Capitulo 4

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Semanas antes de la aparición de KIRA

El sonido de pasos apresurados resonó en los pasillos de la comisaría. El oficial de policía, respirando ligeramente agitado, se acercó a una de las oficinas.

—¡Marshall! ¡Marshall! —gritó, su voz cargada de urgencia.

Un hombre, medio dormido en su escritorio, levantó la cabeza con los ojos entrecerrados.

—¿Eh? ¿Qué pasa? —respondió, tratando de ubicar la situación.

Ross unos se sus compañeros sonrió al ver la escena, una mezcla de cansancio y rutina dibujada en el rostro de su compañero.

—Otra vez te quedaste dormido —dijo, sin poder evitar reírse de la situación—. ¿Mala noche?

—No, no... —respondió el hombre, apretando el puente de su nariz—. Solo unos perros que no me dejaron dormir, eso es todo. Por cierto, ¿qué hora es?

—Ya es la hora de salida —contestó el policía, mirando su reloj.

El hombre, Marshall Jude, se desperezó, sintiendo cómo el cansancio aún pesaba sobre él.

—¿Ya era hora? —preguntó, más para sí mismo

Ross lo observó con simpatía y ofreció:

—Oye, yo y los muchachos iremos a tomar algo. ¿No vienes?

—Gracias, pero el sueño me está matando. Quiero ir a dormir un poco.

—Bueno, entonces hasta mañana.

Jude asintió y se levantó para recoger sus cosas. Caminó hacia su casillero, asegurándose de que nadie estuviera cerca.

—Bueno, Sidoh, ya puedes salir —murmuró.

Una pequeña figura emergió de la sombra, estirándose como si acabara de despertarse de un largo sueño.

—¡Ya era hora! Llevo sin decir una palabra durante horas —se quejó Sidoh.

—¿Nos vamos a casa, Jude? —preguntó la criatura con impaciencia.

—Sí —respondió Jude mientras bostezaba, el agotamiento aún presente en su voz.

Sidoh lo observó con curiosidad.

—Veo que quedarte toda la noche pensando no te hizo bien.

—No, para nada —respondió Jude con una sonrisa cansada.

—¿Aún sigues pensando en eso? Lo hiciste, y con eso debería ser suficiente, ¿no?

Jude permaneció en silencio, perdido en sus pensamientos. Desde que había encontrado la libreta, no podía dejar de preguntarse por qué aún la conservaba.

Recuerdo de Jude:

—Buenas noches, Marshall —dijo un compañero, antes de salir de la oficina.

—Buenas noches —respondió Jude, sin levantar la vista de los documentos que tenía delante.

—¿Aún sigues pensando en ese caso? —preguntó Fitzgerald otro compañero, deteniéndose en la puerta.

—Sí —admitió Jude, su voz cargada de frustración.

—Sé que quieres que el asaltante pague por matar a esos niños, pero está en manos de asuntos internos.

—Lo sé, pero siento que puedo ayudar.

Fiztgerald asintió con comprensión.

—Todos queremos ayudar, pero por ahora solo podemos esperar. Buenas noches, nos vemos mañana.

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