Daniel.
Layla.
Despierto con un horrible dolor de cabeza que siento que me consume, ya es de día, lo sé por la claridad que se cuela por la rendija de mis párpados, pero no quiero abrir los ojos, en cuanto tenga contacto directo con la luz mi cabeza estallará.
No recuerdo cuánto bebí anoche ni cómo llegué a casa, sólo sé que tengo una resaca horrible.
El agua cayendo de la regadera me hace cubrirme un poco más los oidos con la almohada, hasta ese simple repiqueto en los azulejos del suelo me molesta.
Intento estirarme un poco sin abrir los ojos y un latigazo de dolor en mis brazos me lo impide, ¿Trabajé en la construcción anoche y no me enteré?
–¿Ami demoras mucho?
Pregunto una vez más al no obtener respuesta y abro un ojo extrañada, inmediatamente tengo un golpe de realidad, esta no es mi habitación.
Me siento de golpe logrando que mi cabeza palpite insoportable con un dolor agudo en mis sienes, las paredes azul pastel con detalles negros, el techo blanco con un enorme espejo en el mismo, los sillones en la esquina de cuero negro, la enorme cama debajo de mí y los grandes ventanales adornados por cortinas blancas me confirman que no es mi habitación.
Entonces, ¿Dónde estoy?
Como si quisieran dar respuesta a mi inquieta pregunta, la puerta del baño a un costado de mí se abre mostrándome a Daniel con una toalla en su cintura mientras se seca el cabello con otra dejando escapar gotas de agua que empapan su torso desnudo.
–¿Que se supone que....
Mis palabras son cortadas por una intensa arcada que me sacude el estómago haciéndome correr al baño empujando a Daniel en el proceso.
Me aferro al retrete con las dos manos vaciando todo lo que hay en mi interior, un sabor agrio me queda en la boca al terminar y busco a Daniel pero ya no está, seguramente se metió dentro del closet a vestirse y mis intenciones de hablar con él quedan en el olvido al ver mi reflejo demacrado en el espejo.
Cierro la puerta del baño con seguro y me froto el rostro, ¿Que se supone que hago aquí? ¿Cómo llegué?
Lo que me quedaba de dignidad se a ido al caño, nuestro último encuentro no terminó para nada bien, me trató como una cualquiera, sacándome de su oficina como a un perro mugroso y me juré nunca más volver a permitir que me tratara así y bueno, semanas después despierto en su casa después de una borrachera y lo peor de todo esto es que no recuerdo cómo llegué, que sucedió anoche, o por qué mis piernas duelen tanto al igual que mis pies, ¿A caso subí corriendo por las escaleras?
Me doy una ducha rápida, intentando hacer el menos ruido posible, cualquier cosa que moleste al ogro que debe seguir afuera, no sé en qué condiciones llegué anoche o que sucedió y lo mejor es evitar una contienda con Daniel, menos ahora que siento que mi cabeza va a estallar.
Salgo del baño y me encuentro sola en la habitación, Daniel ya no está por ningún lado y me dedico a buscar mi ropa, ropa que no encuentro por ningún lado, envuelta en un albornoz me atrevo a salir en busca de mis cosas para largarme de una buena vez.
Avanzo por el amplio pasillo que lleva al salón, cocina y demás instalaciones de la casa y me sorprendo mucho al escuchar una voz femenina hablarme.
–¡Buenos días! —la dulce voz de la empleada frente a mí me hace fingir una sonrisa.
–¡Buenos días!
–El señor Daniel fue a su entrenamiento y me pidió que la atendiera, tome asiento.
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Placer y Obsesión
Ficção AdolescenteLayla regresa a Witko finalizadas sus vacaciones en Hawaii la tierra donde reside su padre. En su regreso al trabajo en la Academia Pembrook, unidad militar que pertenece a su apellido, una Academia que recluta y prepara soldados para la disposición...