No me digas que te perdí.
Layla.
Y si hablamos de seres masoquistas, nuestra especie, el ser humano, se lleva el primer lugar, nos encariñamos con aquellos que nos hacen daño, nos aferramos a lo imposible, nos empeñamos en sostener la mano de quién nos la ofrece llenas de espinas, las mismas que nos hacen sangrar.
Tal vez no seamos nosotros, tal vez solo seamos unos títeres de esa máquina que nos mantiene vivos, que late descabelladamente ante una emoción, ante cualquier situación, ya sea miedo, pánico, amor, nostalgia.
Y soy consiente de lo que es ser esclava de ese músculo que alguien hace antaños nombró corazón, aferrada a alguien que me hace daño, que no tiene ningún sentimiento genuino hacia mí, traicionando amigos, familia, pareja, solo por una migaja de lo que él deja caer para mí.
Pero como ya dije, solo somos un títere de ese músculo, él tira de nosotros a su antojo, nos enamoramos sin elección, él mismo decide por nosotros, si no tenemos un buen gestionamiento de nuestras emociones y buen autocontrol, terminamos cruzando el camino que él decide, muchas veces está lleno de rosas y olores agradables, en las peores ocasiones es el trayecto más doloroso y aterrador que puedas imaginar, sus caminos están ensortijados por gruesas ramas repletas de espinas, por dolor, sufrimiento y desilusiones, pero solo somos eso, un títere más de esa maquinaria, al final terminamos cediendo ante su voluntad.
Me mantengo en la misma posición, apoyada de mis rodillas y manos, con los ojos cerrados, dejando brotar lágrimas de dolor y miedo, miedo a haberlos perdido, miedo a que me dejen, miedo a no ver mas a mis amigos y al gran amor de mi vida.
El llanto que reprimo me aprieta la garganta y sé que si lo dejo salir será lo más desgarrador que haya escuchado en mi vida, lo más lógico sería correr, correr y ver si están bien, pero mis extremidades no me responden.
Mi mente me juega malas pasadas viendo a Daniel mutilado en miles de escenarios dentro de esa camioneta y los remplazo involuntariamente por todo lo bueno que he vivido con el.
Cuando lo conocí, esa noche en el restaurante, su mirada tan intensa sobre mí, esa oscuridad que lo envolvía desde que entró al restaurante, el hombre con la belleza más espectacular que había visto en mi vida.
Nuestro segundo encuentro en la Academia, su estúpido castigo por haberle faltado el respeto a Esteban, lo odie, odie mucho a Daniel Frost.
La primera vez que dormimos juntos, cuando ganamos el torneo, sus besos, sus caricias, su cuerpo junto al mío.
Nuestro juego estúpido en Cancún, la primera vez que lo ví reír genuinamente.
Luego viene el recuerdo del baile, como se puso celoso con los que quisieron bailar conmigo y el hombre que no bailaba terminó danzando a mi lado, riendo.
Las risas, los abrazos, los ataques de celos, las noches abrazados, los baños juntos, su mirada cargada de sentimientos confusos sobre mí.
Las veces que me dijo Nena, era su apodo favorito, tan sexy, su olor tan característico, su cara de pocos amigos, sus bromas cargadas de humor negro.
Daniel.
Él fue un arrogante egocéntrico, pero ahí estaba, poniéndose ante la bala y yo, como pasó en Rusia, como pasó en la última misión donde me defendió de Amisha y sus matones, como volteó de cabeza toda una comisaría por la injusticia que cometieron conmigo, verlo ese día en el hospital, llevándome comida.
La cena en el restaurante chino, se portó tan diferente, la noche fue tan especial aunque terminó arruinandose y sus palabras anoche, su confesión ante todos, sin importar arriesgar su matrimonio.
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Placer y Obsesión
Teen FictionLayla regresa a Witko finalizadas sus vacaciones en Hawaii la tierra donde reside su padre. En su regreso al trabajo en la Academia Pembrook, unidad militar que pertenece a su apellido, una Academia que recluta y prepara soldados para la disposición...