Capitulo 61

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El frío de la noche se colaba entre las paredes de la camioneta abandonada, donde Trevor yacía acostado, mirando el techo desvencijado. Su mente divagaba entre el pasado y el presente, reviviendo conversaciones que ahora parecían proféticas.

—Arma, ¿estás ahí? —murmuró Trevor, con la voz apenas audible.

—Sí... ¿Qué pasa? —respondió la voz etérea de Arma, siempre presente, siempre vigilante.

—Solo quería saber si estabas ahí... —Trevor suspiró profundamente, sintiendo un peso en su pecho—. Sabes... No sé qué va a pasar. No sé si algún día encontraré a KIRA, y tampoco sé qué haré si la policía me atrapa. No quiero dejarte sola.

Arma lo observaba en silencio, y luego respondió con la misma calma de siempre:

—Nunca estaré sola si estoy contigo, Trevor.

Trevor se quedó callado por un momento, procesando esas palabras.

—Gracias, Arma. —Su voz temblaba de incertidumbre—. Sé que algún día tendremos que separarnos.

—Lo sé —contestó Arma, con una suavidad que parecía casi humana—. Pero cuando llegue ese día... haré todo lo posible para salvarte.

—¿Salvarme? ¿Cómo que salvarme? —preguntó Trevor, intrigado.

Arma no respondió de inmediato, pero cuando lo hizo, su tono era enigmático.

—Nada... Solo espero que seas feliz, Trevor.

Trevor cerró los ojos, buscando consuelo en aquellas palabras.

—Si estoy contigo... lo seré —susurró.

En el presente...

Los recuerdos se desvanecieron como el humo, mientras Trevor corría desesperado, con el cuaderno blanco de Arma en su mano. Sus pies golpeaban el pavimento con fuerza, y su respiración agitada lo delataba.

—¿Los perdí? Creo que sí... —murmuró mientras se dejaba caer al suelo, exhausto.

Las lágrimas comenzaron a rodar por sus mejillas. Se sentía vacío, roto. Su amiga, su compañera, se había desvanecido para siempre.

—¿Por qué? —susurró, incapaz de entender el sacrificio de Arma.

De repente, unas luces lo iluminaron desde la distancia.

—¡No! —gritó, levantando las manos en señal de rendición, su cuerpo temblando.

Pero entonces, una voz familiar rompió el silencio.

—¡TREVOR! —Alice salió del auto, corriendo hacia él.

—¿Alice...? —preguntó Trevor, atónito.

John y Stephanie no tardaron en seguirla, sus rostros llenos de preocupación.

—Trevor, ¿estás bien? —preguntó Stephanie, acercándose rápidamente.

Trevor intentó responder, pero las palabras se atascaban en su garganta. Solo podía soltar lágrimas.

—Trevor... —susurró Alice, conmovida por su dolor—. Perdón... —lo abrazó con fuerza, intentando consolarlo.

Trevor, incapaz de contener más su angustia, correspondió el abrazo, aferrándose a Alice como si fuera lo único que lo mantenía en pie.

Horas después...

El ambiente en la casa de John era sombrío. La tristeza envolvía a todos los presentes como una niebla espesa.

—¿Cómo está Trevor? —preguntó Stephanie, con la voz apagada.

—No muy bien... —respondió John, suspirando profundamente.

Jude, que había permanecido en silencio hasta entonces, habló.

—¿Qué fue exactamente lo que pasó?

Sidoh, observando desde un rincón, rompió el incómodo silencio.

—Arma... —murmuró.

—¿Arma qué? —preguntó Jude, confundido.

—Se sacrificó por él —explicó Sidoh, con la mirada baja.

John frunció el ceño, perplejo.

—Espera, ¿cómo? —preguntó, incrédulo.

Raito intervino, con un tono más serio de lo habitual.

—Si un shinigami ayuda directamente a un humano que posee una libreta... desaparece. Es la ley de los dioses de la muerte.

Sidoh asintió lentamente.

—Ahora Trevor vivirá más... —agregó.

El ambiente se tornó más pesado ante aquella revelación.

—Stephanie, todo esto fue obra de Kinddara... —dijo Raito, mirandola.

Stephanie apretó los puños, tragando el nudo que se formaba en su garganta.

—... Lo sé... —susurró, con rabia contenida.

Midora, siempre observadora, añadió con voz grave:

—Será mejor que hagas algo, Stephanie.

Stephanie no contestó de inmediato, pero su determinación se reflejaba en sus ojos.

—Lo sé... —respondió finalmente, antes de mirar a John—. John...

John no supo qué decir, así que simplemente se acercó a ella, dispuesto a ofrecerle consuelo.

—No digas nada... por favor... —pidió Stephanie, abrazándolo con fuerza, como si temiera perderlo también.

Jude suspiró, sintiendo la tensión en el ambiente.

—John, ¿qué vamos a hacer ahora?

John se quedó pensativo por un momento, antes de responder.

—Aún tenemos una oportunidad... —dijo, sin soltar a Stephanie.

—¿Qué oportunidad? —preguntó Jude, confundido.

Stephanie levantó la cabeza, mirando a Jude con determinación.

—¡La libreta de Andre! ¿Ya se te olvidó? —exclamó, su voz quebrada por la frustración.

Jude se llevó la mano a la cabeza, recordando.

—Perdón... —murmuró, avergonzado.

—Lo siento, Jude... —Stephanie bajó la mirada, sintiéndose culpable por su arrebato.

John, siempre protector, la abrazó más fuerte.

—Está bien... —susurró, intentando calmarla.

Pero en el fondo, todos sabían que lo que venía sería mucho más difícil de lo que imaginaban.

En la habitación donde estaba Trevor...

Trevor seguía tirado en la cama, su cuerpo inmóvil, atrapado en una tristeza que parecía imposible de superar.

—Trevor... —Alice entró en la habitación, con la voz suave—. ¿Estás ahí?

—Sí... —respondió Trevor, apenas audible.

Alice se sentó a su lado, tomando su mano.

—No puedes seguir así... —le dijo, tratando de animarlo—. Todo saldrá bien.... Vamos a levantarce.

—Voy... —respondió Trevor, pero su cuerpo no se movió.

Alice lo miró, preocupada. Sabía que él estaba roto, y no había palabras que pudieran arreglarlo en ese momento.

Intentó levantarlo, pero cuando lo hizo, Trevor se rompió en llanto. Las lágrimas fluían libremente, como si todo el peso de su dolor finalmente lo hubiera alcanzado.

—Perdón... —susurró Alice, abrazándolo con fuerza.

—Todo saldrá bien... te lo prometo —murmuró, tratando de consolarlo, aunque en el fondo sabía que cumplir esa promesa sería la tarea más difícil de todas.

Continuará...

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