Sopresa.

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—No es justo —murmuro con dificultad. La presion de su agarre en mi cuello me corta la respiracion haciendo dificil mi intento de hablar con claridad.

—Si que lo fue.

Siento su mano colarse por debajo de mi camisa.

—¿No dijiste que no eras un violador? —puedo ver en sus ojos que mis palabras son solo basura. —Una oportunidad más. Por favor.

Su silencio es aterrador, mucho mas que cuando habla. Me libera y mueve su cabeza ordenandome retroceder y lo hago rapidamente.

—Corre, pequeño ciervo.

Su voz es como un latigo que atraviesa el aire helado, cada palabara que Salió de su boca estaba cargada de burla y amenaza. Mis musculos se tensan y mis ojose se clavan en los suyos, en esos malditos ojos azules que alguna vez, en otras circunstancias habria encontrado hermosos, pero que ahora solo representan mi tormento antes de mi sentencia de muerte. Alessandro no es solo un hombre, es un dios cruel, un maestro del engaño y el peligro. Cada palabra suya, cada accion, esta teñida de intenciones ocultas.

"Un timador"

Pienso, mientras me mira con esa sonrisa ladeada que parece decir que ya ha ganado una vez mas. hermoso, si, pero letal, como un cuchillo afilado.

—Diez... nueve... ocho... —comienza a contar, y mi cuerpo actua antes de que mi mente pueda procesarlo.

Retrocedo un paso, luego otro y al llegar al "siete" me doy la vuelta y corro con todas mis fuerzas. La helada de la noche me quema las mejillas al correr, pero apenas lo noto. El miedo me impulsa como una fuerza invisble. Los ladridos de los perros rompen el silencio nocturno, un coro de advertencia que indica miedo provocandome que mi corazon se acelere.

Volteo la cabeza mirando sobre mis hombros, y mi estomago se hunde al verlos: una jauria de dobermans avanzando como sombras vivas entre la oscuridad, sus ojos brillando con una ferocidad que no puedo soportar.

—¡Mierda! ¡Mierda! —grito, mi voz se quiebra con el panico.

Mis piernas me llevan atravez del campo, esquivando arboles y ramas, pero siento el calor de los perros acercandose, el retumbar de sus patas en el suelo suenan advirtiendo que estan mucho mas cerca de mi. Uno de ellos se lanza y atrapa la parte baja de mi pantalon.

—¡No! —grito, desesperada, mientras cae al suelo conmigo. Siento sus dientes en mi pierna, degarrandome la tela. Mis manos se mueven por instinto golpeandolo, pero su mordida es implacable.

Mi mente grita una sola palabra: corre. Reuniendo todas mis fuerzas, tomo al perro por las patas delanteras y lo empujo con fuerza lanzandolo lejos de mi. La sangre en mi pierna palpita con el dolor provocado por la mordida, pero no me detengo. No puedo detenerme, no ahora.

El sudor corre por mi frente, helado como el miedo que me persigue. Mis pulmones arden haciendo que cada respiracion sea un completo desafio, pero finalmente, entre los arboles, veo el muro. Mi corazon salta como una chispa de esperanza, estoy tan cerca de mi libertad que ya puedo saborearla.

—Vamos Mila. Puedes hacerlo. —mi voz es un susurro entrecortado mientras me acerco mas al muro donde ya se encuentra el auto con mi vuelo a casa.

Es alto, mas de lo que esperaba, con piedras afiladas que se clavan en mis manos mientras trepo. Los ladridos se intensifican y cuando miro hacia abajo, los perros ya estan debajo de mi saltando para alcanzarme, ver a la jauria debajo me alteró haciendo que mi respiracion se vuelva frenetica.

—No pueden atraparme. No pueden atraparme. —mis palabras se convierten en un mantra.

Mis dedos encuentran una liana que podria ayudarme a llegar mas alto, pero al tocarla, un dolor agudo atraviesa mi palma. La suelto instintivamente y miro mi mano, que comienza a entumecerse.

—¿Qué?... —mi voz se quiebra mientras siento un hormigueo extenderse por mi brazo.

