se agotaba y que debía actuar antes de que fuera demasiado tarde.

Observó a John, notando cómo la abrazaba inconscientemente, buscando su calor. Con un suspiro silencioso, le dio un suave beso en la mejilla antes de deslizarse fuera de la cama, tratando de no despertarlo.

Al bajar las escaleras, cuidando de no hacer ruido, se encontró de frente con Raito, quien la observaba con una sonrisa ambigua desde la penumbra.

-¿Adónde vas, eh? -preguntó, su tono era burlón pero no malintencionado.

-¡Raito! Me asustaste... -dijo Stephanie, llevándose una mano al pecho.

-Vas a ver a Kinddara, ¿verdad? -inquirió, aunque ya conocía la respuesta.

Stephanie guardó silencio por un momento, antes de responder con voz queda.

-Tengo que escuchar su versión de los hechos...

-Sí, su "versión" -dijo Raito, riéndose para sí mismo-. Intenta no hacer ruido cuando salgas. No querrás despertar a John ni a los demás, ¿no?

-Nos vemos después, Raito... -respondió Stephanie antes de salir de la casa y cerrar la puerta tras de sí.

Mientras tanto, en la base de operaciones...

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