Capitulo 54

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Cayendo.

Ian.

Observo la pantalla del teléfono sin ninguna noticia de ella, la he llamado unas treinta veces y me manda directo al buzón, hace días no la veo y la necesidad de saber de ella me tiene inestable, a tal punto que el altercado en el hospital con esas dos mujeres, juraría que una de ellas era mi Layla, tan parecidas en porte y estatura, solo estoy alucinando, necesito verla.

Me froto el rostro en un acto desesperado, no a hecho el intento de comunicarse conmigo, estábamos bien, no entiendo que sucede ahora.

Por última vez reviso nuestro chat, su última conexión fue hace doce minutos y mis mensajes siguen en entregado desde hace días, no se a tomado la molestia de leerlos.

Me doy una ducha rápida y cuando salgo el móvil encima de la cama está timbrando, me apresuro a llegar hasta el, pensando en una posibilidad de que sea ella, pero grande es mi decepción al descubrir que se trata de mi padre.

–Dime.

–Ian, hace una hora que estamos esperando en la oficina por ti, ¿A caso olvidaste la reunión?

Ya salgo para allá.

Apresurate.

Cuelgo la llamada y me aventuro en el closet buscando un traje adecuado para la reunión con los nuevos socios, quienes están interesados en invertir en nuestras empresas, ganancias para nosotros, muchos beneficios que mi padres está entusiasmado por cerrar, Pero al faltar yo, el accionista importante como me llama mi madre, no pueden empezar.

Subo al Camaro negro y comienzo a conducir por las calles camino a las oficinas Marceli, la llamada en mi teléfono hace que el corazón se me dispare y lata desbocado en el pecho, Layla, mi Layla por fin me está llamando.

–Cariño. —respondo entusiasmado y se hace un corto silencio del otro lado. –¿Está todo bien? No he recibido una llamada tuya en días.

Ian... Yo...

Se le quiebra la voz y sé que las cosas no están bien, se escucha dolida y me hace preocuparme en exceso.

–¿Que sucedió cariño?

Lo siento.... Yo... Yo no quería que esto terminara así.

Un escalofrío se aloja en mi estómago y esa sensación de que algo malo está a punto de pasar se  hace presente dandome ganas de vomitar.

–Lay, ¿Que sucedió?

Deberiamos.... ¡Dios! Es tan difícil.

–Solo dilo, me estás preocupando.

Estaciono frente a la enorme empresa Marceli, con el logo de seguridad en la parte superior y una enorme M negra con detalles dorados.

Que terminamos Ian.

–¿Que?

El tiempo se ralentiza, un pitido sordo me tupe los oídos y mis manos se entumecen, no puedo haber escuchado bien, ella... Ella no acaba de decir que quiere terminar, ella no diría algo así, no hay motivos, estamos bien, entre nosotros todo está bien.

–¿Dónde estás?

En casa, voy para...

En unos minutos estaré allí.

Cuelgo la llamada y olvidando la reunión, los socios, a mi padre y todo el trabajo retrocedo y me dirijo hacia la casa de Layla, en mis oídos puedo escuchar los latidos acelerados de mi corazón quebrándose, esto no puede estar pasando, ella no puede hacerme esto.

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