Capitulo 59

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La noche era tranquila en la casa de John, pero la mente de este no encontraba reposo. Las sombras de sus pensamientos se cernían sobre él, robándole el sueño. A su lado, Stephanie dormía plácidamente, abrazada a él. John la observó durante unos instantes, con una mezcla de ternura y preocupación, antes de darle un suave beso en la mejilla y levantarse de la cama con sigilo.

Mientras cruzaba la habitación en silencio, escuchó una voz familiar.

—¿Qué pasa, John? —preguntó Raito desde la penumbra—. ¿No puedes dormir?

John suspiró, mirando al shinigami que lo observaba desde un rincón oscuro.

—No... Tengo una sensación extraña —admitió, frotándose las sienes, tratando de aliviar la creciente tensión en su mente.

Raito lo miró con interés, percibiendo algo más profundo detrás de esas palabras.

—¿Y cuál es esa sensación? —preguntó, aunque ya sospechaba la respuesta.

—No lo sé... —respondió John, frustrado—. Es como si algo estuviera a punto de suceder, pero no puedo identificar qué es.

Raito lo observó en silencio por un momento, sus pensamientos ocultos tras una sonrisa inescrutable.

—Vaya, Kinddara... —pensó Raito, recordando los recientes movimientos—. No pensé que realmente tomarías ese camino. Deshacerte de John no te servirá de nada...

John no pudo evitar notar la expresión de Raito, pero antes de poder preguntar, decidió dejarlo pasar. Algo dentro de él sabía que pronto tendría respuestas, aunque probablemente no le gustarían.

En la casa de Alice, la noche también parecía tranquila, pero en el aire flotaba una inquietud similar. Arma, vigilando a Alice, decidió romper el silencio.

—Alice... —dijo, su voz profunda resonando en la habitación.

—¿Sí, Arma? —respondió Alice, mirándolo con curiosidad.

—Te voy a preguntar algo... —dijo Arma, mirando fijamente a Alice.

Alice, un tanto desconcertada, asintió.

—¿Estás enamorada de Trevor, no? —preguntó el shinigami sin rodeos.

Alice se quedó sin palabras por un instante. Su rostro se encendió de inmediato, sus mejillas ruborizándose intensamente.

—¡Bueno... yo...! —balbuceó, visiblemente nerviosa—. ¡No sé qué decir! —agregó, tratando de esquivar la pregunta.

Arma la observó en silencio, sin forzar una respuesta. Finalmente, sonrió levemente.

—Solo quería saber —dijo, con un tono más suave.

Alice, aún avergonzada, lo miró con curiosidad.

—¿Pasa algo, Arma? —preguntó, preocupada por la repentina seriedad de su guardián.

—No... Pero prométeme algo —dijo Arma, su voz grave y solemne.

—¿Qué cosa? —preguntó Alice, ahora más atenta.

—Si algo me llega a pasar... Quiero que cuides de Trevor —pidió Arma, observándola con una intensidad que Alice no había visto antes.

Alice frunció el ceño, preocupada por la naturaleza de la petición.

—No sé por qué me pides esto, pero... lo haré —respondió finalmente, con firmeza.

Arma asintió, visiblemente aliviado.

—Gracias... —murmuró.

Alice lo observó por un momento más antes de cambiar de tema.

—Bueno, hoy John quiere que nos reunamos... No sé por qué, pero será mejor que vayamos —comentó, buscando aliviar la tensión.

—¿Y Trevor? —preguntó Arma.

—Dijo que tenía que ir a ver algo, no me dio más detalles —respondió Alice.

—Bien... —Arma se quedó en silencio unos segundos, sus pensamientos volviendo a la advertencia que quería darle—. Alice... Tengo que decirte algo... pero tal vez no sea el momento...

En la base, la tensión era palpable. El Jefe y el Comandante Gaiden habían llegado convocados por Near, y ahora esperaban impacientes su explicación.

—Near, ¿por qué querías vernos ahora? ¿Y por qué también al jefe de las fuerzas especiales? —preguntó el Jefe, su voz cargada de inquietud.

—Sí, ¿qué está ocurriendo? —insistió Gaiden.

Near, sentado como siempre en su posición característica, tomó un momento antes de responder.

—He estado recibiendo... notas —dijo, haciendo una pausa calculada.

Rester frunció el ceño.

—¿Qué clase de notas? —preguntó, intrigado.

—Notas que parecen indicarnos dónde encontrar a los compañeros de Kira —respondió Near con frialdad, lo cual provocó un murmullo de sorpresa entre los presentes.

—¿Otra vez? —exclamó Wilson, incrédulo.

—Tenemos que actuar de inmediato, Near —dijo Rester, levantándose de su asiento, con la urgencia reflejada en su tono.

—Sí, ¡vamos ya! —insistió Gaiden.

Pero Near levantó una mano, deteniéndolos.

—Esperen —dijo, llevándose una gomita a la boca—. Ese es el problema.

—¿Qué pasa, Near? Tenemos que actuar ya —dijo el Jefe, perdiendo la paciencia.

—El problema —dijo Near, tras masticar su gomita— es que estas notas... no parecen haber sido escritas por alguien humano.

El silencio cayó sobre la sala.

—¿Qué? —preguntó Jude, desconcertado—. ¿Qué quieres decir con "no humano"?

—Las notas que recibí antes tenían rastros humanos, algún tipo de firma, una huella. Estas... no. Algo no está bien —explicó Near, su mirada fría pero calculadora.

El Jefe se inclinó hacia él, incrédulo.

—¿Estás diciendo que esto es obra de un shinigami? —preguntó, con la incredulidad coloreando su voz.

Near asintió, masticando lentamente.

—Es lo más probable. Y si ese es el caso, estas notas podrían ser tanto una pista como una trampa.

Wilson golpeó la mesa con el puño.

—¡Tenemos que hacer algo ya!

—¡Y lo haremos! —gritó Gaiden—. Dame la dirección, Near. Iré personalmente.

Near lo observó, sabiendo que no podría detenerlo. Finalmente, le entregó la dirección.

—Bien. Como sé que no podré detenerte... toma. Solo te pido algo, Comandante —dijo Near, su tono más serio que nunca—. Ten mucho cuidado.

—Lo tendré —respondió Gaiden, saliendo con paso decidido.

Mientras todos se preparaban para lo que parecía una peligrosa misión, Jude observaba todo desde el fondo de la sala, sus pensamientos enmarañados.

—No sé qué está pasando, pero necesito averiguarlo... —pensó Jude mientras salía de la sala para tomar un poco de aire fresco.

Al salir, su teléfono sonó. Era John.

—¿John? ¿Qué está pasando? —preguntó Jude, con la preocupación creciendo en su pecho.

Lo que escuchó al otro lado de la línea lo dejó helado.

—¿Qué? —exclamó—. Voy para allá de inmediato.

Colgó el teléfono y comenzó a correr.

—¡Dios, ¿qué está pasando?! —exclamó para sí mismo, mientras la ansiedad lo envolvía.

Continuará...

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