Capitulo 32

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Golpe de pecho.

Layla.

–¿De verdad vas a ir? Después de lo que pasó hoy, como te sentiste, vas a ir, a seguir cumpliendo con tu papel de amante.

–Amanda, tus palabras no me ayudan a ir con mentalidad positiva.

–Y es que no quiero que lo hagas, ¿Que positivo vas a sacar de todo esto? —se altera. –Si cada vez que me hablas de ese mal nacido es para contarme lo miserable que te hace sentir.

Respiro hondo, terminando de maquillarme frente al espejo, porque si, finalmente acepté ir a esa dichosa cita o lo que sea, que Daniel me impuso.

–Solo quiero que me diga en mi cara que se va a casar. —explico y ella bufa.

–Mentira, no te mientas ni me lo hagas a mí, ¿Que necesidad tienes de humillarte así Layla? Ya sabes por media Academia que se va a casar, no quieres que él te lo confirme porque ya está más que confirmado, tienes la tonta esperanza de que te diga que no lo hará porque te quiere, o que no te había comentado directamente porque tiene la idea de elegirte a tí.

La miro a través del espejo y si, tiene razón, muy pocas veces se ha equivocado con mis cosas acerca de Daniel.

¿Soy tan patética por tener esa tonta esperanza?

–Quiero que me lo diga a la cara Ami.

–Layla. —me voltea y la mirada compasiva que me da me causa un nudo en el estómago. –No te hagas esto, no lo mereces, ese hombre no te quiere, escuchame por una vez, no te mereces esto.

–Lo necesito.

–Bien. —me suelta alzando las manos en rendición. –Ya no digo nada más, no te voy a convencer, solo tu misma puedes hacerlo y cuando lo hagas estaré aquí, no para decirte; te lo dije, si no, para apoyarte.

Asiento y el sonido de un claxon me hace mirarme en el espejo por última vez antes de coger mi bolso.

–Nos vemos. —me despido y ella me sonríe con pesar.

Bajo las escaleras nerviosa, frente a mí casa hay un auto nuevo, un BMW negro, obsesión es lo que tiene este hombre por los deportivos.

Entro al asiento del copiloto, llenando mis cosas nasales con el exquisito aroma amaderado que siempre tienen sus autos.

Pienso saludarlo, decir algo, pero solo me da una corta mirada y se pone en marcha sin decir ni una palabra, el silencio se extiende entre nosotros y prefiero no cortarlo, solo me dedico a observar los autos que pasan a nuestro alrededor.

En pocos minutos llegamos a un restaurante de grandes ventanales y con aspecto refinado, el mayordomo nos recibe tomando mi abrigo y llevándonos a un lugar mas privado, de seguro, uno que Daniel reservo.

Tomamos asiento, uno frente al otro, aún en silencio, que solo es acompañado por las notas de violines y la voz de la mesera al darnos la bienvenida sirviendo dos copas de vino.

Observo al hombre frente a mí que no despega los ojos del móvil, intento decir algo que corte este silencio pero él es más rápido.

–Vuelvo ahora.

Se levanta dejándome sola, con un nudo en el estómago, está raro, más que de costumbre y no sé que pasa realmente, ¿Y si quiere terminar con este romance sin sentido? Eso sería un bien para mí y mi inestabilidad, entonces, ¿Por qué siento tanto miedo y ansiedad de que sea ese el motivo por el cual me trajo aquí?

Divago en mis pensamientos por un rato hasta que el vuelve a la mesa buscando mis ojos.

–Debo irme.

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