Capitulo 34

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Pareja ideal.

Layla.

Él está ahí de pie, observandome aún y me le lanzó encima abrazándolo, sintiendo sus cálidos brazos envolverme y sus labios besar un lado de mi cabeza, lo aprieto con fuerza, temiendo romperme y caerme al suelo, el no me suelta y ahí rompo a llorar, todo lo que he estado reprimiendo sale estando entre sus brazos.

–Perdón por venir sin avisar, pero tenía ganas de verte. —habla y sonrío en medio de las lágrimas. –¿Estás bien?

La preocupación es notoria en su voz y yo asiento como puedo, sorbiendo por la nariz.

–Solo necesitaba un abrazo.

Me separa de su cuerpo besando mi frente con gentileza.

–Sabes que siempre estaré para ti.

Su mirada es tan genuina, sus ganas de quererme y protegerme siempre han estado ahí y yo empeñada en querer a alguien que por mí no siente nada.

Me aferro a él una vez más y lloro en silencio, empapando su pecho con mis lágrimas, sus manos acariciando mi cabeza y espalda.

–No sé lo que sucede pero puedes llorar, todo lo que necesites, yo estoy aquí.

Varios minutos pasan donde me mantengo en la misma posición, hasta que siento que ya no queda más por sacar y me separo limpiando los restos de lágrimas que no se han secado aún.

–¿Te llevo a la Academia? —pregunta y asiento frenéticamente.

–Si, por favor.

Toma mi mochila y envuelve su mano con la mía, caminando hacia su auto, abriendo la puerta para mí, como todo el caballero que siempre a sido conmigo.

Durante todo el camino ninguno dice nada y lo agradezco, necesito disolver la nube que hay en mi cabeza en estos momentos, porque estoy a punto de tomar una decisión importante en mi vida, porque merezco ser feliz, porque no quiero más a Daniel merodeando en mi vida y haciendo estragos cada que pasa.

Merezco más que solo ratos de placer y felicidad a medias que es lo único que me ofrece él, ya tiene su vida planificada, ¿Y yo? El tiene claro lo que pasará con su vida, pero yo no.

Aparcamos en la entrada de la Academia y antes de bajarnos volteo a verlo, sintiendo la intensidad de su mirada sobre mí, el espera, a la expectativa de mis palabras.

–Ian. —trago grueso. –Respecto a aquella conversación que tuvimos, sobre tus sentimientos, sobre nosotros....

–Lay. —me corta. –No pienses que fuí a tu casa para eso, yo...

–Por favor, déjame terminar. Si quiero que seas parte de mi vida, lo he pesando y la verdad si quiero darnos la oportunidad, ver si funciona.

Sus ojos se abren de par en par y varios amagos de sonrisas aparecen en su rostro como si no lo creyera y creo que no lo hace porque parpadea varias veces y me mira confuso.

–¿En serio me estás diciendo esto?

Asiento con una sonrisa en mi rostro.

Sus manos sostienen mi rostro y con una amplia sonrisa en sus labios me pregunta:

–¿Puedo besarte?

Asiento y el une nuestros labios en un beso fugaz pero significativos.

–Pensé que este momento nunca llegaría, lo planifique tantas veces en mi cabeza y ahora que a llegado no sé cómo reaccionar.

Es mi turno de besar sus labios devolviéndolo a la realidad porque la emoción en su rostro iluminado y sus ojos cristalizados es más que obvia.

–Dejame hacer la petición cordial. —pide aclarandose la garganta. –Layla Lombardi, Diosa de la belleza y la sensualidad, inteligente, divertida, extrovertida y sexy, ¿Aceptas a Ian Marceli, Dios de los desastres, introvertido, cariñoso, bromista y algo sexy como tú novio?

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