Capitulo 24

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Maldita loca.

Daniel.

Me estiro en la cama observando a la mujer que descansa a mi lado, Ariadna, una muy candente mujer y complaciente, la conocí hace una semana y hasta ahora no me a decepcionado como folla, pero ya va siendo hora de reemplazar.

Siento la garganta seca y salgo de la cama dirigiendome a la cocina.

Estoy exhausto y ya son las seis de la mañana, no he  dormido casi nada, la noche se a ido rápido con los gemidos de la rubia y los polvos.

Me sirvo un vaso de agua y frunso el ceño al escuchar ruidos afuera, este lugar se caracteriza por ser tranquilo, ya que viven familias y niños.

Algo extraño sucede, quizás sea el cansancio pasándome factura pero creo escuchar mi nombre entre golpes y alborotos, no creo que sea Ariadna teniendo sueños húmedos conmigo tan ruidosamente.

Las voces vienen del pasillo, curioso dejo el vaso sobre la isla y voy a revisar que es lo que sucede afuera, cuando abro la puerta me encuentro con cuatro guardias y el recepcionista del edificio frente al ascensor.

–¿Que está pasando? —pregunto cruzandome de brazos, son las seis de la mañana para que armen tanto escándalo.

–Un incidente con esta señorita, pero ya lo resolvemos, no se preocupe.

Explica un guardia y asiento dando la espalda pero la mención de mi nombre me hace voltear.

Mis ojos buscan a la fuente de esa voz y la encuentro  entre los guardias.

–¿Layla?

Reparo en ella y se ve bastante mal, está empapada en agua, con el cabello hecho un desastre, maquillaje corrido, el vestido casi en la cintura, mostrando mas de la cuenta.

–¿La conoce?

La miro con reproche.

–Por desgracia si.

–¿Que hacemos?

–Yo me encargo. —aseguro, sabiendo que me voy a arrepentir.

Layla me sigue al interior del penthouse y paso por alto que Ariadna esté en la habitación durmiendo.

La mujer frente a mí intenta hablar pero una arcada la dobla y me dirijo con ella al baño.

–¿Que haces aquí? —pregunto recargandome en la puerta.

–Necesitamos hablar. —balbucea limpiando su boca con el dorso de la mano.

–A las seis de la mañana. —recalco la hora en la que se aparece a mi casa.

–Necesito...

–Un baño, eso es lo que necesitas.

Le busco una toalla y un cepillo de dientes y se lo dejo todo en el baño.

–Si necesitas algo me avisas.

Cierro la puerta y la espero en uno de los sillones del vestíbulo, la cabeza a comenzado a doler por la falta de sueño y la opción de tomarme un buen trago se convierte en una tentación que intento controlar.

La puerta del baño se abre y Layla sale envuelta en un albornoz, el cabello húmedo color azabache le cae a un costado goteando agua aún, la recorro con la mirada y suspiro cuando se sienta a mi lado, esto va a ser largo.

–Eres un imbécil. —suelta de golpe, logrando que la mire con una ceja arqueada.

–Hay que tener huevos para insultar al dueño de la casa dónde estás a las seis de la mañana después de armar un alboroto y aparecerte borracha, empapada en agua, apestando a licorería y hecha un desastre.

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