Capitulo 55

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Riesgos.

Daniel.

Le doy el primer sorbo a mi taza de café, frente al ventanal de la última habitación del lujoso hotel donde estamos hospedados, mi cuerpo aún sigue adolorido Pero las recuperaciones han sido bastante rápidas, solo han tomado dos meses después que me pasé uno en el hospital, tres meses en total.

Suspiro cansado de estar lejos de todo, de mi casa, de mis cosas, del trabajo, de...

–Ya me puedo incorporar a trabajar. —informo intentando hacer una sentadilla, logrando que el dolor de mi pierna y abdomen me fulmine.

–Aún no está listo señor. —niega la enfermera que mi padre contrató.

–Necesito trabajar, salir de aquí, me voy a volver loco.

–Es por su bien, tómese esto.

Me pasa tres píldoras que bajo con un poco de café, miro los edificios al frente, es todo lo que veo desde este palomar, edificios enormes, me han puesto en el último piso de un lujoso hotel de cincuenta pisos.

–Mi bien es estar de vuelta en mi trabajo, ni imaginar todo el caos que hay en esa Academia, mis soldados necesitan de mí, de una mano dura que los guíe.

–Su abuelo, el general Alex está con ellos.

–Ese viejo se vuelve sensible cuando entra en confiesa. —mi comentario la hace reír un poco.

–Pronto llegará su esposa, que descanse.

Sale de la habitación-casa, dejándome sólo, así que aprovecho para fumar, salgo al balcon y enciendo un cigarro, mi brazo izquierdo está casi inútil aún, con un cabestrillo puesto, pero al menos las cicatrices de mi rostro tan desaparecido y las heridas cicatrizaron bien, pensé que me quedaría una horrible atravesando el abdomen, me tuvieron que abrir y cerrar cuatro veces en el mismo lado, pero gracias a los ungüentos y los masajes es casi invisible, aunque la piel al tacto se siente dura.

El ocaso ya se contempla, cubriendo el cielo de Londres de naranja, tintando las nubes del mismo color pero una tonalidad mas claras, el sol se divisa detrás de los rascacielos, ocultándose, pronto dejando la ciudad iluminada por las luces de establecimientos y carteles publicitarios.

Estoy lejos de todo aquí, no se me permite salir, beber, fumar, hacer nada, soy una marioneta, estoy estresado, deseoso de un buen sexo, el que no tengo desde que desperté del coma.

Ya estoy harto de descansar.

Por otra parte está Clara, vino detrás de mí a Londres y no se separa ni un segundo, pero no quiere que la toque, porque debo guardar reposo, debo aguantar dormir con mi mujer todas las noches sin poder tocarla, esto es una mierda.

La puerta se abre y miro sobre mí hombro, mis padres se han tomado la alcoba, vienen juntos, con sus manos entrelazadas como recién casados, la hipocresía me hastia y termino volviendo la mirada al frente.

–¿Te encuentras bien? —mi madre viene a mí.

–Mejor que nunca. —le doy una última calada al cigarro y lo apago.

–Daniel, no puedes fumar, el médico fue muy claro. —mi padre como siempre de metido.

–El médico me toca a mí las pelotas, tengo veintiocho años para que me digan que hacer.

Le sostengo la mirada por varios segundos hasta que me canso y entro a la habitación, por el medio de los dos, rompiendo su ridículo agarre de manos.

–¿Que quieren? Sean breves.

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