Capítulo - Navidad
La mañana llegó con el bullicio típico de una familia numerosa en vísperas de Navidad. La casa estaba llena de risas, voces emocionadas y el tintineo de tazas de café mientras todos se reunían en la cocina y la sala para comenzar el día. El aroma a pan recién horneado y chocolate caliente llenaba los espacios del castillo, dando un toque acogedor y festivo.
Sin embargo, a pesar de la atmósfera contagiosa, Sarah se mostraba extrañamente seria. Mientras los demás charlaban y bromeaban, ella permanecía en un rincón del comedor, con una taza de café entre las manos y la mirada perdida en el paisaje que se extendía más allá de las ventanas. La expresión que llevaba no era triste, pero sí reflexiva, como si su mente estuviera atrapada en otro lugar.
Karla notó de inmediato que algo no estaba del todo bien. Era raro que Sarah, quien siempre sabía cómo contagiar su energía positiva, no estuviera liderando la alegría. Decidió acercarse a ella con sutileza, colocando una mano en su hombro.
—Buenos días, amor. ¿Todo bien? —preguntó Karla, inclinándose un poco para buscar su mirada.
Sarah giró ligeramente la cabeza, regalándole una pequeña sonrisa que no llegaba a sus ojos.
—Sí, claro. Solo estoy cansada. —Dio un sorbo a su café y luego suspiró.
Karla se sentó a su lado, ignorando momentáneamente el alboroto familiar. Sabía que había algo más detrás de esas palabras, pero decidió no presionarla. En cambio, entrelazó sus dedos con los de Sarah, dándole un apretón suave como una forma de recordarle que estaba ahí para ella.
—Hoy es un día especial, ¿sabes? —dijo Karla en un tono animado, intentando cambiar el ambiente.
Sarah asintió lentamente, su sonrisa creciendo un poco más.
—Lo sé. Solo necesito un rato para aterrizar... Prometo que no arruinaré la diversión —dijo con un guiño que tranquilizó a Karla, aunque esta seguía observándola con atención.
Mientras tanto, los demás se movían a toda prisa, organizando actividades, decorando y asegurándose de que todo estuviera perfecto para la cena de esa noche. Aunque el espíritu navideño reinaba, Karla no podía dejar de preguntarse qué rondaba la mente de Sarah y qué podía hacer para devolverle esa chispa que tanto admiraba.
Sarah subió las gradas con pasos lentos, como si intentara aclarar su mente en cada escalón. Al llegar a la habitación, dejó que el agua caliente de la ducha la envolviera, permitiendo que sus pensamientos fluyeran mientras el vapor llenaba el espacio. Al salir, se secó frente al espejo, observando su reflejo y buscando en él la fuerza que sentía un poco esquiva aquella mañana.
Decidió vestirse con un conjunto que reflejara equilibrio y elegancia, como solía hacerlo: un pantalón beige de corte recto, una blusa blanca de seda con detalles de encaje en las mangas y un blazer en tono caramelo. Completó el look con botas de cuero marrón y su característico reloj de pulsera dorado. Su cabello, aún corto tras el reciente corte, caía suavemente sobre sus hombros, perfectamente peinado. Antes de bajar, tomó una bufanda gris claro, previendo el frío que hacía en los exteriores del castillo.
Al llegar al porche, el aire fresco de la mañana la recibió con una caricia helada. Encendió un cigarrillo y, tras una larga bocanada, se sentó en uno de los sillones, colocando un libro sobre su regazo. No buscaba perderse en la lectura, sino más bien, encontrar en esas páginas un escape momentáneo a los recuerdos que la acechaban.
Unos minutos después, la voz grave y familiar del padre de Karla rompió el silencio.
—¿Te importa si me uno? —preguntó, sosteniendo una taza de café.
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El baile de las almas perdidas
RomanceEn un mundo donde el éxito profesional parece ocuparlo todo, Sarah y Karla, dos mujeres apasionadas y brillantes, se reencuentran por casualidad tras años de distancia. Sarah, una microbióloga de porte elegante, y Karla, una profesora que ahora tamb...