Capitulo 56

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Intentando volver a empezar.

Ian.

Estaciono el auto frente a la enorme casa moderna, tomo varias respiraciones profundas, he meditado bastante en estos días encerrado en mi habitación y llegue a aceptar que mi visita a Layla en la Academia no fue la mejor, estaba sucio, con un aspecto deplorable y oliendo a alcohol, estoy seguro que la asusté.

Así que una vez medite, me bañé, afeité, perfume y me vestí con una camisa de satin blanca, unos jeans ajustados y unas botas trenzadas, decidí venir a su casa, quizás no quiera verme, puede incluso que aún siga consternada por nuestro último encuentro, pero estoy dispuesto a mostrarle que por ella soy capaz de cambiar y ser una mejor persona.

Bajo del auto y avanzo hacia el porche, presionando el timbre, un agudo sonido se expande en el interior de la casa y segundos después la puerta es abierta.

–¡Ian! —la madre de Layla me saluda con dos besos.

–Hola Raquel, ¿Cómo te encuentras?

–Oh, querido, bastante bien, aunque algo cansada, Pero pasa, no te quedes ahí.

Con una sonrisa cálida en mis labios avanzo hasta el interior, siguiéndola a la sala de estar, Raquel sonríe con esa gracia tan natural, manteniendo su postura derecha, el semblante despejado, sin una sola contraccion en su rostro, sus cejas pobladas siempre arqueadas perfectamente, su cabello castaño bien peinado hacia atrás, sus ropas pulcras y plisadas, la sonrisa que siempre mantiene en su rostro, pese a estar agotada, logra que su rostro se ilumine.

Nos sentamos a degustar una humeante taza de café que ahora reposa en la mesa del centro, vacía, Raquel me habla de muchos temas, cosas de su trabajo, chistes sobre jubilarse y río con ella, porque conversar con esta mujer te hace olvidarte de los males que te aquejan.

Pero he venido con un propósito y al no ver por ningún lugar a la mujer causante de mi visita y mi tormento de tantos días, decido preguntar, con algo de vergüenza.

–¿Layla no está?

–¡Oh cielos! Te he entretenido tanto, olvidando que estabas aquí por ella. —ríe con vergüenza.

–No sé preocupe Raquel, siempre es bueno conversar un rato.

–Tienes razón hijo, pero Layla no está, anoche durmió en casa de Amanda, no debe demorar mucho, ¿La esperarás? —pregunta observando su reloj y asiento.

–Si, me gustaría hablar con ella.

–Bueno, me tendrás que disculpar, pero ya es hora de una reunión en la clínica y debo irme ya, olvidé el tiempo, quedas en casa. —toma sus cosas y se acerca a la salida. –Si quieres puedes subir y esperar a Layla en su habitación, estás en tu casa.

Reitera y asiento viendo como desaparece, una punzadita de esperanza me golpea el pecho, porque toda esta conversación y lo amable de Raquel, que me permitiera subir a la habitación de Layla, solo significa que ella no le a contado que terminó conmigo y eso, de cierta forma me hace feliz, porque me da esperanzas.

Siguiendo la recomendación de Raquel, subo las escaleras llegando al segundo nivel, es un amplio pasillo con seis puertas del mismo lado, dejando la parte del frente con una baranda solamente que deja ver el primer nivel, abro la puerta de Layla, conociendo también el camino.

En cuanto me adentro a la habitación el olor a jazmín golpea mi nariz, inspiro con los ojos cerrados, impregnandome del exquisito aroma.

Huele delicioso, huele a ella.

Cierro detrás de mí, observando la habitación, está como la recordaba, con las paredes color pastel, las cortinas rojas adornando las ventanas de cristal, una pared completa cubierta por peluches de todos los tamaños, en una repisa a mi izquierda se encuentran numerosos trofeos y medallas, ganados por ella, la cama queda en el centro, luciendo espaciosa y limpia, un closet enorme de tres puertas queda a mi derecha, creo que me perdería dentro de, a su lado un escritorio, con lo necesario para estudiar y al fondo el baño.

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