Capitulo 3

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Conociéndote.

Layla.

La nieve continúa cayendo y las gotas de lluvia caen por los cristales del auto, el abuelo de Claudia me sonríe de vez en cuando y yo solo quiero que acabe la dichosa cena.

Cuando llegamos maldigo para mis adentros al sentir como la piel se me eriza con el frío de la noche, la lluvia ha cesado pero el frío me cala los huesos y no cogí un abrigo.

Ya veo a lo que se refería Claudia con uno de los más finos de la ciudad, aquí vienen los más acaudalados, aquellos que quieren presumir lo que tienen, lo que se han ganado honradamente y lo que le han quitado al país.

Caminamos detrás de los abuelos de Claudia y varios saludan a Augusto como si fuese toda una celebridad, digamos que lo es dado a que es una de las figuras más importantes de Witko.

-Por aquí por favor. —el mayordomo nos guía a una mesa con una hermosa vista a un lago.

Tomo asiento al lado de Claudia y degusto el vino que nos colocan en la mesa.

Mis ojos viajan por el lugar y se detienen en la puerta donde dos personas mayores entran seguidos de una mujer y un hombre, ella viene con gracia portando un vestido ceñido azul cielo, un bolso de mano del mismo color adorna su mano, el cabello rubio cae en cascada por sus hombros, el hombre a su lado viene en un traje de tres piezas negro y blanco y detona belleza por todos lados.

Los cuatros caminan con elegancia y gracia y se detienen en nuestra mesa, me pongo de pie junto a todos los presentes.

–Mi nieta y su mejor amiga, Claudia y Layla. —nos presenta Augusto.

Ella me mira fijamente antes de tomar el lugar que tenía yo al lado de Claudia.

¿Dónde está el muchacho? —pregunta Augusto.

–Se retrasó un poco pero ya casi llega. —asegura la que parece ser la abuela.

–Bien, ordenaremos un vino para ir haciendo tiempo. —propone Lucía la abuela de Claudia.

Me impaciento y termino iendo al baño un par de veces logrando que Claudia me reproche con la mirada.

–Hola, soy Azael, Azael Frost. —me hablan por primera vez en la noche y tardo en procesar.

–Layla Lombardi. —carraspeo al sentir el peso de esos ojos azules sobre mi.

–No me digas que tú eres Layla Lombardi la Francotiradora que con solo veinticinco años ha ganado doce trofeos, es aspirante a Teniente y reclamada por Londres, la mejor Academia del momento, ¿Eres tú?

Sonrío, ha hablado tan rápido que tengo que hacer un gran esfuerzo por entenderlo.

Pues si.

Le doy un sorbo a mi copa de vino.

–Ray.. —toca a su hermana entusiasmado. –¿Sabes quién es?

La rubia me mira con una ceja levantada.

–¿Quien? De haber visto su cara en alguna revista de súper modelo o millonaria que hace la mejor fiesta del momento me hubiera acordado.

Suelta una risa ridícula y su hermano rueda los ojos.

–Es Layla Lombardi, una de las mejores francotiradoras del país, la hija del dueño de Pembrook y....

–No me interesa nada de pistolas y esas cosas.

Claudia me mira con advertencia percatandose de mis intenciones de poner a la rubia en su lugar.

–Disculpala, ella suele ser un poco...

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