El panico se convierte en mi peor enemigo. Mis dedos pierden fuerza y antes de poder evitarlo, mi agarre falla. Resbalo desde lo alto. El aire me corta la piel mientras caigo.

—¡No! —grito pero es inutil. El impacto me golpea como un martillo y todo se vuelve negro.

El silencio es lo primero que noto. No hay ladridos, ni el sonido del vienta de la noche. Solo una calma opresiva. Un recuerdo fragmentado que surge en mi mente: Liam... su sonrisa, su promesa de que estariamos juntos. Pero cuando mis ojos comienzan a abrirse, no es liam quien esta frente a mi.

El techo blanco me recibe. Seguido por un rostro familiar: el medico de antes. Su expresion es neutral, pero hay algo en su mirada que me dice que las cosas no han salido como yo lo esperaba.

—Al fin despierta señorita. —su voz es firme, pero con una matiz de preocupacion. —Es un milagro que el veneno no haya llegado a su corazón.

—¿Veneno? —repito con mi voz apenas en susurro.

—Las lianas alrededor del muro estan cubiertas con un veneno que adormece el cuerpo en segundos. Si no la hubieran encontrado a tiempo, habria muerto.

El medico continua hablando, pero sus palabras se vuelven un eco distane cuando mi mente se detiene en una sola idea: me encontraron.

Antes de que pueda hacer mas preguntas, la puerta se abre y alessandro entra en la habitacion. Su presencia llena el espacio de inmediato, como si el aire se volviera mas pesado solo con él alli. Todos evitan verlo y bajan sus cabezas como si fuera un rey. El medico y las enfermeras desaparecen en cuestion de segundos dejandonos solos.

Él toma una silla y la coloca junto a mi cama, sentandose con una calma que contrasta con el caos que siento dentro de mi. Sus ojos me observan analizandome, como si yo fuera un juguete roto que ha decidido reparar.

—¿Solo viniste a burlarte? —murmuro intentando mantener mi voz firme.

—¿Por qué crees eso? —pregunta burlón mientras ladea su cabeza.

—Porque fallé. porque soy tuya. ¿no es asi? —mis palabras estan cargadas de amargura.

Alessandro sonrie, pero no hay calidez en su expresión.

—Llegaste lejos. Mas de lo que esperaba. Por eso te daré algo especial. —de su bolsillo saca un sobre blanco y lo arroja a mi regazo.

Lo abro con las manos temblorosas y mis ojos se detienen en las palabras que parecen saltar de la tarjeta.

"Liam Phoenix y Fatima Blade tienen el honor de invitarlo a su boda".

Mi corazon se detiene. La habitacion se vuelve borrosa mientras intento procesar lo que acabo de leer sin creer que en verdad es real lo que esta escrito en esta invitacion.

—No... No puede ser. —mi voz se quiebra y las lagrimas comienzan a rodar por mis mejillas.

Alessandro observa mi reaccion con una sonrisa satisfecha, como si esto fuera solo otro juego para él.

—¿Tanto disfrutas hacerme sufrir? —le grito con rabia que supera mi miedo.

—Si. —su respuesta es simple, directa y me golpea como una bala.

—¿Qué quieres de mi? —pregunto sin poder descifrar la clase de hombre que es él.

Se inclina hacia a mi, su rostro se encuentra a solo centimetros del mio. Puedo sentir su aliento calido contra mi piel y mi corazon da un vuelco latiendo con fuerza, no solo por miedo, si no por algo mas que no quiero admitir.

—Quiero que aprendas pequeño ciervo, que en mi mundo, nadie escapa. Ni siquiera tú.

Se pone de pie mirandome una ultima vez antes de salir de la habitación. Sus palabras resuenan en mi mente mucho despues de que se haya ido.

"Nadie escapa"


Mi vista se nubla y mis lagrimas comienzan a rodar por mis mejillas, una pequeña chispa de rabia comienza a crecer en mi interior. Puede que Alessandro esta vez haya ganado, pero no pienso rendirme. No soy su juguete, no me va joder y se lo voy a demostrar.

PerversiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora