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*São Paulo, Brasil.


Desde el primer acorde, el concierto de Justin en São Paulo había sido un espectáculo inolvidable. El público estaba eufórico, cada grito y cada aplauso eran más ensordecedores que los anteriores. Desde mi posición en el escenario, podía sentir la energía casi como si la respirara. Bailar frente a miles de personas me llenaba de adrenalina, pero esa noche, algo en mí estaba diferente. A pesar del éxito y la perfección de cada coreografía, mi mente estaba en otra parte.

Tal vez era el cansancio acumulado, o el peso de las decisiones que sabía que tendría que tomar pronto. Fuera lo que fuera, me sentía dividida, como si parte de mí estuviera atrapada en esta gira y otra deseara con desesperación estar en casa, con mi familia.

Justin terminó el show como siempre lo hacía: con una ovación de pie y una sonrisa que iluminaba todo el estadio. Sus fans lo adoraban, y era imposible no sentirme orgullosa de él. Pero incluso ese sentimiento estaba teñido por una leve tristeza. ¿Cuánto más podría seguir fingiendo que todo estaba bien?

Cuando las luces se apagaron y el público comenzó a retirarse, me dirigí rápidamente hacia los camerinos. Quería evitar cualquier confrontación con Scooter o el equipo. Últimamente, cada interacción con ellos era una batalla. Pero, como si fuera inevitable, Justin apareció detrás de mí, todavía con el cabello empapado y sin camiseta.

–¡Kels! –gritó, alcanzándome antes de que pudiera desaparecer por la puerta.
–¿Qué pasa? –le respondí, sin detenerme.
–¿Qué pasa? Acabas de romperla allá afuera. Ven aquí.

Él me atrapó por la cintura y me giró para mirarlo. La intensidad en sus ojos siempre lograba desarmarme, aunque intentara ocultarlo.

–Justin, estoy agotada. Déjame descansar, ¿sí? –dije, intentando sonar firme.
–Descansarás luego –respondió con esa sonrisa traviesa que tanto odiaba y amaba a la vez–. Ahora mismo tengo otros planes.

Arqueé una ceja.
–¿Qué planes?

–Es una sorpresa.

–No estoy para sorpresas ahora mismo, Justin. Estoy cansada, sudada y con cero ganas de seguir moviéndome.

–No importa –replicó, ignorando mis quejas mientras me tomaba de la mano–. Créeme, te va a gustar.

Suspiré, resignada. Con Justin, era mejor no resistirse.

Una hora después, bajaba de una SUV con los ojos vendados y los brazos cruzados.
–Esto es ridículo –murmuré, dando un paso en falso mientras Justin me guiaba por algún terreno desconocido.

–¿Confías en mí o no? –preguntó él, con ese tono de voz que usaba cuando intentaba convencerme de algo.

–Confío en ti, pero no en tus ideas.

Justin rió, ignorando mi sarcasmo. Finalmente, se detuvo y quitó la venda de mis ojos.

Frente a mí, un mar de luces iluminaba lo que parecía ser un parque temático gigantesco. Las atracciones estaban completamente encendidas, pero no había una sola persona además de nosotros.

–¿Qué es esto? –pregunté, atónita.
–Beto Carrero World –dijo él, sonriendo de oreja a oreja–. Lo alquilé solo para nosotros esta noche.

Lo miré, sin saber si estaba impresionada o confundida.
–¿Lo alquilaste? ¿Un parque entero?

–Sí. Y no me mires así. Tienes que admitir que es una buena idea.

–Es una locura –respondí, aunque una sonrisa comenzaba a asomar en mis labios–. Pero supongo que contigo, eso ya es normal.

–Exacto. Ahora ven, tenemos todo el parque para nosotros.

Justin me tomó de la mano y me arrastró hacia la primera atracción: una montaña rusa enorme que parecía desafiar las leyes de la gravedad.

–Ni loca me subo ahí –dije, retrocediendo un paso.
–¿Qué pasa? ¿Tienes miedo? –preguntó él, burlándose.

–No es miedo, es sentido común.

–Vamos, Jenner. Pensé que eras más valiente que esto.

Lo miré, retándolo con la mirada.
–Ok, Bieber. Si muero, al menos quedará en claro que fue por tu culpa.

Ambos reímos mientras subíamos a la montaña rusa. El viento en mi rostro, los gritos y la velocidad me hicieron olvidar todo por unos momentos. Cuando bajamos, estaba despeinada y riendo como hacía tiempo no lo hacía.

–Eres un idiota –le dije, golpeándole el brazo suavemente.
–Y tú una cobarde.

Después de varias atracciones más, Justin me llevó a un rincón del parque donde había preparado algo especial: una pequeña fogata con mantas y dos guitarras apoyadas en un costado.

–¿Esto también lo planeaste tú? –pregunté, sorprendida.
–¿Qué puedo decir? Soy un hombre de muchos talentos.

Me senté en una de las mantas, sintiendo el calor de la fogata en mi piel. Justin se sentó frente a mí, con una expresión más seria ahora.

–Quería hablar contigo –dijo finalmente.

Lo miré, sintiendo que mi corazón se aceleraba un poco.
–¿Sobre qué?

–Sobre ti. Sobre nosotros.

–Justin...

–Déjame terminar –me interrumpió. Su voz era suave, pero firme. Era el tono que usaba cuando algo realmente le importaba–. Sé que estás lidiando con muchas cosas. Lo veo en cómo actúas, en cómo bailas, incluso en cómo me miras.

Bajé la mirada, sintiéndome expuesta.
–No sé de qué hablas.

–Claro que lo sabes. Kels, no tienes que fingir conmigo.

Suspiré, abrazándome las piernas.
–Es solo... esto es mucho. Todo. La gira, Scooter, las mentiras, la distancia. No sé cuánto más puedo seguir así.

Justin se inclinó hacia adelante, tomando mis manos entre las suyas.
–Entonces, ¿qué necesitas? ¿Qué puedo hacer?

Lo miré, con los ojos brillantes.
–No lo sé, Justin. Solo quiero sentirme libre.

Él asintió lentamente, como si entendiera perfectamente lo que estaba diciendo.
–Si necesitas tomarte un tiempo, lo entenderé. Pero quiero que sepas algo: no importa dónde estés, siempre voy a estar aquí para ti.

Esas palabras me golpearon más fuerte de lo que esperaba.
–No digas eso, Justin. No lo hagas más difícil.

–No lo hago difícil, Kels. Solo estoy siendo honesto.

El silencio que siguió fue pesado, pero también lleno de entendimiento. Mientras la noche avanzaba, me di cuenta de que esta paz, este momento perfecto, era exactamente lo que necesitaba. Pero también sabía que no duraría para siempre.

Desde lo alto de la noria, con las luces del parque brillando a nuestros pies, apoyé mi cabeza en el hombro de Justin. Y por un instante, todo estuvo bien. Aunque sabía que las decisiones que evitaba tendrían que tomarse muy pronto, decidí quedarme un poco más en este sueño. Al menos por esta noche.

Damn Jenner (Justin Bieber)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora