Capitulo 21

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Ross al recibir una nota de KIRA solicitando que se convierta en su informante. Ante esta situación, decide pedir ayuda a Fitzgerald.

En las afueras de la base

Fitzgerald caminaba de un lado a otro, intentando procesar lo que Ross acababa de decirle. El viento frío de la madrugada hacía que el susurro de las hojas se mezclara con sus pensamientos. Finalmente, se detuvo y, con el rostro desencajado, miró a su compañero.

-¿Cómo que KIRA te envió una carta? -preguntó Fitzgerald, casi incrédulo.

Ross, con la expresión sombría, sacó la carta de su bolsillo y se la tendió. Los ojos de Fitzgerald se movieron rápidamente de un lado a otro mientras leía las palabras escritas en el papel. Era inconfundible. El tono, la amenaza implícita... Todo encajaba.

-¿Hay pruebas de que esto sea real? -inquirió Fitzgerald, esperando que todo fuera un malentendido.

Ross asintió con la cabeza, sus pensamientos lo llevaron de nuevo a aquel fatídico encuentro.

Recuerdo de Ross

El parque estaba casi desierto aquella tarde. Ross se sentó en una banca, esperando, mientras su corazón latía con fuerza. Sabía que lo que estaba por hacer era peligroso, pero no tenía otra opción.

-Okey, ya estoy aquí... ¿Qué quieres? ¿Y como se que eres el KIRA real? -preguntó, mirando fijamente a la figura que se le había acercado.

La figura permaneció en silencio por un momento, antes de hablar con una voz firme y segura.

-¿Ves a ese policía? -preguntó, señalando discretamente a un hombre uniformado que caminaba despreocupado al otro lado del parque.

Ross frunció el ceño, sin entender la relación.

-Sí, ¿por qué?

-Está acusado de corrupción... y en cuarenta segundos morirá de un ataque al corazón.

Ross se quedó helado. Observó con nerviosismo al policía, y, justo cuando los cuarenta segundos se cumplieron, vio cómo el hombre se desplomaba en el suelo. No había dudas, estaba muerto.

-¡Eres KIRA! -exclamó Ross, con una mezcla de miedo y asombro.

-Si no haces lo que te pido -continuó la voz-, la siguiente será tu esposa, y luego tu hija. Haz lo que te digo, y nadie saldrá lastimado.

De vuelta al presente

Fitzgerald soltó un suspiro profundo, tratando de asimilar lo que acababa de escuchar. Miró la carta nuevamente, buscando algún indicio, cualquier cosa que pudiera servirles.

-Dios... -murmuró-. Y la carta, ¿tiene huellas, fragmentos de algo?

Ross negó con la cabeza, su expresión reflejaba una mezcla de impotencia y desesperación.

-No... nada. Ese desgraciado no se anda con juegos -respondió mientras, lentamente, se dejaba caer al suelo, abrumado por la situación-. Fynn, ¿qué debo hacer?

Fitzgerald se arrodilló a su lado, levantándolo con firmeza pero con empatía.

-Vamos, amigo -le dijo con una determinación renovada-, saldrás de esta, tú y tu familia. Y juntos atraparemos a ese idiota, ¿okey?

Ross asintió, todavía temblando, pero encontrando algo de esperanza en las palabras de su compañero.

-Bien... ¿Qué hacemos ahora? -preguntó, tratando de recuperar la compostura.

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