Escocia

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Capítulo - Escocia

El día finalmente había llegado, y con él, la emoción contenida de los últimos días. Había pasado toda la semana trabajando y cuidando de Nicky, quien, a pesar de ser un bebé, parecía notar la ausencia de Sarah. La casa se sentía demasiado grande y demasiado silenciosa sin su presencia. No podía negar que me hacía falta su risa, sus bromas y, sobre todo, esa mirada de complicidad que siempre compartíamos.

Afortunadamente, el ajetreo de los preparativos para el viaje mantuvo mi mente ocupada. Ya tenía todo listo: maletas empacadas, regalos cuidadosamente envueltos y el carrito de Nicky repleto de pañales, juguetes y sus snacks favoritos. La última semana me dediqué a organizarlo todo para que esta aventura navideña fuera perfecta, y aunque me reía a ratos recordando los mensajes torpes de Sarah o el tonto video que Gabi había publicado, también sentía una punzada de nervios y anticipación por volver a verla.

Mi mamá, Cecilia, llegó temprano esa mañana para ayudarme con los últimos detalles. Siempre eficiente, se encargó de revisar que no olvidáramos nada y de entretener a Nicky mientras yo terminaba de alistarme. Poco después, la hermana de Sarah, Bela, llegó con su familia. La casa se llenó de risas, voces y el caos usual que implica viajar en grupo. Bela llevaba una chaqueta de invierno verde oscuro y una bufanda de tartán que, según ella, era un guiño a Escocia. Su esposo y sus hijos, cargados con maletas y una energía desbordante, se acomodaron rápidamente en la sala.

—¿Estás lista, Karla? —preguntó Bela, con una sonrisa cómplice—. Hoy es el gran día.

—Más que lista —respondí, ajustándome el abrigo mientras cargaba a Nicky, quien sostenía su osito de peluche favorito. Miré el reloj y suspiré aliviada al ver que íbamos perfectamente a tiempo.

Entre bromas y anécdotas, todos nos dirigimos al aeropuerto en una caravana de autos. Mientras conducíamos, mi mente vagaba inevitablemente hacia Sarah. Podía imaginarla caminando apresuradamente por el aeropuerto de Escocia, probablemente cargando más maletas de las que era humanamente necesario. Sonreí ante la imagen y sentí una oleada de calidez al pensar en el momento en que volvería a verla después de esos días de distancia.

La risa de mi mamá, que iba sentada junto a mí, me sacó de mis pensamientos. Me di cuenta de que hablaba con Bela sobre los viajes navideños que solíamos hacer cuando era niña, y me uní a la conversación con naturalidad. Pero, en el fondo, mi corazón contaba los minutos para ese reencuentro.

El vuelo transcurrió con tranquilidad, un verdadero alivio considerando la ansiedad de los días previos. Nicky, en su inocencia, dormía plácidamente en mis brazos, como si entendiera que esta era una travesía especial. Yo, por mi parte, aproveché para cerrar los ojos y desconectarme del mundo por unas horas. La idea de lo que nos esperaba en Escocia —la reunión familiar, las festividades— me llenaba de expectativa.

Cuando aterrizamos, el frío nos recibió con una bocanada helada, y el aeropuerto bullía de viajeros apresurados y maletas rodando por doquier. Tras recoger el equipaje, comencé a buscar rostros conocidos entre la multitud. No pasó mucho tiempo antes de que los padres de Sarah aparecieran, seguidos de cerca por un grupo de familiares que hablaban y reían animadamente. Me acerqué con una sonrisa, cargando a Nicky, quien ahora estaba despierto y observaba todo con curiosidad.

—¡Karla! —exclamó la madre de Sarah, abrazándome cálidamente—. Qué alegría verte. Y este pequeñín, ¡cada vez está más grande!

—Es el centro de atención, como siempre —respondí, bromeando mientras ella acariciaba la mejilla de Nicky.

Nos saludamos todos, y rápidamente empezamos a ponernos al día sobre los planes para los próximos días. Sin embargo, algo faltaba... o mejor dicho, alguien.

El baile de las almas perdidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora