Su juego

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Despues de darme la "excelente" noticia y largarse con su maldita advertencia que me heló la sangre. Me quedé pensando en algo extraño. No me prohibió intentarlo de nuevo. Al contrario, parecia que espera que lo intentara de nuevo como si disfrutara de la idea de volver a verme fracasando.

Pasaron los dias, cada hora arrastrandose como una jodida tortura para mi. Una semana mas y, aunque no estaba del todo recuperada, me obligaron a salir antes de la habitacion. Lo odié. Siempre he odiado madrugar, pero no tengo mas opciones. Aquí, mi voluntad es algo irrelevante.

Me vestí con la ropa que me dejaron: un pantalon de tela negra, una blusa blanca y un blazer que se siento como un corsé, opresivo y restrictivo. El cabello recogido en una coleta baja, zapatillas negras que hacen un leve sonido con cada paso que doy. Parezco del servicio secreto y no puedo evitar resoplar con desdén.

—¿Porqué diablos uso esto? —murmuro ajustando el blazer que roza incomodamente mis hombros —Dios, que calor.

Una sirvienta aparece y como siempre, apenas me mira. Su voz es cortante cuando me indica que la siga. No responde mis preguntas, me ignora por completo mientras me guia por largos pasillos que parecen interminables hasta que finalmente llegamos a una sala enorme.

La habitacion esta adornada con muebles lujosos, una mesa alargada en el centro y sillas que parecen haber sido diseñada para reyes. Es un lugar imponente y la sensacion de estar fuera de lugar me invade al instante.

—Tu trabajo aquí será atender a los invitados. —la voz de la sirvienta rompe el silencio y me entrega una libreta —memoriza los nombres y sus lugares. Cuando suene la campanilla, entras. Recibelos y acomodalos. Nada mas.

Antes de que pueda quejarme, ella se marcha dejandome sola en medio de la habitacion. Abro la libreta y repaso los nombres rapidamente. Algunos son familiares y otros no. Pero algo me queda claro: estas personas no son cualquier cosa. Son importantes, influyentes. Y yo, bueno, soy solo una pieza mas en el juego de Alessandro.

Mientras espero, un hombre entra en la sala acompañado de un anciano. Ambos me miran y el joven se dirige a mi en un perfecto español.

—¿Te quedaras observandonos todo el dia? —dice con una sonrisa burlona.

Me disculpo rapidamente y busco sus nombres en la lista. El anciano me observa con desdén, murmurando algo en italiano que lo logro entender, pero el tono lo dice todo: no es nada bueno. Despues de ubicarlos en sus lugares, el joven se marcha y los demas invitados comienzan a llegar.

Al salir de la habitacion me encuentro con Alessandro. Mi respiracion se detiene un momento mientras lo admiro. Lleva un traje negro impecable y por un segundo me cuesta reconocerlo. No es el hombre desaliñado que alguna vez vi en la celda, si no alguien que exuda poder y control. Pasa por mi lado sin siquiera mirarme y las puertas se cierran detrás de él.

Mientras me quedo afuera con el resto del personal, alguien se acerca a mi. Es un joven de aspecto amable, con una sonrisa facil y una actitud relajada.

—Debe ser dificil trabajar para él. —expresa inclinandose hacia a mi. —Soy jason, traducto de la familia Santini.

—Mila. La secuestrada del idiota de Alessandro. —mi tono es sarcastico y su reaccion no es la que esperaba. Los demas empleados me miran horrorizados como si hubiera dicho algo prohibido.

—¿Qué? —pregunto confundida.

Jason se rasca la nuca, claramente incomodo.

—Nada. —responde —Oye...

Antes de que pueda terminar, la campanilla suena. Me disculpo con el y entro en la sala, encontrandome con Alessandro. Esta sentado a la cabecera de la mesa, con una mirada que podria congelar el sol. Me ordena traerle agua fresca y aunque me molesta obedecer, lo hago sin protestar. Al regresar, Jason aun esta alli, esperandome.

—¿Es cierto que el señor D'Angelo mató a su hermano? —pregunta en susurro.

Un escalofrio recorre mi cuerpo al recordar esa noche. La expresion de alessandro, el brillo en sus ojos mientras disparaba... nunca olvidaré la satisfaccion que mostro al ver caer a su hermano.

—¿Sabes mucho de ellos verdad?. —pregunto cambiando de tema.

—Lo suficiente como para saber que los secretos no deben compartirse. —su tono es serio, pero su sonrisa no desaparece —Es extraño, no pareces una empleada. Si no fuera por tu ropa, pensaria que eres su prometida.

—Dios me libre de eso. —respondo rapidamente haciendo que suelte una carcajada.

Pero su risa se corta cuando Alessandro vuelve a sonar la campanilla. Ruedo los ojos porque al entrar acerté al pensar que era él. Esta vez, su orden es diferente. Me pide que vaya por alguien y que lleve a dos empleados conmigo de los que estan afuera.

Obedezco aunque una sensacion de inquietud crece en mi interior. Cuando abro la puerta del lugar indicado, me congelo. Hay una mujer con las manos atadas y la cabeza cubierta por una bolsa negra. Su llanto es desgarrados y mientras mis intintos me gritan que haga algo me reprimo de no hacerlo porque sé que no puedo. No aquí.

Mis manos tiemblan mientras guio a los hombres llevarla a la sala. Cuando llegamos, Alessandro esta de pie, esperandonos. Le quita la bolsa de la cabeza, revelando a una mujer hermosa, con ojos de ambar y cabello rubio.sus lagrimas han corrido su maquillaje, pero su belleza es innegable.

—Como puedes ver, Santini, ya me he encargado de los traidores. —la voz de Alessandro es fria, pero hay una satisfaccion en su tono que me revuelve el estomago. —Mi hermano fue uno de ellos. Y esta mujer, mi querida Katie, tambien tuvo su parte en esa pequeña conspiración.

—Alessandro... —la mujer habla, su voz se quiebra al intentar continuar. —Te juro que te amaba. Nunca quise traicionarte.

Él no responde. En lugar de eso, coloca un dedo sobre sus labios silenciandola. La besa pero no hay amor en ese gesto. Es cruel, vacio. Mis piernas se sienten como gelatina cuando veo como saca un cuchillo y con un movimiento preciso, le abre el estomago de una forma horriblemente retorcida.

La sangre salpica mis pies y el cuerpo de la mujer cae al suelo con un sonido sordo. Mis ojos estan fijos en la escena, incapaces de adaptarse. Alessandro mira a los demas con una expresión imperturbable.

—Eligieron a Katie como mi futura esposa para mantenerme a raya. Pero eso no es suficiente. Quisieron eliminarme apoyando a mi hermano y aliandose con el enemigo.

—¿Enemigo? —pregunto en mi mente pero no me atrevo a decirlo en voz alta.

—Alessandro... una guerra no es la solucion. —dice uno de los hombres presentes, pero Alessandro lo interrumpe.

—He tomado mi decision. Y cualquiera que se interponga en mi camino pagaran las consecuencias.

Aquellos hombres poseian una amargura en sus rostros por su decision. Se marchan con disgusto sin agregar nada mas. cuando la sala se vacia, me acerco a él, ignorando el miedo que me grita que me detenga.

—¿Estabas hablando de mi hermana? —mi voz tiembla al preguntarselo.

—No es asunto tuyo. —su respuesta es cortante, pero no retrocedo.

—Si estas planeando matarla...

—¿Si planeo matarla que haras? —me interrumpe acercandose peligrosamente.su rostro esta tan cerca del mio que puedo sentir su aliento. —¿Me mataras?

Alessandro sonrie, pero no hay humor en su gesto, solo desprecio.

—Eres una escualida tonta. No tienes el valor. Pero adelante, intentalo. Será divertido verte fracasar otra vez.

Sus palabras me golpean como un puñal, pero no retrocedo. Por primera vez, siento que estoy al borde de algo. Algo que podria... destruirme.

PerversiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora