Capitulo 58

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Quiebre.

Layla.

Arrastro mi cuerpo fuera de la camioneta cuando llegamos a la Academia, mis pies pesan, mis ojos están tan hinchados que duelen, las lágrimas han cesado, pero dejaron mi nariz roja y mis mejillas pegajosas.

Me deslizo hasta la sala de juntas, sintiendo un vacío en el estómago y una presión en el pecho que me sacude, los rostros de mis compañeros y amigos me hacen suspirar en pesar, todos están con los ojos rojos y las expresiones contraídas en dolor, una vez más la Mafia Sueca nos quita un compañero y amigo.

Me dejo caer en mi puesto, recostando mi cuerpo al espaldar de la silla, los ojos se me vuelven a humedecer cuando Raiko aprieta mi mano, su rostro está rojo e hinchado, Cam era su hermano, se criaron juntos al igual que nosotros, eran mejores amigos y se lo han quitado como a mí.

Cubro mi rostro con ambas manos dejando que los sollozos se apoderen de mí, que me sacudan el cuerpo y me tapen la nariz tanto que se me haga difícil respirar.

Me levanto, necesito aire, necesito salir de aquí, pero mi cuerpo choca con el de alguien más y su fuerte mano sostiene mi brazo.

–Actúa como un soldado. —la voz fría de Daniel me hace tensarme. –La muerte de seres queridos, amigos, familiares, será lo que mas sufrirás en este mundo, aprende a controlar tus emociones.

Mis piernas fallan, estoy débil y golpeada, Daniel me sostiene por la cintura, pegando su cuerpo al mío, bajo la mirada de todos los presentes, sus cuencas oscuras me absorben cuando las miro.

–Yo... No puedo... Él... Me duele.

Sigo sollozando, cubriendo mi rostro, sintiendo las manos de Daniel envolver mi cuerpo, me deshago entre sus brazos y no me importa nada más.

–¡Mírame! —exige y obedezco. –Tienes que ser fuerte, tú entrenamiento te ha preparado para esto, no puedes venirte abajo justo ahora.

Lágrimas saladas brotan de mis ojos y la frialdad en su rostro no compagina con sus cálidos brazos sosteniendo mi cuerpo y sus palabras de aliento a su manera.

–Tienes que aprender a manejar tus emociones porque perdidas vendrán muchas.

Susurra sin despegar sus ojos de los míos y la calidad en su voz me desarma, sé que todos están mirándonos pero yo en estos momentos lo único que necesito es el consuelo que me está brindando este hombre con su mirada y palabras aunque su expresión esté impasible.

–Necesito respirar, sácame de aquí por favor.

Susurro apoyando mi frente a su pecho, sintiendo la presión de sus dedos en mi espalda y para mí sorpresa el me guía a la salida, dejando atrás los ojos curiosos de algunos y los molestos como Anieska por ejemplo.

Daniel me conduce por los pasillos de la Academia, mis ojos están empañados por las lágrimas y no puedo estar aquí, no puedo enfrentarme a una reunión para recordar todo lo que acaba de pasar que sigue tan fresco para mí.

Nos detenemos en la puerta de salida al jardín y el coronel le ordena a uno de los guardias afuera que me lleve a casa, le agradezco con un asentimiento de cabeza, no puedo ni quiero detenerme a hablar de nada ahora mismo, solo me subo a la camioneta y dejo que me lleven a casa.

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Bajo las escaleras, una vez más arrastrando mi cuerpo, porque he quedado sin fuerzas para nada y no se trata del dolor físico, es el emocional que me a sumergido en una depresión infinita.

Observo a mi madre con su rostro enrojecido de tanto llorar, lleva un vestido que cubre sus pies, de color negro y un sombrero de copa que le cubre la mitad del rostro.

Placer y Obsesión Donde viven las historias. Descúbrelo ahora