Capitulo 40

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¿Y si me voy para no volver?

Layla.

Llego a la Academia temprano en la mañana, mi padre se tomó su tiempo de traerme, ya que desde aquí tomará el jet que lo llevará a Hawaii.

Todos los presentes que nos encuentran en el camino saludan a mi padre animadamente, algunos con respeto debido a su cargo, otros como viejos amigos, lo que son.

–Hermano, que alegría volver a verte. —Lanz lo estrecha entre sus brazos.

–Lo mismo digo...

Mi padre devuelve el abrazo igual de fuerte y sofocante, como ya he dicho antes, Lanz y mi padre son buenos amigos desde la preparatoria.

Varios capitanes y soldados se les acercan y se sumergen en una conversación de risas y bromas, por mi parte me mantengo al margen, para no importunar.

Estoy sonriendo con un comentario machista que hizo uno de los soldados y mi padre regaño, cuando el ambiente se vuelve pesado con la presencia del Coronel, sus pasos precisos, su postura recta, su mirada turbia y expresión indescifrable, camina sereno y se detiene en el amplio círculo que han hecho alrededor de mi padre.

–Ernesto. —saluda cordial estrechando la mano de mi padre.

–Coronel.

La expresión de papá es seria, no lo trata mal pero tampoco como el mejor de sus amigos, debido a lo que tuvo que presenciar en su oficina aquella vez.

Daniel ignora mi anatomía, como si no estuviera aquí parada al lado de mi padre, sus ojos no buscan los míos y muy en el fondo lo agradezco, porque con su cercanía se ha echo más fuerte para mí olfato el olor amaderado de su loción, ese que huele tan varonil y exquisito que logra debilitar mis sentidos en cuestiones de segundos.

–Es un placer volver a verlo después de tanto tiempo. —adula Daniel y papá sonríe.

–Muchas gracias por ese fin de semana. —el brazo de mi padre rodea mis hombros acercándome a él.

–No fue nada.

–Para eso eres el primer jefe. —ríe Lanz siendo acompañado por los demás. –Pero dime, ¿Que haces aquí? Me sorprendió mucho saber que estabas en Witko, no vienes a menos que sea por cuestiones militares o algún motivo especial.

–Esta vez fue por un motivo especial. —suspira mirándome cómplice. –Mi pequeña quiere emprender el vuelo sola, se nos ha comprometido este fin de semana, así que pronto sonarán campanas de boda.

Lanz abre la boca en sorpresa y me estira su mano para que vaya a él, lo hago y me da un corto abrazo dándome sus mejores palabras emotivas y llenas de felicidad, los presentes también me felicitan, con cortas sonrisas y cuando es el turno del Coronel, sus ojos tan oscuros como el mismo abismo, me contemplan por segundos que se me hacen eternos, sin expresión alguna en su rostro, sin una pizca de felicidad, molestia o desagrado asomando.

–Mucha suerte y Felicidades Teniente. —son sus más secas palabras. –Ernesto, fue un placer verte, pero hay trabajo que hacer.

Se despiden y lo veo alejarse, como si la noticia no le hubiese afectado y es que dudo que lo haya echo.

Los siguientes minutos son los más difíciles, la despedida con mi padre, mis ojos humedeciendose y el repitiendome que no debo llorar, que nos veremos pronto, pero me es imposible no hacerlo, cuando sé que se irá y ese pronto es bien lejano.

–No olvides que puedes llamarme para lo que sea y yo vendré enseguida, ¿De acuerdo?

–De acuerdo. —me sorbo la nariz viendolo caminar hacia el jet privado de la Academia. –Te amo papá.

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